En pandemia y con barbijo. Se casaron luego de casi 60 años de convivencia
MAR DEL PLATA.- Quién diría que en tiempos de pandemia, cargados de condicionamientos y restricciones, aparecería por fin esa oportunidad que habían soñado durante los más de 60 años que llevan juntos. Frente al juez y más que felices, Florencio Bernabé Lemmi, de 85 años, y Blanca Casemayor, de 79, cruzaron alianzas, se bajaron apenas el barbijo y con un emocionante beso conmovieron a familiares y unos muy poquitos amigos que los acompañaron en este esperado casamiento que corona una hermosísima historia de amor.
"Solo nacimientos y defunciones" era la respuesta que recibían durante estos últimos meses, cada vez que recurrían a las oficinas del Registro Civil en busca de un turno para sellar en los papeles lo que como pareja habían construido desde que se conocieron, cuando él era un empleado de casino y ella trabajaba en una fábrica de alfajores. "La conocí cuando fui a buscar a otra chica, no estaba y esta me gustó", recordó, con pircardía, después de estampar la firma que lo unía a Blanca ante la ley.
El turno por fin apareció y el día esperado los vio caminar tomados de la mano, como casi todos los días, pero esta vez ante una ceremonia que los uniría de manera formal. Con todos sus afectos en la sala y dos testigos de casamiento que no llevan su sangre pero aprendieron a respirar su mismo ADN: su yerno Gustavo Díaz y su nuera María Laura Schebes.
Cinco hijos y nueve nietos después tienen por fin su certificado de matrimonio. "Soy millonaria, y no estoy hablando de dinero", dice Blanca a LA NACION para destacar este bellísimo momento de felicidad que le toca vivir con toda su familia unida en torno a este estado de celebración permanente que tendrá continuidad en pocos días, cuando ella celebre sus 80 años.
"Es un momento de emociones fuertes porque es algo que siempre deseamos y recién lo pudimos lograr ahora, después de tantos años", explica Bernabé, que tras andar entre ruletas y mesas de naipes y dados, ya como jubilado se dedicó a continuar con la tradición de su padre: cocinar carnes al asador en pequeños y grandes eventos de hasta 2000 comensales.
Hasta este paso por el Registro Civil vivieron como una pareja de estos tiempos, tan afectos a los vínculos informales. Pero con los deseos de otras épocas más lejanas, cuando casarse era un plan desde la adolescencia y quizás la primera y única oportunidad para despegar de madres y padres poco permisivos. Habían dado un primer paso con un casamiento vía México, al que no le consideraban validez.
"Aquí no se firmó nada para dividir ni repartir", aclara Blanca, que no se cansa de elogiar la fortaleza del vínculo que une a las distintas generaciones de su familia. "Es difícil de explicar todo lo lindo lo que significa llegar al casamiento frente a tus hijos y nietos", dijo sobre lo que generaron con esta relación. Comenzaron con Florencio, Alejandra, Blanca, Bernardo y María Rosa, y hoy disfrutan de los besos, abrazos y mimos de los herederos más pequeños: Franco, Abril, Valentina, Rafaela y Josefina Lemmi, Francisco y Juana Pedaño, Lucas Prado y Pedro Panziera, que tienen entre 22 y 9 años.
La previa a la ceremonia fue, aseguran sus íntimos, de mucha emoción pero extrema tranquilidad. Alejandra, la hija mayor, es maquilladora y quien se encargó del make up general de la pareja. En particular su madre, muy coqueta. "Hace 20 años que trabajo en esto y jamás imaginé que iba a terminar maquillando a mi mamá en su casamiento, es muy fuerte", cuenta.
Esa mañana los encontró relajados, con poco tiempo para prepararse pero mucho más preocupados por desayunar como si fuera un día más. Blanca también tuvo sesión de peinado, pintado de uñas y una prueba final para su conjunto de pollera y chaqueta en tonos de rosa. Florencio eligió un traje azul, barbijo transparente y unas flores blancas en el bolsillo del saco, similar al ramo que llevaba en las manos la novia. Ahora su esposa.
Blanca insiste que para ella la ley tenía un fuerte peso. Y con arraigo vasco, se mantenía firme en algunas costumbres. Por lo menos en su firma. "Cuando firmaba en la escuela de los chicos siempre lo hacía con mi apellido de soltera", explica sobre algo que ahora, quizás, deberá revisar para próximos trámites.
Este casamiento es una alegría muy particular para la pareja y su familia en medio de un año que fue duro para todos en general, pero para ellos en particular porque también perdieron algunos afectos en estos meses de pandemia. "Estamos felices de estar y lo que pedimos a todos es que se cuiden", dijo Blanca, apenas había superado la lluvia de arroz que la recibió a la salida del Registro Civil.
El juez que los casó, Gerardo Mole, los felicitó y les dejó un mensaje de fe y aliento por el paso que habían dado como pareja, frente a hijos, nietos y amigos. "Le agradecí y lo que me salió fue hacer allí un llamado para que todos seamos más solidarios y humildes", contó Blanca.
Al cabo de la ceremonia se reunieron para una comida familiar en un restaurante del puerto, donde reservaron la planta alta para compartir ese momento de intimidad y un brindis que de aquí a fin de año se repetirá una y otra vez. Por las fiestas de fin de año, pero también porque el próximo sábado 26 llegan los 80 de Blanca.
Para esa fecha, anticipan, habrá festejo en la vecina localidad de Mar Chiquita. "Es la sucursal del paraíso", dice ella sobre el lugar donde desde hace años tienen una casa donde viven algunos de sus mejores momentos, muy cerca del mar, como había soñado desde que alguna vez Florencio compró un billete de lotería y ganó el primer premio.
A pocos metros de la playa, a la sombra de los ciruelos donde crecieron y juegan sus nietos, habrá entonces una nueva celebración para los Lemmi-Casemayor. Con costillar al asador y la familia unida alrededor de la mesa. Por eso no es casual el nombre con el que bautizaron esa casa de veraneo, a 35 kilómetros de Mar del Plata: se llama "Juntos".
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