En primera persona: desde cómo saludar hasta qué preguntar, así nos estamos preparando los censistas en la ciudad
Una periodista de LA NACION que formará parte del operativo que se hará el miércoles cuenta desde adentro la manera en que se forman los voluntarios
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Hay personas –la mayoría– que lo hacen para ganar unos pesos, están quienes fueron convocados en sus trabajos, universidades o distintas instituciones y algunos se postularon por su cuenta, porque lo sienten un deber cívico o simplemente porque quieren participar. Todos se sumaron por decisión propia, no es obligatorio para nadie. Sea por los motivos que fuere, en este momento hay 600.000 personas en todo el país preparándose para, el miércoles, relevar información que nos va a mostrar cómo es y está la población hoy en la Argentina.
Yo soy una de las censistas, formo parte del operativo. Me presenté espontáneamente en la convocatoria para recolectar datos en la ciudad de Buenos Aires, donde vivo. Llené un formulario de aplicación a mediados de marzo y más tarde me llegó un mail explicando de qué trataría el trabajo para confirmar si este era el compromiso que estaba dispuesta a asumir. A principios de mayo, recibí el correo electrónico con la aceptación: “Ya sos parte del equipo del Censo 2022. ¡Te damos la bienvenida!”. Me indicaron que iba a ser “censista de viviendas particulares dentro de la estructura censal” y me presentaron en ese mensaje a quien sería mi coordinadora de radio en el segmento que había solicitado y me habían asignado, en mi barrio.
Tuvimos que darnos de alta (con usuario y clave) en el sistema para poder ingresar al campus del Indec: la gran innovación que trae esta edición es que, por primera vez en la historia de los censos en la Argentina, existe la opción de autocompletamiento digital para los censados y de una capacitación virtual para los censistas.
Nos iban a pedir certificado de asistencia a esas clases asincrónicas para poder cobrar los 6000 pesos de retribución por un trabajo que incluía: la capacitación virtual (estimada en ocho horas de tiempo de lectura o cinco horas y media si solo se adquirían los conceptos esenciales), un día de recorrida de la zona, una jornada completa de recolección de datos en las casas, mediante una aplicación tecnológica, y luego, la entrega de la información para ingresar al sistema.
La capacitación finalmente no fue de ocho horas (sino de tres) y, como se cayó el sistema en el campus, se realizó a través de archivos PDF “fuera de línea” así que no se otorgó certificación del aprendizaje. La recorrida no se hizo, amagó con realizarse vía Meet, pero tampoco. Aparentemente, será suficiente con hacer el reconocimiento del territorio el mismo día del relevamiento. Y la app parece que será prescindible: se la baja quien quiera, sin obligación.
La previa no incluyó tanta dedicación como se esperaba. Excepto por el seguimiento de un agitado chat de WhatsApp. Para mi sorpresa, me encontré a diario intercambiando mensajes con flamantes colegas de radio: 16 participantes entre quienes no conocía a nadie y que formaron parte de mis contactos más frecuentes durante las últimas semanas.
El grupo se creó el 2 de mayo y el primer mensaje de la jefa fue: “¡¡¡Buen día!!! ¡Feliz día por ayer! 😊”. Quedamos todos identificados –y unificados– como trabajadores reconocidos. No tengo idea de a qué se dedican mis colegas censistas –a diferencia de otras veces, en esta oportunidad ya no son principalmente docentes–; tampoco sé sus nombres, porque muchos figuran como integrantes solamente con sus números de teléfono.
La jefa nos brindó información: cómo registrarnos y cómo aprender a ser censistas. Se puso a disposición.
Preguntas
A partir de ahí la conversación empezó a crecer y crecer. Siempre con un tono respetuoso, de gran camaradería: alguien que preguntaba dónde encontrar tal concepto y otro que respondía, alguno que compartía una idea y el resto engordaba la propuesta con más ideas; casi todos por escrito, excepto un participante que prefirió expresarse siempre a través de audios.
El intercambio se realizó con la constante participación de la jefa; para aclarar, para actualizar un dato, para coordinar. “El día del censo nos encontramos a las 7.30 en una escuela de la zona donde se les repartirá el material de trabajo. No dan certificado, sí un comprobante de que se participó del censo”, avisó.
Muchas respuestas las dio varias veces, con paciencia, ante las preguntas reiteradas: cuál era el radio comprendido, por qué finalmente no había que bajar la aplicación cens.ar –las planillas físicas habrá que entregarlas de todos modos–, que había que cargar el CBU de una cuenta propia ya que no se podría cobrar por Mercado Pago, que los recorridos se hacen siempre con el hombro derecho del lado de la pared para llevar todo el mismo orden, que cuando nos digan que ya hicieron el censo virtual tendremos que solicitar ver el código del comprobante para copiarlo en la planilla y apuntar cuántas personas hay, de qué género.
A veces la jefa de radio no contestaba inmediatamente, pero la respuesta siempre llegaba. Nos avisó que trabajaba en atención al público –nadie es censista como ocupación principal– y que no podía estar pendiente del celular; logró así calmar la ansiedad de las dudas que se multiplicaban y brotaban a cualquier hora.
Y también trajo serenidad cuando hubo que contener las frustraciones. Es que los primeros integrantes que hicieron la capacitación virtual se llevaron la sorpresa de que no les daba por aprobado el curso ni les emitía el certificado. Los siguientes tuvieron más suerte, porque la falla tecnológica ya no les permitía avanzar así que no hacían el esfuerzo en vano.
“Hacerlo de noche puede ser mejor, es cuando hay menos tráfico y es más fácil entrar”. “No, yo trabajo por la noche y ya probé: no funciona”, se decían mis colegas efímeros de este censo.
Emoticones de caritas tapadas con las manos, gifs de personajes animados con los ojos desorbitados sumaban mensajes al chat.
Finalmente, se decretó que había que dejar de intentar entrar al campus. “Se cayó el sistema”. No había más tiempo que perder. Nos pasaron los archivos PDF de las clases por WhatsApp y links de YouTube. Ya no había que preocuparse por el certificado de la capacitación cumplida porque no lo iban a pedir. La autoevaluación tampoco sería necesaria.
Rol
En el video del módulo “Bienvenida”, el Director del Indec, Marco Lavagna, agradece nuestra participación y nos cuenta qué es un censo: “uno de los operativos más grandes que desarrolla cualquier país”. A partir de este operativo podremos conocernos, dice y puntualiza en que “la información que se obtiene puede ayudar a tomar mejor nuestras decisiones, dónde construir escuelas o poner farmacias”. “El rol que vas a desempeñar es central”, nos alienta.
Andrea Lorenzetti, directora de Estadísticas Sectoriales, nos cuenta cómo se van a organizar los equipos y nuestras tareas, que serán principalmente relevar todas las viviendas, hogares y personas del área que nos asignan.
Por último, Pedro Bassara, director de la Capacitación, nos explica cómo está armada la enseñanza de todo lo que debemos saber para censar correctamente. “Te deseamos éxitos en esta capacitación”, sonríe.
La llegada de los doce archivos con material para formarnos fue recibida con alivio. “Esta noche lo leo sin falta, muchas gracias”, “Genial con esto por lo menos puedo arrancar; ya a esta altura tengo un montón de dudas”, agregó una compañera. “Creo que muchos ya comprendemos cómo debemos hacer el censo y a los que no, para ello tenemos este grupo: para ayudarnos entre todos”, dijo un integrante y se prestó él también a responder consultas.
Ese fue el clima de la previa en este equipo: colaborativo, entusiasta y responsable.
La jefa se dijo y se desdijo varias veces. Ella misma recibía una información y luego otra distinta. Se estaba armando la dinámica en el mientras tanto e iban corrigiendo. Nos iba dando soluciones a medida que las tenía y sin perder la confianza en que para el 18 iba a estar todo listo y en condiciones.
“La identidad de género que debemos censar, ¿es la del DNI o la que la persona exprese?”; “amigos que conviven, pero no comparten sus gastos, ¿se consideran como un mismo hogar?”; “si un integrante del hogar murió esa mañana, ¿se censa? Sí, si la persona falleció después de las 0 horas del 18 de mayo debe figurar en el relevamiento”; leo en el instructivo y pienso que entonces, el 27 de octubre de 2010 Néstor Kirchner debió haber ingresado al censo que se hizo ese mismo día.
Precisiones
En uno de los módulos de capacitación, nos explican cómo manejarnos si nos toca censar a alguna de las cinco millones de personas con discapacidad que hay en el país. Nos enseñan antes que nada a no mencionarlos como “discapacitados” y promueven que interactuemos de forma natural. Nos dicen que debemos ofrecer ayuda, pero no insistir en darla, que hay que tratar a estas personas como son: capaces y adultos, sin infantilizar ni focalizar la atención en la discapacidad. Que hagamos contacto visual si estamos con alguien con discapacidad mental, que hablemos pausado y sin elevar el tono de voz si censamos a una persona con discapacidad auditiva. En las anotaciones al margen –que claramente nunca consultaré ni necesito– escribo: “y sacate el barbijo antes de hablarle”. Además, nos pasan un número para hacer una videollamada con un intérprete de señas en caso de que requieran comunicarse a través de esta lengua. Y algunas indicaciones más, que agradezco, y a la vez lamento no haber recibido antes, para desenvolverme en otro tipo de situaciones en las que hubiera sido de gran ayuda.
De pronto, alguien reenvía al chat una placa que está circulando en forma viral sobre cómo evitar un robo reconociendo a los censistas. Genera alarma. Nos aclaran que nuestro trabajo no será convencer a nadie ni exponernos a situaciones incómodas: si alguien no nos cree que somos censistas debemos llamar a la jefa quien va a enviar a un auxiliar a relevar esa casa. A esta altura los censistas ya sabemos que pueden temer que seamos falsos; escuchamos y vemos señales de desconfianza. Hacia nosotros y hacia la información que vamos a pedir. Nos explican en qué consiste el secreto estadístico y cuál es nuestro pacto de confidencialidad; que nuestro trabajo es intransferible y está prohibido que lo deleguemos en otra persona o que alguien nos acompañe. Que no podemos preguntar nada que no figure en el cuestionario, ni hacer comentarios. Tenemos que tener las notificaciones del celular silenciadas mientras realizamos la entrevista censal. Además, nos dictan cómo saludar y despedirnos para ser amables en todo momento. Agradecer la participación es indispensable antes de retirarnos.
En el grupo de WhatsApp consultan si el censo virtual nos complica o nos ayuda. La respuesta es clara: cuantas más personas hagan el censo virtual, más rápido terminamos. El censo virtual promete agilizar una jornada que ya nos dijeron que será de aproximadamente 10 u 11 horas.
¿Hay que llevar algo?: nos van a dar útiles, pechera, credencial de identificación, plano del segmento, planillas, un sobre para entregar todo y una bolsa para transportar los materiales. Pero tenemos que llevar nuestro celular cargado, con datos, y, según consta en el instructivo, un equipo de prevención sanitaria propio con barbijo, alcohol en gel y repelente para mosquitos; además de lo que vayamos a consumir durante todo el día. Podremos detener la tarea para almorzar, pero corre por nuestra cuenta la comida y bebida. Tenemos que llevarla, comprarla o esperar que algún alma caritativa nos convide algo mientras censamos. Eso sí, en tiempos de Covid, esta tampoco sería una opción muy segura.
El miércoles a las 7.30 nos vamos a conocer las caras. Tenemos que estar a esa hora en el punto de encuentro, una escuela. Muchos preguntan cómo llegar. Y se pasan datos de trenes, colectivos y subterráneos. Ahí me entero de que no somos todos vecinos como me había imaginado sin motivo alguno, van a venir de distintos barrios de la ciudad e incluso de varias localidades del conurbano bonaerense. Un subgrupo de mis compañeros se organiza para encontrarse antes de lo estipulado en el punto al que llega la mayoría de los transportes que tomarán. Y no tarda en aparecer otra propuesta: “Yo pensaba si teníamos unos minutos charlamos entre todos un ratito el mismo miércoles para sacarnos dudas o mientras vamos caminando desde donde nos deja el colectivo hasta la escuela”.
Ya falta poco. Quedan dos días. Nos avisan que “hay talleres de refuerzo para quienes la capacitación no resultó clara y no logran evacuar las dudas con sus jefes o jefas de radio”. Podrían aclarar también “o con sus compañeros de equipo”. En algunos grupos –doy fe de uno al menos– , la red de pares está activada y funciona. No se cayó el sistema.
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