Son fases opuestas de un complejo patrón meteorológico tan poderoso que puede alterar la temperatura global y causar efectos atmosféricos muy extremos en todo el planeta
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No es un fenómeno nuevo, pero en los últimos años oímos hablar cada vez más de El Niño y de su “hermana climatológica”, La Niña. El nombre se lo dieron unos pescadores que notaron que, a veces, las aguas oceánicas llegaban más cálidas a las costas de Perú en época navideña, en el inicio del verano en ese país. Lo llamaron El Niño en referencia al niño Jesús, pero su explicación nada tiene que ver con la religión.
“Las primeras referencias escritas son de una carta de 1891 en la que un peruano explica que su país está en un año de abundancia porque los desiertos se volvieron más verdes y encontraron tipos de peces nunca vistos hasta entonces”, le cuenta a BBC Mundo Luis Alfredo Icochea Salas, catedrático de Pesquera en la Universidad Nacional Agraria La Molina (Perú) y especialista en oceanografía.
Pero la abundancia se transformó en calamidad, en gran parte por falta de infraestructuras cuando, unos 100 años después, entre 1982 y 1983, “vino un Niño que nos agarró por sorpresa y que fue el desastre del siglo”, explica Icochea, quien lleva toda su vida estudiando el fenómeno.
Dice Icochea que ahora, más que un fenómeno, El Niño es un evento, pues ocurre de forma recurrente. Habitualmente, en promedio cada dos a siete años, pero las fechas pueden variar.
“Se empezó a estudiar realmente en la década de 1970; los científicos vieron que no era local, sino que abarcaba gran parte del Pacífico, y empezaron a registrar los años en que la temperatura y las lluvias eran un tanto extremas debido a El Niño”, le dice a BBC Mundo Juan José Nieto, director del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (CIIFEN), con base en Guayaquil, Ecuador.
¿En qué consiste El Niño y en qué se diferencia de La Niña?
“El Niño es parte de un fenómeno que tiene que ver con variaciones tanto en el océano como en la atmósfera”, explica Nieto. Si lo resumimos mucho, podríamos decir que El Niño es la fase cálida de un evento climatológico y La Niña, su fase fría. Pero es mucho más complicado que eso. Son fases opuestas de un complejo patrón meteorológico tan poderoso que puede alterar la temperatura global y causar efectos atmosféricos muy extremos en todo el planeta.
El Niño suele darse más frecuentemente que La Niña y ambos pueden durar la mayor parte del año, o incluso más. Los cambios en la circulación atmosférica que generan pueden afectar al clima en varias partes del mundo de manera más o menos extrema, según su intensidad. Es lo que los científicos y meteorólogos llaman teleconexiones.
“En el mar mismo, cuando una zona se calienta, la otra se enfría; hay un balance y los cambios incluyen en varios continentes causando, por ejemplo, sequía en África y lluvias en América. Altera todo el clima”, dice Icochea.
El Niño puede traer lluvias o un invierno más seco en el sur de Estados Unidos y condiciones más cálidas en América del Sur, mientras que La Niña puede aportar huracanes en el Atlántico Norte y un clima más húmedo en Australia, por citar algunos ejemplos. O puede que no causen ninguno de los dos. O que se transformen en un “megaevento”.
Originados en el océano Pacífico, cerca del Ecuador, El Niño y La Niña se forman por un patrón llamado El Niño-Oscilación del Sur, o ENOS, y nunca pueden ocurrir al mismo tiempo.
¿Qué es ENOS?
“El ENOS nos sirve para agrupar estos dos eventos oceanoatmosféricos (El Niño y La Niña) en mismo mecanismo”, explica Nieto. Este patrón describe la fluctuación de ciertas variables atmosféricas en el océano Pacífico: principalmente, la Temperatura Superficial del Mar (TSM) y la presión del aire sobre el agua oceánica.
Estos parámetros están estrechamente relacionados entre sí y deben darse las condiciones adecuadas en ambos para que se forme El Niño, La Niña o ninguno de los dos. Por ejemplo, cuando la temperatura de la superficie del mar se eleva por encima de lo normal, se podría desarrollar El Niño. Cuando está por debajo del promedio, se podría formar La Niña.
Y cuando no sube ni baja fuera del promedio, lo más probable es que no se desarrolle ninguno de los dos. Por lo tanto, la fase cálida del ENOS corresponde a El Niño (calentamiento oceánico), mientras que la fase fría del ENOS, corresponde a La Niña (enfriamiento oceánico).
En cuanto a la presión del aire, los especialistas miden la diferencia de lo que ocurre entre las partes occidental y oriental del Pacífico ecuatorial, utilizando mediciones de Darwin, en Australia, y de Tahití, en la Polinesia Francesa. Si la presión es más baja de lo normal en Tahití y más alta en Darwin, las condiciones favorecen el desarrollo de El Niño. Si ocurre lo contrario, podría desarrollarse La Niña.
Pero no es una ciencia exacta. De hecho, ni siquiera está claro por qué ocurren estos fenómenos, aunque hay algunas pistas.
¿Por qué se forman El Niño y La Niña?
Los científicos no están seguros de qué es exactamente lo que inicia el proceso. Pero, de vez en cuando, las condiciones de presión del aire cambian sobre el Pacífico ecuatorial, afectando los vientos alisios del sureste - de las regiones intertropicales- que normalmente soplan de este a oeste.
Icochea dice que la rotación de la Tierra afecta al movimiento de esos vientos, que actúan sobre la superficie del agua oceánica. “Sabemos que el viento es el detonante, pero hay distintas teorías sobre por qué ese viento se altera. Yo me inclino a pensar que tiene que ver con variaciones en la actividad solar, que provocan calentamientos diferentes en el planeta y, a su vez, presiones diferentes”, dice Nieto.
Sea como fuere, durante El Niño los vientos alisios se debilitan, de manera que se mueve menos agua hacia el oeste, por lo que la parte central y oriental del Pacífico se calienta más de lo habitual. “Generalmente, El Niño empieza a formarse por Australia a principios de año, y la piscina de agua caliente comienza a avanzar y llega a Sudamérica hacia fin de año”, cuenta Icochea.
Lo que ocurre entonces es que esa enorme masa de agua cálida - lo que los científicos llaman la “piscina de agua caliente” - transfiere mucho calor a la atmósfera porque el aire cálido y húmedo se eleva desde la superficie del mar. “A veces, viene después un enfriamiento muy brusco y se convierte en La Niña, aunque también puede haber Niñas cuando no hay Niño”, añade el profesor.
Durante La Niña, los vientos se fortalecen, por lo que la masa de agua calentada por el sol es empujada hacia el oeste. Mientras tanto, en el Pacífico oriental, se eleva agua fría y profunda para reemplazarla.
“Esas aguas frías controlan el clima y la temperatura del aire”, dice Icochea. “Es como si debajo del suelo de tu casa tuvieras aguas termales (El Niño) que generan calor, o viceversa, bloques de hielo (La Niña) que te hacen sentir frío”, agrega.
¿Qué consecuencias pueden tener El Niño y La Niña?
En gran medida, los efectos generados por El Niño y La Niña tienen que ver con la posición de la corriente en chorro, un núcleo de fuertes vientos de 8 a 12 km sobre la superficie terrestre que soplan el planeta de oeste a este.
Cuando ocurre El Niño, esos vientos tienden a desplazarse hacia el sur, lo cual puede resultar en precipitaciones en gran parte del sur de Estados Unidos, y condiciones más cálidas en el norte. Al mismo tiempo, se generan condiciones cálidas y secas en Asia y Australia, y a veces en algunas partes de África y América del Sur.
El impacto directo ocurre tanto en Oceanía como en América, dice Nieto. En Sudamérica, afecta principalmente en el norte de Perú, Ecuador y el sur de Colombia.
“En Perú, el nivel del mar puede crecer como 50 centímetros y el agua se calienta a veces hasta 12 grados más de lo normal en la superficie, pero en la zona norte”, dice Icochea. “Diciembre es la temporada más cálida para nosotros y si viene un Niño fuerte, el calor se hace insoportable, y también hay unas lluvias abundantes que no tenemos normalmente”, suma el especialista.
Cuando se produce La Niña, esos vientos se mueven hacia el norte y pueden provocar la situación contraria a El Niño: condiciones cálidas y secas en el sur de Estados Unidos y un clima más frío y húmedo en el norte, con partes de Australia y Asia más húmedas de lo normal. También puede causar más huracanes en el Atlántico Norte.
Son los efectos “típicos”. Pero, a veces, El Niño y La Niña no siguen los patrones esperados. Puede ocurrir que se den con más fuerza y que tengan efectos mayores. O que sean débiles y tengan consecuencias menores.
“Hay diferentes intensidades de El Niño”, explica Icochea. “Entre dos y siete años siempre ocurre un Niño débil o moderado, pero a veces en unos años - pueden ser 15 o hasta 60 - ocurre un Niño extraordinario”, agrega Nieto y prosigue: “Aumenta mucho el nivel del mar, por lo que las olas golpean más tierra adentro, destruyendo zonas portuarias, viviendas y carreteras cercanas a la costa”.
Es lo que se llama también un “Súper El Niño” o “Meganiño”, una versión más peligrosa del fenómeno y cada vez más frecuente que está causando lluvias, sequías, inundaciones y tormentas en todo el planeta.
¿Cuál ha sido el más devastador hasta ahora? Icochea señala que antes “no existían las estadísticas y mediciones que tenemos ahora, pero podría decirse que los de 1982-83 y 1997-98 fueron los más intensos”. Más recientemente, hay que resaltar el de 2015-16, agrega Icochea, “que fue muy fuerte, pero más a nivel mundial que en Sudamérica. También puede ocurrir que haya una “Niña de doble inmersión”; es decir, dos “Niñas” que se forman de manera consecutiva.
¿Cómo afecta el cambio climático?
“El Niño y La Niña continuarán ocurriendo muchos años más. El cambio climático no es el generador, pero crea un escenario diferente”, explica Nieto. “Si tienes la temperatura del aire y de los océanos es más alta o si se alteró la composición de la química de las aguas, los impactos van a ser mayores. No porque el humano lo haya generado, sino porque alteró el escenario sobre el cual se desarrolla”, agrega.
“Por otro lado, somos más personas, habitamos en zonas de riesgo, el area agrícola se expandió... Entonces, el humano tiene muchísimo que ver en el impacto en sí”, reflexiona.
¿Qué podemos hacer al respecto?
“El Niño y La Niña no tienen por qué ser algo negativo”, dice Icochea. El oceanógrafo cree que “deberían ser algo aprovechable”. Juan José Nieto está de acuerdo. Él cree que “debemos aprender a convivir con El Niño, así como hacían las culturas antiguas al construir albarradas para recolectar el agua”.
Nieto recuerda que unos sistemas similares también se usaron en Ecuador hace unos 50 años cuando llegó un Niño fuerte y las lluvias se intensificaron. Y dice que es importante que no perdamos esa visión.
“No tenemos agua todo año. Deberíamos hacer más represas para aprovechar esas lluvias que trae El Niño. Hay que aprovechar los años de abundancia para hacer frente a de escasez. Por eso El Niño de 1891-92 pasó a la historia como un año de abundancia: porque se supo aprovechar”, añade Icochea.
“Perú es un país bendecido por la naturaleza, con todo tipo de microclimas. Debemos crear un centro oceanográfico piloto en Perú que sirva de base para capacitar a gente de otros países de Sudamérica y África en vías de desarrollo para aprovechar lo que trae El Niño”.
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