Empezaron con excursiones de pesca y abrieron uno de los restaurantes más codiciados de la costa
En el verano, para comer en la Cooperativa de Pesca de Pinamar había que reservar con tres días de antelación
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PINAMAR.— Están los predispuestos a ponerle el pecho al frío en pleno invierno, mojadura incluida, para vivir caña en mano la aventura más extrema. Cuando desembarquen en la orilla ya estarán otros, varios más, y playa de por medio, sentados con vista al mar a una mesa en la que disfrutarán lo que aquellos capturaron aguas adentro y filetearon ahí nomás, en la orilla, un rato antes. Pescadilla, gatuzo o alguna palometa. Todo pasará por la sartén o la plancha caliente para enriquecer esa carta o menú que se ajusta según la pesca de cada día.
En ese orden nació y evolucionó la historia de la Cooperativa de Pesca de Pinamar, que comenzó con excursiones para pescadores, la asistencia al bajar del gomón para limpiar el pescado, la picardía de los organizadores de esperarlos con algo de fuego y un disco de arado para fritar y probar y, por último, ese sueño en crecimiento de ofrecer allí mismo, cada vez con más comodidades, una propuesta gastronómica en un privilegiado balcón de estas costas.
Estas dos últimas temporadas de verano, como también ocurrió con los recientes fines de semana largos tan exitosos desde lo turístico, las reservas para primer turno se tenían que tomar al menos con tres días de anticipación. Almuerzo y cena, así de intensa fue la demanda. Para los siguientes horarios, siempre con capacidad completa, se trataba de hacer fila y esperar.
La Cooperativa de Pesca de Pinamar no solo se convirtió en un sencillo restaurante, de los preferidos entre quienes recalan por aquí con intenciones de paseo y descanso, sino que además es, durante estos últimos años, un punto de venta de pescado fresco. Aplican allí planes oficiales con jornadas en las que se puede comprar a mitad de precio.
El restaurante abrió en 2016, pero solo de día. A partir de 2018, sumaron la propuesta de cena.
Una decena de socios, casi todos con otras actividades, comparten desde hace más de una década este combo que se abrió con salidas de pesca embarcada y derivó en la actual oferta de platos y sabores, cursos para aprender a procesar pescados y la pretensión de disponer una cocina modelo donde se formen y pongan a prueba los futuros chefs.
“Esto era un médano más”, recuerdan Alfredo y Cristian Santana, padre e hijo, parte de los fundadores de esta cooperativa que conformó sobre esas mismas arenas entre unas 15 personas que ofrecían salidas de pesca en gomones. “Llevábamos gente a pescar, pescábamos y a veces vendíamos en la orilla”, recuerdan de aquellos inicios.
Salidas y capturas
Mariano Tapia, uno de los guías de pesca, cuenta a LA NACION que las salidas son diarias durante el verano, cuando el tiempo acompaña. Algo más salteadas ahora, cuando navegar implica enfrentar mañanas heladas. Pero siempre hay algún valiente que se suma.
“Siempre hay que mojarse un poco, es cierto, pero por las capturas que se logran siempre vale la pena”, explica de los baldes con los que los pescadores regresan a la costa, repletos de pescado. “No tienen que traer nada, ahora solo buen abrigo”, advierte sobre un servicio que incluye cañas, carnadas, chaleco salvavidas y todo lo necesario para tener buena pesca.
Llegan a estar a unos 4000 a 5000 metros de la costa. A veces más cerca, donde algunas canaletas bien reconocidas guardan cardúmenes que garantizan buen y repetido pique. “Es pesca sustentable, toda de anzuelo”, aclara.
Alberto Vigo, de Capital Federal, es de los que ha vivido esa experiencia. “Pero en verano”, aclara, decidido a esquivar el frío ahora que es jubilado. “En invierno que me lo pesquen y me lo sirvan”, dice y se ríe”, dispuesto a que lo atiendan sobre el deck del restaurante.
Alfredo Santana destaca que la Cooperativa también tiene su perfil social. En repetidas oportunidades proveen pescado para el menú del hogar de adultos mayores municipal, en otras incluso los han invitado para que coman en el restaurante. “Hay una gran dificultad y es que se come poco pescado, debería estar más presente en nuestras mesas”, dice.
Santana cuenta la experiencia que se vivió durante la pandemia, cuando necesitaban ingresos y ya había autorización para navegar. Pescaban y llevaban a domicilio, sin cargo. Aun así la demanda nunca fue intensa.
Por eso se han dedicado a hacer escuela. Así como enseñan a los pescadores, cuando los ayudan a filetear en la orilla al regreso a de cada excursión, durante estos últimos tiempos organizaron cursos de procesamiento de pescado con la idea de incentivar el consumo de especies que se logran en estas costas.
Con las materias primas frescas que logran, proveen por ejemplo a la sede de la UADE en Pinamar, donde se dicta la carrera de cocinero profesional así como tecnicaturas y licenciaturas vinculadas a gastronomía.
Cristian Santana anticipa la idea de convertir la Cooperativa en una cocina escuela, donde aquellos futuros egresados hagan sus pasantías y prácticas, así como abrirle camino a emprendedores en el rubro. El proyecto es ambicioso y lo sueñan posible.
“Vendemos una linda experiencia cuando cruzás este portoncito”, insiste, mientras las camareras sirven las mesas. La pesca del día sale siempre con guarnición, a la romana o apenas con algo de aceite de oliva, ajo y condimento. La recomendación es comerla en modo “carancheo”, picoteando a tenedor desde bandeja al plato. Siempre con vista al mar.
Algunos precios del menú
- Rabas (porción): $1690
- Arroz con mariscos (500g de vieyras, gambas, mejillones, berberechos, tentáculos): $2890
- Tabla de mar (hasta cinco comensales) con rabas, cornalitos, mejillón salteado, calamar a la provenzal y papas fritas: $6290
- Opción media tabla (hasta tres comensales): $3890
- Pesca del día con guarnición: $1350
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