En silencio, trabajando en lo suyo
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El mes pasado recibí una invitación de LA NACION para escribir sobre las “Mujeres que te inspiran”, así que decidí -por lo menos- pensarlo. Pero fueron tantas las ideas que surgieron como un torbellino que decidí ordenarlas. Y como tengo la (de)formación de todo ingeniero preferí escribirlas, así podía ponerlo más (o algo) en claro, copiar y pegar, y hasta repensar lo escrito.
Lo primero que surge es: ¿cuántas mujeres son las que me inspiran? Tres o cuatro seguramente, no más. Y cuántas las que realmente no me inspiran, las que están absolutamente del otro lado. Y también: cuatro o cinco, quizás.
¿Pero las primeras cuáles serían? Seguramente la primera es Mery, María, mi mujer, la misma mujer de hace 32 años. Lejos la primera. Su paciencia, su capacidad para relacionarse con los demás, su determinación en hacer las cosas. La claridad en lo que cree y quiere hacer, la transparencia de su corazón. Su obstinada persecución secreta de mostrarme pacientemente y de forma totalmente disimulada, cuándo me equivoco. La capacidad de escucha. En cómo me cuida.
Aparecen en el listado muy, muy arriba, mi madre y mi abuela. Mi madre está en un mundo nuevo, en un mundo cuya salud vamos descubriendo, en un camino involuntario en el que está hace ya algunos años. Pobre. Me surge pensar así de ella, en su mundo, en su cabecita canosa y lastimada. En sus años de lucha, en su vocación frustrada, en el arte quiso desarrollar y no pudo, o no la dejaron.
Y mi abuela Ana que está en el cielo. La extraño tanto, tanto. La veo tan presente ahora y siempre acompañándome, tomándome de la mano, mostrándome el camino para que yo elija. No sé si alguien me creería todo esto si lo dijera, pero no me importa. Así me inspira, y así aprendí de ella.
No sé si puedo incluir alguna mujer más. Me inspiran también María Kodama, Margarita Barrientos y Paloma Herrera, las mujeres que permanecen en silencio trabajando en lo suyo. Y en general las mujeres fieles a sí mismas, las que luchan por defender las ideas (sus ideas), pero también las que pueden cambiar sus ideales con argumentos sólidos, los defienden y van para adelante, convencidas de que ese es el camino. Lo transitan, lo asumen, persisten, y se hacen cargo de las consecuencias.
Como decía Jorge Luis Borges, que publicaba para no corregir más los borradores, finalmente me decidí a enviar estas anotaciones. Ya no hay vuelta atrás con lo dicho. Aunque también uno podría cambiar. Que no sé si es lo mismo que crecer.
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