En el avión de Enrique Piñeyro: abrazos y lágrimas, la emocionante llegada al país de cinco ucranianos desplazados por la guerra
Arribaron esta noche a Ezeiza, gracias al proyecto de la ONG Solidaire; en el aeropuerto los esperaban sus familiares
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Eran alrededor de las 20 cuando llegó a la terminal FBO Vip Club de Aeropuertos Argentina 2000, en Ezeiza, Larisa, una ciudadana ucraniana de 51 años. Con un ramo de flores y sin poder evitar derramar lágrimas de emoción y nervios, esperaba que aterrizara el vuelo de la ONG Solidaire, a cargo del director de cine y piloto Enrique Piñeyro. En el avión llegaron Iryna Vetnska, Bogdan Golovchak y Alina Sirenova y sus dos hijos, de 2 y 7 años; cinco ciudadanos ucranianos que fueron desplazados por la guerra, y que lograron viajar desde Polonia a España, desde donde partió el vuelo.
Larisa esperaba a su madre, Iryna Vetnska, de 76 años, que de los cinco es la única que tiene residencia permanente en la Argentina. “Llevamos esperando tanto este momento… Vi a mi madre por última vez hace cinco años, en 2017, que vino de visita a Buenos Aires. Pero después llegó el Covid y luego, la guerra”, relató la mujer a LA NACION.
A su lado, impacientes, estaban sus dos hijas, nietas de Iryna, Lilia, de 30 años, y su hermana, de 11. “Me llamó el 24 de febrero con un ataque de pánico por los bombardeos. Aguantó un poco porque tenía todo allá, su casa, su vida. Estuvo refugiada en el subte y le dio fiebre por dormir en el piso. Al fin, logró llegar a la casa de una conocida en Járkov y después no sabía qué hacer. Cruzó la frontera a Polonia en ómnibus y allá la refugiaron, hasta que pudo venir aquí”, apuntó la joven.
Las tres mujeres no podían evitar asomarse repetidamente por el vidrio a través del que se veía el control de las valijas. “¡Allá viene!”, expresó la más chica y todas corrieron a abrazar a Iryna, que lloraba de emoción. “No pensaba que iba a llegar, por mi edad y por muchas cosas. Es mejor vivir en una ciudad distinta que bajo los bombardeos”, describió. Larisa, a su lado, expresó: “Pero llegamos”. Lo dijo, mientras besaba la frente a su madre.
Tras Iryna, Alina, de 27 años, otra de las pasajeras, cruzó las puertas de salida de la terminal, junto a su hija menor en brazos y a su hijo mayor, de la mano. Illya Bezsonov, el primo de su marido, estaba esperándolos junto a su esposa, Tatyana Krivenjo. Solo se conocían por videollamada, pero estaban muy emocionados ante su llegada.
“Mi primo me pidió que viniera a buscar a Alina y se quedará en nuestra casa. Él, mientras, se quedó como voluntario en Ucrania, entregando medicamentos y comida a quien lo necesite. Mi casa está abierta y en ella nadie va a pasar hambre ni le va a faltar apoyo”, señaló.
Y agregó: “Los rusos y los ucranianos estuvimos siempre muy unidos y nadie puede explicar lo que está pasando. No se debe pelear por la nacionalidad, es terrible”.
Alina, emocionada, expresó: “Mis chicos están bien, durmieron un poquito en el avión, aunque los tres estamos muy cansados. Pensé que iba a ser un viaje más largo, pero la amabilidad y la ayuda de las personas que viajaron con nosotros fue enorme. Mi marido se quedó allá, no puede viajar porque está dentro del servicio militar”.
“Soñamos con poder en el futuro volver y reconstruir Ucrania”, apuntó Tatyana.
Los cuatro ciudadanos, a diferencia de Iryna que cuenta con residencia permanente en la Argentina, llegaron en calidad de turistas y se les otorgará la residencia y podrán tramitar la visa humanitaria, explicaron fuentes de la Dirección Nacional de Migraciones a LA NACION.
Los cinco llegaron en el Boeing 787 de Piñeyro, que puso al servicio de misiones humanitarias. De hecho, el expiloto de Lapa, médico y actual emprendedor gastronómico se alió con Open Arms, un ONG española, para ayudar a paliar el drama de los más de dos millones de desplazados que, al momento, dejó la guerra en Ucrania.
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