"En el trabajo me siento rehén de mi buen puesto"
“Yo era prácticamente una ‘nacida y criada’ en la empresa de Liliana.” Florencia le tenía mucho aprecio a su jefa. Liliana había sido docente suya en la Facultad, la había guiado en el trabajo de investigación final para que se recibiera y le había ayudado a conseguir su primer empleo en la consultora de Recursos Humanos en la que Liliana trabajaba. Al año de trabajar juntas en esa empresa, Liliana fundó su propia consultora y convocó a Florencia para que se fuera con ella.
Liliana también apreciaba mucho a Florencia: había sido una buena alumna, aplicada y resolutiva, y había aumentado esas cualidades en su etapa de joven profesional. Rápidamente Florencia pasó a ser su mano derecha. “Teníamos mucha afinidad. No necesitábamos decirnos demasiado para entendernos frente a un cliente o cuando evaluábamos candidatos para un puesto”, recuerda Florencia. A lo largo de los diez años que trabajaron juntas la consultora se amplió; ya eran veinte empleados y sus clientes, empresas grandes nacionales y multinacionales.
Como consecuencia de su crecimiento Florencia empezó a sentir la necesidad de probarse en otro ámbito. Se consideraba una buena profesional, pero quería comprobar cuánto de eso dependía de la relación con Liliana y cuánto, en cambio, tenía que ver con quién era ella misma a sus 35 años. “Sentía que Liliana me conocía demasiado y además, en un punto, aunque me tratara muy bien, me seguía viendo como aquella estudiante que fui y no la profesional consolidada en que me había convertido.”
En ese contexto, la llamaron de una empresa para la cual había hecho una búsqueda laboral hacía un par de años. Le ofrecieron la gerencia de Recursos Humanos. A Florencia le encantó la posibilidad no solo porque le permitía conocerse a sí misma en otro espacio laboral sino porque se trataba de un grupo editorial, y ese sector a ella siempre le había interesado. Quien ocupaba ese puesto originalmente acababa de tener un hijo y decidió que después de la licencia no volvería. El grupo editorial ya había contratado a una persona por los tres meses de la licencia pero querían para después de ese período a alguien con el perfil de Florencia.
“A los pocos días en que me llamaron me decidí a aceptar y en seguida le dije a Liliana que iba a tomar ese empleo. Se lo comenté mientras íbamos a ver a un cliente. Ella se sorprendió; me dijo que lo habláramos después más tranquilas. Pero nunca se hizo un rato para eso. Solo me dijo que se alegraba por mí pero no por ella. Al día siguiente me dijo que para reemplazarme no iba a ascender a alguien del equipo sino contratar a alguien de afuera.” Tenían dos meses y medio para que Florencia dejara todo en orden y alguien capacitado en su lugar.
Pasaron un par de semanas y no veía que Liliana estuviera intentando encontrar a alguien. Florencia le preguntó si quería ayuda en la búsqueda y Liliana le dijo que no hacía falta. Dos semanas después le preguntó nuevamente: “¿Ya sabés a quién vas a contratar?”. Liliana le respondió que había pensando en alguien pero no resultó y que ahora sí por favor la ayudara a buscar. Florencia le presentó a tres candidatos con mucho potencial. Ninguno le gustó a Liliana. Diez días antes de la fecha de salida, Liliana le pidió que se quedara otro par de meses. Florencia le dijo que la dejara pensarlo hasta el día siguiente. Al inicio de la jornada Liliana le dijo, sonriendo: “Seguro que ya decidiste que no vas a dejarme en banda, ¿no?”. No. Florencia se negó y le explicó que el grupo editorial no iba a esperarla más y porque no veía que Liliana hiciera un esfuerzo de su parte para que ella pudiera irse bien. Le temblaban las piernas. Liliana le dijo que se sentía defraudada.
Florencia se terminó yendo sin haber capacitado a nadie para ese puesto que ella había disfrutado tanto. El equipo le organizó una amena celebración de despedida. Su jefa salió solo un ratito de su oficina para estar con ellos; dijo algunas palabras muy sentidas sobre Florencia y le deseó lo mejor.
Un año a partir de entonces no estuvieron en contacto. Pero en un momento, desde su nuevo puesto, Florencia necesitó cubrir una vacante en el grupo editorial y sabía que la mejor consultora para eso era la de Liliana. Así que la llamó. Se saludaron con cariño, se preguntaron por sus vidas y se pusieron a trabajar sobre la vacante que había que cubrir. Antes de cortar, Liliana le dijo que se había dado cuenta de que no había tenido una buena actitud y le agradeció que siguiera contando con su consultora.
¿Cómo irse bien de un trabajo?
Las claves para no pasar por lo que pasó Florencia son, para la asesora enproyección laboral Mercedes Korin, básicamente tres:
“Cuando uno se está yendo de un buen trabajo por decisión propia, lo mejor es tratar que la situación sea lo menos desgastante y lo más prolija posible. Esto implica, primero, informar la salida hay en un momento tranquilo y sin terceros que nada tengan que ver. Segundo: poner una fecha de salida concreta; que no sea de un día para el otro, pegando un portazo; en lo posible, un par de meses. Tercero: mostrar buena voluntad, ofreciendo buscar una persona de reemplazo o capacitando a alguien”.
“Pero hay que asumir que las posibilidades de irse bien no están solo en manos de quien se va, sino que también están relacionadas con la actitud del jefe. No toda la gente es evolucionada como para aceptar el crecimiento de los otros y, más que agradecer por los años compartidos, muchos piensan sobre todo en el problema que se les arma cuando alguien va o no creen que alguien realmente se quiere ir, ¡o tal vez ellos mismos también quisieran irse y nos les gusta que otra persona lo esté logrando! Por eso es importante hacer todo lo que esté al propio alcance y que la tranquilidad pase por tener uno mismo la mejor actitud, más allá de cómo lo tome la otra persona”.
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