El uso de la tecnología y la virtualidad como parte troncal de la currícula convierte al St. George’s College North en un nuevo actor de creciente interés
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Césped verde, luz natural en casi todos los espacios, arboleda generosa, un incipiente jardín para atraer mariposas, sonido relajante de pájaros y nada del alboroto usual de la llegada de cada mañana a clases. Más que ir a la escuela, los alumnos –desde la sala de un año hasta el sexto año del secundario– del St. George’s College North, en Los Polvorines, parecen entrar en un remanso en el que el aprendizaje fluye sin dificultades, aunque sea una doble jornada bilingüe que forma bachilleres internacionales con exámenes de certificación en el Reino Unido.
Casi sin interrupción durante la pandemia (solo una mañana no se dieron clases en marzo de 2020 porque había que organizar la virtualidad), los estudiantes del nivel secundario no se sorprendieron al encarar de forma definitiva el aprendizaje remoto. Desde 2017, la tecnología es parte central de sus días escolares y a fin de este año, se dará un nuevo hito: el primer grupo de egresados del secundario formados totalmente con herramientas digitales dentro y fuera del aula. Quizás, ese tránsito de más de un año sin presencialidad, pero con la misma calidad de aprendizaje que en las cómodas aulas donde no hay bancos organizados simétricamente frente a un pizarrón, lo vivieron sin los altibajos de muchos niños y adolescentes que atravesaron dificultades para adaptarse a la “nueva normalidad”. Lejos estuvieron tanto los alumnos de todos los niveles como los docentes de enfrentarse a los problemas de adaptación al nuevo lenguaje educativo que atravesaron muchos establecimientos de gestión privada y pública y que hasta generó la deserción de al menos 500.000 estudiantes en todo el país.
Si una crisis puede ser vista como una oportunidad, la versatilidad de la enseñanza durante la pandemia atrajo en los años siguientes a más alumnos. “Para la matrícula de 2022 ingresaron 135 alumnos nuevos; 50 corresponden a jardín de infantes, 49 a primaria y 36 a secundaria. Para 2023, ya tenemos asegurados 24 estudiantes más. Veremos cómo evoluciona ese número a partir de las próximas semanas, que es cuando habitualmente se incrementa la demanda en las consultas para nuevas inscripciones”, cuenta Oliver Proctor, el director general del colegio, que el año próximo celebrará sus 125 años y por cuyas aulas han pasado varias generaciones de familias.
“Todos los alumnos pudieron mantener la currícula nacional e internacional al día y fue un diferencial con otros colegios de la zona. La pandemia encontró al sistema educativo con algunas debilidades que nosotros, desde un programa previo, supimos contrarrestar. Ese es el plus para muchas familias que pudieron comprobar que no se perdió la propuesta pedagógica, que tuvo resultados excelentes que trascendieron y atrajeron a nuevas“, añade Proctor a LA NACION.
“St. George’s College North tiene, además, la particularidad del ingreso de alumnos durante todo el año, ya que es un colegio internacional”, añade Proctor, un británico de 41 años, que asumió la dirección en 2017 y le imprimió su sello inusual de experto en educación y licenciado en drama (teatro, para nuestro país), entre otros muchos diplomas universitarios.
Las banderas que coronan una de las paredes del comedor del nivel primario confirman su condición de internacional: desde Japón a Brasil, incluyendo la Argentina y varios países europeos, cada pabellón señala la procedencia de sus estudiantes. Culturas diferentes que se combinan para avanzar en el objetivo de la educación de excelencia, que se logra, entre otras cuestiones, porque todo el equipo de trabajo es “totalmente bilingüe” y “a tiempo completo”, desliza Proctor, que no niega su orgullo de saber que los alumnos obtienen muy buenas calificaciones en las pruebas estandarizadas de aprendizaje que se realizan en el país y en el exterior, aunque no entra en detalles porque la legislación vigente no permite divulgar resultados puntuales.
“Somos un colegio centrado en el alumno: aprendizaje activo, infraestructura, bienestar y liderazgo. Es por eso que implementamos un aprendizaje basado en proyectos interdisciplinarios y apoyado en competencias y habilidades, no tanto así en contenidos. El alumno asume un rol protagónico en su proceso de aprendizaje, eso hace que desarrolle una mayor responsabilidad y compromiso, así como también más autonomía. El contexto de dónde y cómo los alumnos aprenden es esencial, por eso nos enfocamos en la transformación de las aulas en espacios de aprendizaje a fin de enriquecer el enfoque pedagógico centrado en el alumno. Somos afortunados de contar con un campus de ocho hectáreas con abundante arboleda, muchas clases son al aire libre. No ofrecemos la experiencia académica por sí sola, va acompañada por una formación holística e integral, acompañada por un interés en el desarrollo de la gestión de las emociones y del desarrollo de habilidades blandas que los acompañarán toda la vida”, explica Proctor.
El director señala, adenás, que entre las innovaciones más recientes, sobre todo en materia tecnológica, se cuenta la primera certificación de la Argentina como Google Reference School, en 2019. En los años siguientes se sumaron varios establecimientos privados y, hace pocas semanas, ese mismo estatus lo alcanzó la Escuela Primaria Municipal Manuel Dorrego, de Vicente López, convirtiéndose en la primera de gestión pública del país en integrar una especie de club de escuelas tecnológicas del mundo.
“No sabemos cómo serán los trabajos del futuro, por eso queremos darles a los estudiantes herramientas y habilidades que los acompañarán en cualquier camino que elijan”, plantea el director del colegio, mientras se detiene en un sector donde por iniciativa de los alumnos se comienza a generar un jardín de mariposas y un aula forestal, construido por los propios estudiantes. El propósito forestal es el de producir árboles nativos para reforestar en distintas regiones del país. También anticipa que un grupo de alumnas inició un proyecto de utilización de paneles solares para mejorar la eficiencia de la energía del campus de ocho hectáreas.
Cruzada por la virtualidad, Proctor considera que uno de los desafíos de la escuela actual es “formar usuarios eficientes en tecnología”. “Permitirá que nuestros alumnos tengan más oportunidades en un campo laboral globalizado en el que naturalmente competirán con personas de otras partes del mundo. Para que los jóvenes tengan éxito en el futuro, necesitarán conocimientos, competencias y disposiciones para prosperar en un mundo que se encuentra en constante cambio. Su tiempo en el colegio debería prepararlos para convertirse en ciudadanos globales, fomentando la curiosidad, el pensamiento crítico y la agencia en el aprendizaje”, concluye.
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