En Maquinchao sólo queda el frío
Por Martín Rodríguez Yebra Enviado especial
MAQUINCHAO, Río Negro.- La época de bonanza pasó. Las ovejas flacas ya no rinden; el tren circula poco por aquí. La población se redujo a la mitad en dos décadas, el trabajo escasea y los campos se convierten en desierto. Ahora, el desafío vital para la mayoría de los poco más de 2000 habitantes de este pueblo es conseguir leña.
Porque el frío es casi lo único que no varió desde los tiempos en que la lana y el ferrocarril apuntalaban la zona y atraían a los paisanos. Queda el viento de la estepa y los charcos congelados en las calles, símbolos de la localidad donde se registran las temperaturas más bajas de la Argentina.
Pese a que el polo está lejos, la marca de este año fue 27 grados bajo cero, hace tres semanas.
El progreso tampoco queda cerca. Aquí no hay gas natural. El servicio llega hasta 100 kilómetros hacia el Oeste y a más de 300 al Este.
La leña hay que traerla desde Carmen de Patagones, a más de 600 kilómetros por la ruta 23, un camino de ripio castigado por la nieve. Las garrafas son un lujo.
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La cara de Dominga Parra se enciende cuando ve el camión que se detiene a la puerta de su casa.
Esta señora de 78 años sabe que llega la leña que reparte la municipalidad local.
Tres jóvenes bajan los 20 kilogramos que le corresponden a doña Dominga esta semana, comen unas tortas fritas que ella les ofrece y luego se van.
"El frío es lo de menos. Uno se acostumbra", asegura Dominga, mientras carga sus maderos para llenar la cocina económica que calienta todo su rancho. Le cuesta agacharse. Hace 10 grados bajo cero, pero ella sale a la intemperie con un saco y una pollera.
El camión de la leña sigue su camino. Es un armatoste celeste que tiene los frenos gastados. Hay que empujarlo para que arranque. Los repartidores viajan atrás, sobre la pila de maderas. El viento parece que los fuera a tirar en cualquier momento.
Casi todo el pueblo depende de esa ayuda para conseguir calor.
"Con el techo de chapa pasa mucho el frío. Pero se aguanta", cuenta, mate en mano, Lucas Guerra.
Acaba de juntar su ración de leña. Trabajaba en el campo con las ovejas antes de que la lana perdiera valor. Hoy, su economía depende de una pensión.
"No queda otra que quedarse cerca de la cocina, salir poco y esperar el verano", explica.
Un consejo que todos conocen aquí, porque las calles de tierra están casi siempre vacías.
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Un cartel oxidado recibe a los que visitan Maquinchao. "Bienvenidos al corazón de la Línea Sur", reza.
Así se conoce la región, que creció a la par de las vías del ferrocarril que une Viedma con San Carlos de Bariloche, a través de la estepa patagónica.
Alrededor de cada estación nacieron, a principios de siglo, pueblos llamados a gestar el milagro argentino. La lana se exportaba a buen precio y el tren la llevaba hacia el puerto.
Pero el mercado cambió. "Desde hace años, la lana vale poco y nada. Nos está costando mucho subsistir", indica el intendente local, José Luis Zgaib.
Ese factor más las grandes sequías de los años setenta marcaron el principio del éxodo que sufrió Maquinchao.
No hay industrias y el campo es la única fuente de ingresos. El desempleo llega al 40 por ciento, según el intendente.
"Siempre fue difícil. Cada vez que cae nieve se nos mueren las ovejas, los campos quedan aislados y la gente se enferma. Pero ahora es terrible, perdemos plata", señala Andrés Sierra, un productor que tiene 2500 cabezas de ganado.
Afuera se escucha el tren. Es jueves, de noche. No volverá a pasar hasta la semana próxima.
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Maquinchao es uno de esos pueblos en que todavía funcionan los teléfonos anaranjados de Entel. Hay un solo taxi y dos restaurantes. Alguna vez tuvo dos canchas de paddle.
Médicos, supo tener tres. Uno de ellos se enfermó y tuvo que irse del pueblo. Los otros dos son Raúl Claveri y Margarita Martínez. Atienden en el hospital local y están de guardia un día cada uno.
Pero resulta que Claveri y Martínez son marido y mujer, y un problema familiar hizo que tuvieran que alejarse y partir hacia Buenos Aires por un tiempo.
Ahora atiende un médico suplente que vino de la cercana ciudad de Ingeniero Jacobacci. Duerme en una sala del hospital.
"El frío hace que tengamos muchísimos enfermos. Hay 1000 consultas por mes -relata la directora del centro de salud, Graciela Olonris-. Hay mucha gente con bronquitis y también, casos de hidatidosis, una enfermedad difundida por las ovejas."
Llegan muchos pacientes de los campos, quebrados por el frío. Quedan internados. Allí hay una caldera que funciona con gasoil.
No ocurre lo mismo en las cuatro escuelas, que tienen calefacción de leña.
"Este año hubo que suspender las clases una semana por falta de madera", informa el intendente.
Sólo los que viven en el frío entienden cuán importante puede ser una fuente de calor para mantener el cuerpo en movimiento y preservar sus funciones.
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"A los que mantienen vivo el sueño de los pioneros", dice el letrero clavado en la plaza Aimé Paine, al lado de la estación.
Don Mario, un maestro de escuela rural jubilado, es uno de ésos. Llegó a Maquinchao hace 32 años desde San Luis y jura que no se irá nunca más.
"La gente me pregunta qué le veo a esto, por qué no me voy. Yo conocí la buena época y me enamoré de este lugar. Acá se vive en paz, no hay otra explicación", declama, mientras apura un vaso con whisky en El Abuelo, el único reducto abierto a la medianoche.
El ganadero Sierra asiente: "Yo nací acá. Cuidar ovejas es lo único que sé hacer. Me voy a morir acá, aunque mis hijos se hayan ido y hoy estemos mal. Acá amamos nuestra tierra".
La nostalgia se apodera de la conversación. Comienzan las anécdotas. Se habla de éxitos, fracasos, amores, injusticias y esperanzas. Empieza a entenderse a los que dicen que en este lugar el frío es lo de menos.
Datos
2034 Es la población que actualmente tiene el pueblo de Maquinchao.
4100 Era la población que tenía en 1970, antes de que comenzara el éxodo.
-27° Es la temperatura más baja de este año.
-38° Es la marca histórica, que se alcanzó en el invierno de 1991.
40% Es el porcentaje de desempleo que afecta a los habitantes del pueblo.
34,9% Alcanza el nivel de desertificación de suelos en la zona de influencia.