En dos años, la Argentina podría contar con cerdos modificados genéticamente para trasplantar sus órganos a humanos
En enero pasado, en Estados Unidos, se hizo el primer xenotrasplante de un corazón modificado genéticamente de un cerdo a un hombre con una gravísima enfermedad cardíaca
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“Sí, es posible. Todo dependerá del apoyo, del financiamiento con que cuenten”. Es una frase que merece ser tenida en cuenta. Porque así respondió Muhammad Mohiuddin cuando le preguntaron si creía que en la Argentina podrían trasplantarse órganos modificados de cerdo a seres humanos. Y Mohiuddin sabe bien de qué se trata: es el cirujano que por primera vez en la historia trasplantó el corazón humanizado de un cerdo a un hombre condenado a morir por una gravísima enfermedad cardíaca, en los EE. UU.
Durante una conferencia de la Sociedad Argentina de Trasplantes (SAT), Mohiuddin, que es de origen paquistaní, respondió preguntas sobre lo que ya se considera un hito en la historia de la medicina: el primer xenotrasplante del corazón modificado genéticamente de un cerdo a un ser humano, que late en el pecho del receptor (David Bennett, de 57 años) desde el 7 de enero. Por primera vez, fue posible demostrar que no había rechazo inmunológico entre el órgano trasplantado y el organismo humano.
Además de todo el saber científico que implica, esta cirugía excepcional llevó un prolijísimo proceso de autorizaciones de la Food and Drug Administration (FDA, por su sigla en inglés), la autoridad regulatoria de los EE. UU. en medicamentos y alimentos, que demoró varios meses con marchas y contramarchas, y una inversión que ni siquiera el mismo Mohiuddin se animó a calcular. “Costó 1,5 millones de dólares, sin incluir al cerdo (desarrollado por la empresa Revivicor), que no sabemos cuánto vale, pero sí que son varios cientos de miles de dólares. Esto no está incluido en ningún seguro médico. Tomó la decisión de pagarlo el hospital (de la Universidad de Maryland).”
En nuestro país son varios los frentes en los que se trabaja rumbo a los xenotrasplantes, de decir, trasplantes de órganos de una especie animal a otra. Se considera una alternativa para solucionar la escasez de órganos para donación.
El Observatorio Mundial de Trasplante indica que menos del 10% de las demandas de órganos para trasplante son posibles de satisfacer. En la Argentina, el Incucai dijo a LA NACION que esa cifra llega al 25%, pero eso no soluciona la falta de órganos. En 2021, se realizaron 1806 trasplantes. Actualmente, esperan un trasplante de órganos 7122 personas en el país.
Qué pasa en la Argentina
Sin órganos de animales modificados para parecerse lo más posible a los del ser humano no hay xenotrasplante imaginable. ¿Y cuánto falta para eso?
“Para ser pesimistas, lo planteamos a dos años”, dice Adrián Mutto, director del Laboratorio de Biotecnología de la Reproducción y Mejoramiento Genético Animal del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Allí, trabajan sobre líneas celulares de cerdos libres del retrovirus endógeno porcino (PERV), incorporando otros genes y editándolos con el método Crispr-CAS9 (las “tijeras moleculares” que permiten cortar y pegar material genético). El objetivo es generar embriones de esos cerdos con siete mutaciones, por clonación, y luego transferir esos embriones a cerdas receptoras buscando la preñez.
“No tardaremos más de dos años”, coincide Rafael Fernández y Martín, biólogo e investigador del Conicet del Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la UBA, dirigido por Daniel Salamone. En ese laboratorio editan embriones de cerdos de una sola célula con cuatro modificaciones genéticas (tres de ellas iguales a las de Maryland; otra diferente) y con los embriones modificados (obtenidos por clonación o por fecundación in vitro) buscan lograr preñeces en un plantel de 10 cerdas receptoras.
“No, no estamos lejos de poder trasplantar un órgano animal a una persona”, arriesga Ariel Pereda, doctor en Ciencias Veterinarias y Coordinador del Programa Nacional de Salud Animal en el INTA.
“Los xenotrasplantes no son una idea nueva —asegura―. Acá tenemos la gente formada y también se puede generar la infraestructura para contar con granjas bioseguras y criar cerdos libres de enfermedades. Lo que falta es financiamiento. Es una inversión de riesgo, pero con un impacto muy alto”.
Para Alejandra Villamil, presidenta de la Sociedad Argentina de Trasplantes (SAT), el panorama es alentador, pero es más cauta. “Es un hito, no hay dudas, pero nosotros tenemos una veta eufórica que debemos dominar —afirma—. Estoy en muchos grupos médicos vinculados a trasplantes y puedo asegurar que desde que se conoció la noticia de Maryland parecería que fuéramos a estar poniendo órganos de cerdo mañana. Hay que esperar mucha más experiencia de afuera. Pensemos que en EE. UU. fue algo completamente excepcional, así que imaginemos cómo sería entre nosotros”.
Cerdos, insulina y diabetes
Ariel Pereda explica que entre el cerdo y el humano existe compatibilidad en el tamaño, forma y función de los órganos. “Además, es un animal fácil de criar, en cada camada nacen un montón de lechones y se puede trabajar su genoma agregando o quitando genes o editándolos. El corazón de cerdo que se trasplantó al paciente en Maryland tenía 9 modificaciones”.
La insulina del cerdo, agrega Pereda, es muy parecida a la del ser humano. Y sobre esto trabajó Adrián Abalovich, coordinador del Capítulo de Xenotrasplante de la SAT, médico cirujano y Jefe de Emergencias del hospital Eva Perón en San Martín, quien entre 2011 y 2013 realizó en nuestro país un ensayo clínico experimental que todavía hoy da sus buenos frutos: trasplantó células productoras de insulina a 22 pacientes diabéticos.
“Fue el segundo trial de xenotrasplante de células bajo regulación en todo el mundo —evoca Abalovich—. Primero trabajamos en perros diabéticos. Tuvimos un chihuahua al que le trasplantamos islotes de Langerhans (células productoras de insulina) encapsulados para evitar el rechazo y el perrito no necesitó más insulina durante un año. Luego lo hicimos en diabéticos a quienes les resultaba muy difícil controlar sus niveles de glucemia. En seguridad nos fue muy bien. En eficacia, la mitad mantuvo su glucemia en rango, algo no tan fácil de lograr en casos de diabetes lábil, como sufrían estos pacientes. Hoy, 10 años después, la mitad de ellos sigue teniendo un excelente control de la glucemia. No continuamos por falta de financiamiento. Pronto esperamos retomar esta línea de investigación”.
Reglas y dilemas
La posibilidad de hacer xenotrasplantes no se agota en cerdos modificados o “humanizados”. Es un procedimiento que demanda rigurosa reglamentación. Desde noviembre de 2020, funciona en el país una Mesa de Coordinación en Xenotrasplantes a cargo de Dalia Lewi, directora nacional de Bioeconomía de la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Lewi también coordina la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (Conabia).
Desde sus funciones, convocó a especialistas para el abordaje del xenotrasplante. “Hay expertos en cuatro áreas: desarrollo científico, bioseguridad, comunicación y bioética —explica Lewi—. Son unas 10 personas por grupo. Hay representantes del Ministerio de Ciencia, de la Anmat, del Conicet, del Senasa, de la Facultad de Agronomía de la UBA, de la UNSAM, de la SAT, del Inta, de la Fundación Favaloro y de la Asociación Argentina de Ciencia y Tecnología de Animales de Laboratorio (Aacytal). Es un trabajo ad honórem, interdisciplinario e interinstitucional y hemos tenido ya varias reuniones”.
El Incucai, por el momento, no ha sido convocado “pero va a participar”, aseguró Lewi. El hecho de no haber sumado a la Mesa de Coordinación de Xenotraplantes a este organismo preocupó a algunos especialistas. “Nos llamó poderosamente la atención que no formara parte —expresa Alejandra Villamil, presidenta de la SAT—. Hay una discusión de fondo, que es determinar si el xenotrasplante es un procedimiento, en cuyo caso el órgano regulador debería ser la Anmat, o un trasplante, en cuyo caso sería competencia del Incucai. Pero creemos que el Incucai debería estar involucrado desde ahora porque además no es ninguna máquina de entorpecer, sino todo lo contrario”.
Lewi considera que en Argentina podría hacerse un xenotrasplante “dentro de dos o tres años”, y que los estándares locales pueden compararse a los de la FDA “en cuanto a normativas y bioseguridad”. Sobre los capitales necesarios, no los ve como una limitación. “Los desarrollos hasta ahora son con fondos públicos ―dice—, pero posiblemente haya otras empresas que vayan sumándose. Ya existe una start up en Agronomía, por ejemplo”.
Las cuestiones bioéticas no pueden dejar de contemplarse: para usar el corazón o los riñones de un cerdo modificado (los órganos que más se necesitan) hay que sacrificar al cerdo. Manuel Martí, presidente de la Unión Vegana Argentina, considera que en lugar de pensarse a los cerdos como proveedores de órganos o alimento sería mejor educar a la población para alimentarse correctamente y eliminar o disminuir así muchas enfermedades que pueden demandar la necesidad de un trasplante.
“Yo no sé si aceptaría el trasplante con un órgano de cerdo a un familiar mío en peligro de muerte —dice Martí—. Me tendría que suceder para evaluarlo. La mayoría no tendría ningún problema porque se come a los animales, por eso pueden promover este tipo de cosas. Pero los animales sienten, y tienen conciencia. En la Argentina un 12% de la población es vegana o vegetariana y una cifra similar es flexitariano, es decir, personas que bajaron exponencialmente el consumo de carnes de todo tipo. La conciencia aumenta, es cuestión de tiempo”.
Adrián Abalovich, que como Jefe de Emergencias del hospital Eva Perón de San Martín se codea día a día con la muerte, dice: “Una cosa es la ideología que brota cuando nos sentamos a tomar un café. Pero cuando el paciente llega y se lo baja de la ambulancia, los familiares se acercan y te dicen: ‘Haga lo que sea, pero sálvelo’. Yo quisiera saber si el que se sienta en un café a hacer disquisiciones aceptaría un órgano de cerdo para salvar a un hijo a punto de morir. Y nadie dice que no. Lo puedo asegurar”.
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