Entre los porteños, las cremaciones superan las inhumaciones
Influyen la creencia de que los restos no representan al familiar y una idea difusa de la vida después de la muerte
El velatorio, la sepultura en tierra y la visita al cementerio son tres ritos fúnebres que en Buenos Aires se están extinguiendo. Este abandono es un síntoma de la actual relación de los porteños con la muerte. El ritmo de vida vertiginoso de las grandes ciudades, la percepción de que los restos mortales ya no representan al ser perdido, una idea más difusa de la vida después de la muerte y la necesidad de reducir costos caracterizan la actual relación.
En paralelo, el número de cremaciones crece sin cesar y supera las inhumaciones: en los cementerios municipales, el año pasado se registraron 11.436 inhumaciones y 13.591 cremaciones.
"Los restos mortales ya no representan de la misma manera a las personas fallecidas, a las que se visitaba periódicamente, con las que se hablaba y a las que se les dejaba ofrendas", consideró Alejandro Frigerio, antropólogo e investigador del Conicet. Además, explicó que hoy la idea de la vida después de la muerte se hace más difusa y menos importante en la cotidianidad: "Lo que importa es el aquí y ahora", graficó.
"El umbral último es importante solo cuando se lo atraviesa: se lidia con ello lo más rápido posible (hay cada vez menos velatorios) y el recuerdo se perpetúa más a través de imágenes visuales y menos de restos mortales", agregó Frigerio.
El profesor Ricardo Péculo, especialista en ritos funerarios, dijo: "Nos criamos negando la muerte: cuando a un chico se le muere su mascota le decimos que se fue". Consideró que tal como ya se incorporó el sexo en la educación, también habría que incorporar la muerte. Destacó además la importancia que tiene la celebración del velatorio para la correcta elaboración del duelo. "No es un mero evento social: sirve para procesar las emociones", explicó.
Sin embargo, son cada vez menos los porteños que celebran velatorios. "En los últimos 15 años, la cifra cayó alrededor de un 40%", calculó Francisco Ferrari, de la firma de sepelios y velatorios Miguel Costa.
Péculo alertó acerca de algunos aspectos de la cremación. "La gente cree que cremando el cuerpo de un familiar también se cremará su propia tristeza. Pero no es así", consideró. Y añadió que mucha gente esparce las cenizas de sus seres queridos y después no tiene adónde llevarles una flor. "Lo ideal es guardar las cenizas", precisó. También dijo que el ritmo de vida vertiginoso de las grandes ciudades atenta contra la observancia de las tradiciones mortuorias. "El cementerio cumple una función de vínculo con el antepasado", consideró sobre las visitas a esos lugares, que en casi todo el país se encuentran muy desatendidos.
En varias casas de sepelios coincidieron en que con las cremaciones la gente busca desentenderse para siempre de los restos del difunto, hasta el punto de que con frecuencia los hijos no retiran las cenizas de sus padres: "¡No se puede creer! Nosotros las guardamos durante un año, pero después las tiramos", contó indignado Martín Loxisán, de la Cochería Varela.
"Los millenials no quieren tomar compromisos ni asumir cargas económicas ni psicológicas", dijo Roberto Ravera Ruffa, presidente de la Cámara Argentina de Cementerios Privados (Cacepri), que agrupa unas 500 necrópolis de todo el país. Además señaló algunas consecuencias imprevistas de la cremación: "Las cenizas conservan solo el calcio de los huesos; se destruye el ADN, que algún día podría ser requerido por alguna eventualidad".
Cuidadores del cementerio de Flores dijeron que las ofrendas florales y la cantidad de visitantes disminuyeron mucho. "Hasta hace diez o quince años, los fines de semana se llenaba de gente", recordaron.
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