En Los Piletones, todos festejaron
En el comedor de Soldati, alrededor de mil chicos disfrutaron de una obra de títeres y recibieron presentes
El comedor Los Piletones, en Villa Soldati, no figura en ningún mapa ya que para llegar hay que sortear calles de barro repletas de pozos y desprovistas de nombres. Según las indicaciones de su página web, está situado en Plumerillo 3995, pero esa calle termina mucho antes y se convierte en un camino angosto y difícil de transitar, donde muchas casas carecen de números.
Pese a lo complicado que es acceder al lugar, 1500 chicos y adultos acuden todos los días para alimentarse, y una gran parte de ellos se dieron cita ayer para festejar el Día del Niño y recibir los regalos que habían donado colaboradores privados y el gobierno de la ciudad.
Los niños, sentados en bancos, rodeados de globos, regalos y dibujos pintados en las paredes (tan asiduos de este lugar como ellos), aguardaban el comienzo de una obra de títeres. Mientras tanto, las señoras que ayudan a Margarita Barrientos, fundadora de Los Piletones en 1996, preparaban el almuerzo para los que hacían fila afuera y aguantaban las bajas temperaturas que se registraron ayer en la ciudad.
Margarita, madre de 12 hijos, siempre anda ocupada y ayer no fue ninguna excepción. "Te quería felicitar por este lugar, es espectacular", le dijo un joven, emocionado tras su primera visita al comedor. "Muchas gracias", respondió Margarita, quien atiende a todos con la paciencia de un orfebre, con voz delicada.
"En cinco minutos comenzamos", anunció un cocodrilo pícaro que, de repente, asomó la cabeza desde detrás de las cortinas del teatrito, y apenas había terminado la frase los niños se apresuraron a entrar. El cocodrilo se autodefinió como la estrella del espectáculo, pero a ninguno de los comensales le cabía duda de que ese papel lo desempeña Margarita desde hace 15 años en uno de los barrios más carenciados.
"Son los mismos chicos que vienen todos los días con sus padres. Muchos están desde muy temprano y yo tengo la ilusión de que los regalos alcancen para todos", aclaró Margarita, sentada delante de un mural que mostraba a cuatro chicos bajo el lema "Por un futuro con amor".
A medida que se iba desarrollando la obra, una pareja y sus dos hijos entraron con obsequios para los niños. Venían cargados de juguetes usados con la esperanza de que nadie se quedara con las manos vacías en el Día del Niño.
Diego Genin y su mujer, Cecilia, de Vicente López, se enteraron de la iniciativa por una amiga que les mandó un mail para informarles que estaba juntando juguetes para llevar a Los Piletones. "Al final juntamos tantos juguetes con mis amigas que me dije: «¿Por qué no los llevamos nosotros?» -contó a La Nacion Cecilia-. Así vemos la obra con nuestros hijos y conocemos otra realidad."
Cuando finalizó la obra, los chicos desalojaron el viejo galpón tan rápido como habían entrado para formar fila, ansiosos por saber qué tipo de sorpresa los esperaba. Afuera se veían más locales de la Fundación Barrientos: un centro de salud, una clínica médica y una farmacia.
"¡Cuántos chicos!", gritó un niño que acompañaba a sus papás a donar, y juntos veían cómo los chicos del barrio y sus alrededores aceptaban osos de peluche, pelotas, juegos de mesa, muñecas... Y no perdieron el tiempo para ponerse a jugar. Entre pelotazos y risas traviesas, una pequeña avioneta de plástico sobrevolaba los techos de chapa, propulsada por el hondazo que le había pegado el flamante dueño del juguete y una sonrisa brillante en el Día del Niño.