En España, hay stands para testear las drogas
En las grandes raves cuentan con equipos de análisis químico para conocer su composición
MADRID.- Realismo a ultranza: si frenar el consumo masivo de drogas en las fiestas electrónicas se antoja casi imposible, al menos hay formas de descubrir a tiempo sustancias adulteradas que implican un peligro inminente para la salud.
El paisaje de las grandes raves en España incluye desde hace años stands de asesoramiento que cuentan con equipos de análisis químico para que los asistentes testeen las drogas que piensan consumir y conozcan, en media hora, la composición básica de lo que les vendieron.
Puede identificarse por ejemplo si una pastilla que en teoría es de éxtasis contiene alta concentración de PMMA, una sustancia que en dosis elevadas puede producir efectos letales y que, según se sospecha, circuló entre las víctimas de la trágica Time Warp en Costa Salguero.
"Hay un enfoque centrado en la prevención y otro en la atención al adicto. A nosotros nos interesa trabajar en la franja intermedia de gente que ya consume y que no presenta problemas evidentes de salud", explica Claudio Vidal, uno de los coordinadores del programa Energy Control, el más activo de los que trabajan en políticas de "reducción de daños" asociados al consumo de drogas.
Energy Control depende de la ONG Asociación Bienestar y Desarrollo y funciona desde 1997, en los inicios del boom de las fiestas electrónicas. Hoy tiene sede en cuatro regiones (Madrid, Cataluña, Andalucía y Baleares), cuenta con financiamiento del Ministerio de Salud de España y ha obtenido la mención de honor del Premio Reina Sofía contra las Drogas, que concede la Cruz Roja.
El trabajo in situ es una de sus principales misiones. En las carpas que, en coordinación con los organizadores, instalan en el interior de los recintos donde se celebran las fiestas electrónicas o en grandes discotecas se llegan a hacer hasta 400 análisis rápidos de sustancias por noche.
Las atienden voluntarios que ofrecen a quienes se acercan un trato "de colaboración y franqueza", cuenta Vidal. Se les da orientación, se reparten folletos informativos sobre cómo limitar el peligro ante la ingesta de drogas -dosis, hidratación, síntomas- y ofrecen controles de alcoholemia.
"Sabemos que estamos tratando con gente adulta que tiene decidido consumir -indica Vidal-. Les damos información objetiva sin apuntes morales. Las drogas ilegales están en manos de un mercado negro, muy opaco, al que es necesario controlar de alguna manera."
Energy Control ofrece también un servicio gratuito de análisis exhaustivos de drogas en los laboratorios que tienen en Madrid y en Barcelona. Otra asociación radicada en el País Vasco -Ai Laket- actúa de forma similar. A quienes se acerquen a sus oficinas a dejar muestras de las sustancias que hayan comprado se les entrega al tiempo un informe detallado cualitativo y cuantitativo de sus componentes. No se les pide nombre, sino un seudónimo.
"Es una herramienta que ayuda al consumidor y a nosotros nos sirve para monitorear el mercado, descubrir potenciales peligros en lo que está circulando y poder lanzar alertas a tiempo", añade Vidal.
Estudian unas 5000 muestras al año. Según sus estadísticas, los mayores niveles de adulteración se dan en la cocaína y en las anfetaminas; no tanto en el éxtasis. Aun así, las ahora famosas pastillas rosadas con el logo de Superman circularon también en Europa. La hipótesis más aceptada es que sus productores pretendían hacer éxtasis (MDMA), pero usaron un producto adulterado que ni ellos dominaban: la parametoximetanfetamina o PMMA.
Las asociaciones como Energy Control y Ai Laket aconsejan en sus folletos interrumpir inmediatamente el consumo de cualquier droga que no produzca el efecto esperado. Es una señal de adulteración que puede derivar en riesgos graves.
El análisis de la información más reciente de los laboratorios de estas entidades revela dos fenómenos preocupantes sobre el mercado de drogas, al menos a nivel europeo: la circulación de pastillas con cantidades de éxtasis potencialmente peligrosas y la proliferación de nuevas drogas que no aparecen en las listas de sustancias prohibidas, que en general intentan imitar un producto popular pero con químicos más potentes y efectos más negativos.