Empieza el juicio a un expolicía porteño por balear en la cara a un joven tras un altercado
Lucas Cabello tenía 20 años cuando, a metros del hogar donde vivía, en La Boca, discutió con un agente que custodiaba una casa; recibió tres tiros que lo dejaron postrado
El 9 de noviembre de 2015, Lucas Cabello salió del hogar de tránsito en el que vivía, en La Boca, para ir a la panadería de la esquina y comprar dos sándwiches de milanesa. En el camino cruzó miradas con el policía que estaba de consigna en el domicilio de al lado. Al volver, comenzó entre ellos una discusión que para este joven de 20 años terminó de la peor manera: con tres tiros que casi lo matan. "Me dejó en silla de ruedas. Me quitó la posibilidad de hacer todas las cosas que me gustaban. Ya no voy a poder cumplir el sueño de llevar a mi hija a su primer día de clase. Me deprimo demasiado, lloro mucho al pensar en eso", cuenta a LA NACION.
El único consuelo que encuentra por estas horas es el inminente juicio contra el efectivo que le disparó tres veces, dejándolo cuadripléjico. "Pido la máxima condena, la mayor cantidad de años que se pueda, este ser humano, porque no lo puedo llamar persona, me arruinó la vida".
El Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 porteño llevará adelante desde el 9 de abril próximo el juicio contra el exagente de la entonces Policía Metropolitana Ricardo Ayala por "tentativa de homicidio agravada por ser miembro de una fuerza de seguridad".
La familia y los abogados de Lucas saben que no fue fácil llegar hasta acá. El juez de primera instancia Osvaldo Rappa había considerado el hecho un "altercado" en el que Ayala "se sintió intimidado y se excedió, siendo imprudente y con un accionar negligente"; por eso, le imputó un "exceso en la legítima defensa".
En su primera declaración, Ayala afirmó que Lucas estaba armado. Pero su versión quedó descartada cuando la División Balística de la Policía Federal confirmó que las tres vainas secuestradas en la escena del hecho habían salido de la pistola reglamentaria del efectivo.
La calificación fue apelada por la querella, representada por los abogados Nahuel Berguier y Gabriela Carpineti y por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin). En enero de 2017, la Cámara de Apelaciones recaratuló el expediente como "tentativa de homicidio agravado". Los camaristas concluyeron que la acción de Ayala "configuró una gravísima violación de los derechos humanos, en tanto se ha vulnerado la integridad física de Cabello con riesgo de su vida mediante la potestad que el Estado le brinda a un agente de una fuerza de seguridad, el monopolio de la fuerza". Además, ordenaron la inmediata detención del policía. Meses después lo liberaron porque "el sostenimiento de la prisión preventiva implicaría un adelanto de la pena".
El policía que disparó tres veces contra Lucas tenía su misma edad, 20 años, y una antigüedad de solo seis meses. Cumplía una consigna en la casa de una mujer que había activado un botón antipánico durante una pelea con una vecina.
"Cuando volvía al hogar -recuerda Lucas- me dijo '¿qué miras?'; yo le contesté y empezamos una discusión normal entre dos pibes de 20 años, pero él tenía un arma en la cintura, gran diferencia. Me dijo que era policía y podía hacer lo que quisiera y yo le dije que si de verdad era policía tendría que estar custodiando un banco, no a dos mujeres que se pelean".
Según el relato de Lucas, convalidado luego por la Justicia, al entrar en su casa se detuvo porque escuchó pasos detrás de él. Al darse vuelta, vio al policía apuntándole. No tuvo tiempo para nada. "A menos de un metro me disparó a la cara y me desplomé. Esa primera bala entró y no salió. Después me explicaron que al ser una distancia tan corta la bala no toma fuerza. Hasta el día de hoy la tengo encapsulada en el cuello. Los médicos no se animan a sacarla porque hay riesgo de muerte", dijo.
El daño fue irreparable. El proyectil le ingresó por el mentón, le fracturó la mandíbula y dos vértebras y por poco no le cortó la médula.
"Al escuchar el tiro -continúa- mi exmujer salió de la pieza y solo atinó a sostenerme la cabeza en el piso; detrás de ella salió mi hija, que tenía dos años. Yo nunca perdí el conocimiento, así que me acuerdo de todo. Al policía no le importó nada, se acercó más y me disparó otra vez, primero en la pierna derecha y después en un testículo. Es de muy 'mala leche' todo lo que hizo".
Lucas estuvo casi dos años internado. En los primeros tres meses no pudo comer ni beber por sí mismo y solo le apoyaban una gasa mojada en los labios. Su fuerza de voluntad le permitió pasar de la cuadriplejía a la hemiplejía; hoy mueve los brazos.
Sobre lo que hizo Ayala, Lucas afirmó: "Primero dijo que yo estaba armado y que después de dispararme le seguí apuntando y por eso volvió a tirar. Cualquiera sabe que si te disparan al mentón no podés seguir parado a menos que seas Robocop. Después dijo que pensó que yo estaba armado, o sea que se asustó y por eso disparó. Eso hace un perro, que se asusta y muerde. Una persona que supuestamente está preparada para manejar situaciones no puede disparar a matar como él lo hizo. No pudo manejar ni siquiera una discusión".
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