En la bisagra, por Nicolás Salvarrey
Así lo ve el psicólogo y periodista, co-conductor de Perros de la calle (radio Metro)
Bienvenidos al fin de la era del macho. Los fines de las eras viejas y los comienzos de las nuevas suelen ser difíciles para los afectados, que tienen que hacer el esfuerzo de adaptarse a otros principios, otros valores, otras estéticas y otras éticas. Por eso es que nosotros, seres de transición, seguimos todavía con un pie en el pasado y otro en el futuro. Ya no nos avergüenza contar en público que nos recortamos el vello púbico, pero seguimos usando “puto” como un insulto. Ya no le tememos al rosa para vestirnos, pero tampoco le regalamos ropita rosa al bebe varón recién nacido de un amigo. No nos molesta que sean las mujeres las que manejan, pero seguimos pensando que estacionamos mejor que ellas. Predicamos la igualdad, vamos a la marcha del orgullo gay con la frente bien alta, defendemos los derechos de las mujeres, pero seguimos viviendo en una sociedad que nos privilegia y no nos cae tan simpático ser el que menos gana de la pareja. Las cosas propias de los machos de antes se están mezclando de a poco con las cosas nuestras de ahora. Nuestras, digo, porque no sé con qué palabra bautizarnos.
La virilidad como tal es un concepto que nos está empezando a quedar algo arcaico. Si bien es cierto que sigue habiendo cierto consenso alrededor de qué actividades son “de hombre” y qué actividades son “de mujer”, esa frontera es cada vez más borrosa y el área del medio, cada vez más amplia. Cada vez son más las mujeres que juegan al fútbol y cada vez más los hombres que se animan al fútbol mixto. Yo soy uno de ellos y permítanme, si leyeron esta última frase con una mueca de sorna, que se los recomiende.
Estamos entrando a un mundo nuevo. Es razonable que a muchos les cueste adaptarse, y a veces los ya adaptados son muy severos. Tenemos que entender que las bisagras entre épocas son tiempos para ajustar y calibrar algunas tuercas que ya están rígidas por el óxido, y que a veces el mejor lubricante es la paciencia. Cortar el lazo entre los genitales con los que uno nació y el estilo de vida que uno debe llevar parece ser la ruta más sabia que podíamos elegir. Si es cierto que manejamos mejor que las mujeres, deberíamos recorrerla con prudencia y responsabilidad, y llegar al destino intactos.