Entre hilos y moldes: la santafesina que “salva” a sus clientas con la moda como terapia
Un bebé de juguete y un vestido blanco y bordado para su fiesta de 15, varios años después, simbolizaron para Noelia González mucho más que dos objetos comunes de la infancia y la adolescencia de un grupo de chicas que creció en Fray Luis Beltrán, una localidad del departamento de San Lorenzo, ubicado a más de 150 kilómetros de la ciudad de Rosario, en Santa Fe. Casi a la par mutaron en recuerdos de un oficio que esta diseñadora autodidacta, de 42 años, aprendió por imitación mientras su madre cosía, y hoy prueban su valentía cada vez que sobreviene un dolor que la obliga a entrar en pausa.
Como probablemente le ocurrió a Agatha Ruiz de la Prada, Coco Chanel u Oscar de la Renta en sus inicios, la curiosidad dominó parte de su carácter desde pequeña, y las preguntas sobre hilos, puntadas y moldes que hacía se encadenaron día tras día en la casa familiar que compartía con sus siete hermanos.
Para mí, es vital estar ocupada y en movimiento, justamente porque la característica de mi enfermedad es inmovilizar los músculos
"Nunca estudié diseño, pero admiro profundamente el arte en todas sus formas. Creo que es una manera de expresar en total libertad", asegura a LA NACION la creadora de una marca de indumentaria, lencería, calzado y accesorios que lleva su nombre, como un guiño de su propia historia, su impronta y el mensaje de aliento que busca transmitir a otras mujeres para que no dejen de estar en movimiento, pese a las caídas pasajeras.
El diagnóstico como motor
Siete años atrás a Noelia le diagnosticaron la enfermedad de mal de Parkinson y el mejor antídoto que encontró para enfrentar los temblores en su brazo derecho fueron las telas, no los remedios ni los calmantes. Una seguidilla de noches de insomnio y el respaldo de su marido coronaron el inicio del proyecto que la conectó con su esencia más pura: "Se puede hacer algo siempre por lo que te toque: una pérdida, una enfermedad, la falta de trabajo. Para mí, es vital estar ocupada y en movimiento, justamente porque la característica de mi enfermedad es inmovilizar los músculos".
Las modelos podemos ser todas. Hay que aprender a mirar lo que le pasa al otro
De esos espacios nacieron diseños inspirados en la vida de su protagonista y colecciones intervenidas, basadas en la técnica "patchwork", que juega con las superposiciones, los bordados y brillos. Ella pinta a mano, realiza apliques, incorpora grafitis y todo elemento que le permita cultivar un estilo más personal, más "boho chic" y fusionado, aunque sin abandonar la influencia de la moda europea, de la que se declara seguidora desde chica.
Huella personal
Noelia no es una diseñadora fácil de emparentar con otras emprendedoras y colegas contemporáneas. Sus prendas esconden horas de dedicación en la antigua máquina de coser, la escucha atenta de sus clientas -que empezaron a comprarle ropa cuando revendía lo que otros hacían y luego la apoyaron cuando se mudó a su propio local a la calle- y una actitud positiva que se refleja en los colores que elige, siempre vibrantes. "Me aburre ver lo mismo. Voy viendo qué comprar nuevo para incorporarlo", confiesa y ríe.
Y ese espíritu fuera de lo convencional lo traslada también a la promoción de su marca y a la posibilidad de inclusión que encuentra en la moda. En sintonía con los valores que pregona, convocó a Jéssica Roa, una joven de 21 años que tiene una triple amputación (sus dos piernas y el brazo derecho) como consecuencia de un accidente de tren, para que sea la imagen de su iniciativa.
“Quiero mostrar modelos reales. Quiero que mis clientas, cualquiera sea, la de lentes, la de ortodoncia, todas, quieran venir (...) Jéssi tiene un empuje, una energía (...) No nos conocemos en persona, ella es de Lugano, pero cuando supe su historia quise que fuera la modelo de mi marca. Las modelos podemos ser todas. Hay que aprender a mirar lo que le pasa al otro”, suelta convencida.
Lejos de detenerse, Noelia busca crecer en el oficio y visualiza otras vertientes de sus diseños más a futuro. Pese a la pandemia del coronavirus, sueña en grande, aunque la chance de concretarlo todavía sea incierta: desea viajar a Buenos Aires y organizar un desfile, con la chica de Lugano y otras chicas que, como la santafesina y la porteña demuestren a otras mujeres que está en cada una poner en marcha el motor de cambio.
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