En la UBA: cómo es el primer simulador en el que estudiantes de Farmacia se entrenan en la producción de medicamentos
Es una práctica curricular obligatoria en el último cuatrimestre de la carrera que la facultad de esa disciplina implementa desde este año
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Desde cero. Así empieza el paso a paso de la producción de fármacos que los estudiantes del último año de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA) van siguiendo en las estaciones del simulador de una planta donde podrían trabajar una vez que egresen. Se trata del Laboratorio de Formación y Desarrollo en Tecnología Farmacéutica (Latefa), que los docentes describen como un área “de aprendizaje avanzado y realista” en el final de la carrera.
“Simula la producción de medicamentos desde la llegada de la materia prima hasta el proceso de control de calidad. Nos permite generar un entorno adecuado para el aprendizaje. Es único en el país por sus características y esperamos que sea referente en la formación de grado en América Latina”, explica Pablo Evelson, decano de la facultad.
El lugar está ubicado en el segundo subsuelo del edificio sobre la calle Junín al 900. Un cartel indica el acceso. Lo primero que aparece es un aula donde los estudiantes repasan con los docentes las tareas en la planta. Está el depósito de materias primas y el área de lavado. Ahí comienza el corredor que lleva al resto de las áreas de trabajo.
Hay equipos propios, que ya estaban disponibles en la facultad, y otros donados por la industria farmacéutica cuando hay una actualización de la tecnología. Lo que los caracteriza es que se puede ver cómo opera cada uno para la elaboración de medicamentos sólidos. En el área de compresión, por ejemplo, un equipo de los que se operaban manualmente convive con uno automatizado. “El principio no deja de ser el mismo y los estudiantes aprenden de ambos”, dice Viviana Mouriño, profesora asociada del Departamento de Tecnología Farmacéutica e investigadora del Conicet. Coordina el Latefa con Marcelo Nacucchio, presidente de la Academia Nacional de Farmacia y Bioquímica y profesor titular de la cátedra de Tecnología Farmacéutica II.
El equipamiento, según explica la docente, que guía el recorrido por el laboratorio, se puede escalar para la capacitación de posgrado, poner a prueba la viabilidad de un desarrollo hecho en la facultad o como un servicio para instituciones o empresas que así lo requieran. “Faltan farmacéuticos. Hay pleno empleo”, señala Evelson. El campo de incumbencia de la profesión va desde las farmacias de hospitales y otros centros de atención a registros regulatorios o la dispensa, que es como más se conoce al farmacéutico. La mitad de los estudiantes de la FFyB que hicieron las pasantías hace un año, están contratados, según detalla el decano.
Diez alumnos toman nota o sacan fotos con el celular al final del corredor, en el área de granulación. “¿Dudas hasta acá?”, pregunta al grupo Julieta Imperiale, jefa de Trabajos Prácticos de Tecnología Farmacéutica. Toma 100 gramos del material que simula ser el ingrediente activo para comprimidos y avanza en el proceso al análisis de la distribución de esas micropartículas por una torre de tamices.
“Podemos conocer cómo funcionan las máquinas y cómo usar cada elemento. Semana por medio, con seminarios, venimos al laboratorio. Lo mismo que vemos en teoría, lo ponemos en práctica”, dice Matías Peñalba, uno de los estudiantes del grupo. Tiene 26 años y cuenta a LA NACIÓN que, una vez recibido, quiere especializarse en farmacología industrial y hospitalaria. “Quiero hacer las prácticas el año que viene en farmacología industrial”, comenta.
María Silvina Palavezzati tiene 51 años, es bioquímica y volvió a la facultad para graduarse, ahora, como farmacéutica. “Siempre se aprende muchísimo más haciendo algo práctico y viendo lo que más se asemeja a lo real. Con la teoría se puede adquirir mucho conocimiento, pero no se compara con lo que se suma con la práctica. Enriquece mucho más”, señala. La dermocosmética, dentro de la industria farmacéutica, es lo que le atrae como nueva opción laboral, además de la esterilización de productos médicos, que es un campo en el que ya trabaja.
En otra de las áreas del Latefa, Diego Ruibal, ayudante de trabajos prácticos, está por terminar con otro grupo. “Les gusta mucho [a los estudiantes] venir al laboratorio porque no es lo mismo leerlo de un libro que encontrarse con el equipo, verlo en tres dimensiones y poder preguntarle a un docente. Van metiéndose en el interior del equipo y van haciéndose preguntas”, relata Imperiale, mientras su grupo pasa a otra área de simulación.
A la vez, los docentes les transmiten experiencia a los estudiantes, ejemplos cotidianos. “Muchos alumnos trabajan ya y muchos lo están haciendo en la industria. Esta materia es dirigida y los ayuda a comprender el por qué. En esta materia integran conocimientos de toda la carrera, desde fisicoquímica hasta farmacología, tecnología y podemos seguir”, continúa la docente.
En las evaluaciones se les plantean situaciones prácticas que tienen que resolver, lo que también apunta a lograr rapidez en la toma de decisiones o soluciones de acuerdo con hojas de ruta o protocolos que hay que seguir para elaborar diferentes formas farmacéuticas, de acuerdo con la población que la usará o la enfermedad a tratar, entre muchas variables más.
Este paso a paso de la producción de medicamentos se incorporó en la FFyB este año como práctica curricular obligatoria para los estudiantes que están en el último cuatrimestre de la carrera. Cada clase, dura tres horas. Replica, según comenta Mouriño, las tareas de un profesional en un laboratorio farmacéutico de un hospital, recetas magistrales o la industria.
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