Entre la lluvia y la bronca: así fue la primera noche de veda nocturna en Mar del Plata
MAR DEL PLATA. Desde poco después de medianoche llueve, minuto a minuto con más intensidad. Hay paro de colectivos. Los taxis y remises escasean por la demanda. "Ni para esperar un rato bajo techo nos pudimos quedar", reniegan uno de cinco pibes de Rosario, empapados mientras caminan por la calle Olavarría, entre la oscuridad de las veredas y las tibias luces de bares y restaurantes donde los mozos apuraron el cobro de las últimas mesas ocupadas y, sin más remedio, a la 1 cerraron puertas y lanzaron a sus clientes a las calles, inclementes como pocas noches de este verano en pandemia tan inolvidable como para el olvido.
El apuro en desalojar tiene motivos. Como si fueran campanadas que en una de esas historias de cuento le marcan horario al fin del hechizo, una tras otra y en hilera llegan y se pasean con sus luces encendidas unas diez patrullas de policía y organismos de control. Eran el aviso más directo de que hasta aquí llegó todo, por si había alguna duda.
"Dejé el postre sin comer, así no se puede", cuenta Raúl Sarasíbar, un turista que con su esposa todavía cenaba en una parrilla cuando vio en la puerta lo que parecía un operativo policial sobre el lugar. En la barra, una de las camareras apura el encendido de la vela de una torta para una clienta a la que sus familiares, ya de pie y con los abrigos en la mano, la esperan con los carteras y abrigos en mano, listos para partir. "Casi no nos dieron ni tiempo a cantarle el feliz cumpleaños", se quejó el esposo de la agasajada.
Casi con puntualidad inglesa se dio el debut de este cese de actividad dispuesto por el gobierno provincial, medida que comenzó a regir esta madrugada entre la 1 y las 6 , aplicó el municipio y tiene el rechazo absoluto de los sectores afectados.
Hasta quince minutos antes del momento fijado para estas restricciones había locales que lucían muy concurridos, casi a tope a pesar del pésimo clima reinante. En particular cervecerías y sucursales de comida rápida. Pero a la hora señalada todos debieron quedar en la calle, expuestos a lo que en esos momentos era casi un diluvio.
Frente a las puertas del Casino Central un grupo de casi 100 personas se amuchó bajo el techo que se encuentra sobre la vereda. ¿Distancia social? Imposible. La espera por un taxi o que los chaparrones den una tregua para caminar hasta el auto propio fue codo a codo durante un buen rato.
La presencia de móviles policiales, de la Secretaría de Seguridad municipal y por sobre todo del muy notorio grupo de patrullas del Registro Provincial de Comercialización de Bebidas Alcohólicos (REBA) fue determinante para que ningún comercio intentara la patriada de ir más allá de los límites horarios que fijaba el decreto nacional para restringir actividades.
Si alguno quiso excederse, con intención o tal vez por distracción entre tanto pedido y comandas, le tuvo que ver las caras a los inspectores del organismo provincial. Así ocurrió en la esquina de Moreno y Buenos Aires, frente al Casino Central, donde una confitería y restaurante que está abierto las 24 horas tenía casi todas sus mesas ocupadas por clientes cuando el reloj ya marcaba la 1.30. "No nos dimos cuenta de la hora", fue la excusa frágil.
"Hoy no hay sanciones, estamos aprendiendo a convivir con una medida que es nueva para todos y hay que acostumbrarse", dijo a LA NACION uno de los jefes a cargo de este despliegue que alcanzó a todos los principales puntos comerciales de la ciudad.
En los denominados bares de noche, que a raíz de la pandemia mutaron en una suerte de restaurantes cuando sus espacios tanto interiores y exteriores estaban acostumbrados a convertirse en pista de baila durante las madrugadas y hasta el amanecer, el toque de queda sanitario también se cumplió puntual. A la 1, todos a la calle.
Siete chicas, de minifaldas, tacos altos y con suerte alguna campera liviana, pegan la espalda contra la pared para que un angosto voladizo las cubriera un poco de la lluvia. Otras dos parejas se refugian bajo el techo de un puesto de diarios, en el ingreso a la Escollera Norte. Un grupo más numeroso, resignado a sufrir las consecuencias del aguacero, sube a pie la loma de Playa Grande en busca de algún taxi sobre Boulevard Peralta Ramos.
"Hoy cerramos puntuales, mañana vemos", comentó el dueño de un bar que había gritado a cuatro vientos su rechazo a este cierre anticipado, obligado por las autoridades. Si bien el municipio local no era partidario de esta solución, el intendente Guillermo Montenegro firmó anoche los decretos que ordenan a los organismos bajo su órbita a dar cumplimiento a la medida provincial que obliga a un cese de actividades durante las madrugadas.
Referentes del sector gastronómico se reunirán hoy para definir como siguen a partir de ahora. Les queda aceptar lo dispuesto y perder facturación, situación que se agrava por la merma de turistas que hay en la ciudad. Quizás la vía judicial pueda aparecer como mecanismo de reclamo. O, como hay varias mociones, no hay que descartar que se aventuren en algún gesto de rebelión. Hay bronca y preocupación en el sector y empiezan a definir cómo la canalizan. .
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