Emigrar con hijos chicos: los que sufren el desarraigo para abrirles oportunidades a futuro
"Si yo fuera egoísta, me quedaba en la Argentina", dice, sin vueltas, Franco Pani, padre de Valentino, de 13 años, y de las gemelas Agostina y Luanna, de 9. Franco y Regina se subieron a un avión para mudarse a Alcalá de Henares, cerca de Madrid, cuando todavía no había empezado la cuarentena. Quince días después, se cerraron las fronteras y las puertas de las casas, y les tocó empezar una nueva vida en este difícil contexto.
"Al principio, los chicos protestaban -dice Franco-. Nos decían: 'nos hubiéramos quedado en la Argentina'. Poco tiempo después, se dieron cuenta de cómo se vivía acá y allá la cuarentena. Ellos mismos no podían creer que sus compañeros de colegio todavía no hubieran vuelto a clases".
"En la Argentina no estábamos mal. Teníamos trabajo y estábamos cerca de la familia. Pero fuera de eso, no había un futuro. Por eso decidimos este cambio. Para que, si bien ahora nos cuesta, ellos en un futuro tengan más oportunidades", dice.
Franco y Regina son parte de una generación de padres con hijos pequeños que decidieron emigrar. No para probar suerte o encontrar mejores trabajos en el corto plazo, sino porque están convencidos de que les van a dar más chances si son ellos los que viven el desarraigo. Por estos días, son cada vez más los argentinos que deciden mudarse fuera del país, o que están esperando que se abran las fronteras pospandemia para buscar un nuevo rumbo, descreídos de que en el país hay una oportunidad para ellos.
Sin embargo, a diferencia de otras épocas, cuando se produjeron olas emigratorias, como en 2002, el perfil de los que se van no es únicamente de jóvenes profesionales con ganas de recorrer el mundo y hacer experiencia. Por estos días, familias enteras, con hijos pequeños, llegan a Ezeiza para mudar sus vidas del otro lado del océano.
España, aparece como el destino más elegido por las familias con hijos chicos, por varios motivos: por el idioma, por la proximidad cultural, porque los pasajes rondan los 500 dólares y porque aunque no se tenga una radicación legal, los chicos tienen derecho a la educación y al sistema público de salud.
Franco y Regina hicieron el camino inverso hace ocho años. Él era jugador de rugby y tenía una carrera en Francia. Allí nacieron sus tres hijos y allí vivió desde los 21 años. Sin embargo, cuando terminó su carrera como deportista profesional, sintió el llamado de los afectos. Aunque son de Tucumán, como la familia de Franco se había mudado a Ushuaia, se fueron a vivir al Fin del Mundo. Y duraron un tiempo. Hasta que el contexto del país les hizo pensar en deshacer ese recorrido y volver a Europa.
"Teniendo papeles es más sencillo. Y pensamos que si fuera por nosotros nos quedábamos cerca de la familia. Pero nos resultó una desilusión encontrarnos con un país en el que las cosas no habían evolucionado. Habíamos estado muchos años afuera y la sensación fue de que el país no iba a cambiar más. Y que eso iba a limitar el futuro de los chicos. Y entonces encaramos otra mudanza. No fue sencillo. Vivir dos desarraigos y rearmar de nuevo una casa. Pero estamos muy conformes. Acá tenemos una casa, que alquilamos, tenemos trabajo, los chicos están en la escuela y sentimos que no necesitamos más que la seguridad de poder salir a caminar sin miedo y volver sabiendo que lo tuyo es tuyo", dice Franco.
Esteban Pérez y Cecilia González están en un camino parecido. Todavía están en la Argentina, pero su corazón ya está en España. A fin de 2019, vendieron el auto y sacaron pasajes para junio. Pero la pandemia alteró sus planes. "Nos queremos ir para abrirles caminos a nuestras hijas. Para nosotros va a ser difícil, porque llegamos como turistas. Pero en un tiempo, y con trabajo, todo puede cambiar", dice.
Esteban asegura que no se van porque estén mal. Los dos trabajan en una empresa de seguros y entre los dos tienen un ingreso familiar de 200.000 pesos. Él tiene una hija, de 8 años, de una pareja anterior y ella tiene una niña de 2 años, que va a viajar con ellos. "Yo siento que en la Argentina cada diez años hay una crisis que hace que tengas que volver a empezar de cero. Y no quiero más eso. Prefiero empezar de cero, tal vez pasar cinco años comiendo arroz, pero saber que lo que construya a partir de eso nadie me lo va a tocar. Acá, el Gobierno dispone de tus ahorros como quiere. Uno no tiene seguridades", dice.
Como no tienen ciudadanía que les permita ingresar al país, tienen que esperar a que se abran las fronteras. Y su vuelo se va reprogramando. En esa espera, cayeron en manos de un estudio de abogados, que les cobró una suma de dinero para tramitarles los permisos de residencia y trabajo. Sin embargo, después de muchos meses de dilaciones se dieron cuenta de que era una estafa. Consultaron a un consulado, donde les informaron que no era posible tal trámite hecho por terceros.
Engaños
Ocurre que como cada vez hay más interesados en viajar a España, comienza a aparecer el negocio de supuestos estudios de abogados que prometen lo imposible y resultan ser engaños. También, advierten algunos de los damnificados, les hacen legalizar y apostillar certificados de nacimiento, de secundaria y otros, que no van a ser requeridos en el país de destino.
"Estamos recibiendo muchísimos pedidos de familias argentinas. A todas les decimos que si no tienen papeles es muy difícil que puedan venir. A muchos los han estafado, porque en su desesperación por salir del país, les sacan dinero. Pero realmente las consultas son muchas y creo que el hecho de que las fronteras estén cerradas es lo único que está frenando la situación. Cuando se abran pospandemia, vamos a recibir un éxodo de argentinos que va a ser histórico. A todos les decimos: no vengan sin papeles y con hijos porque es muy arriesgado", dice Patricio Bannon, un abogado argentino que hace 30 años vive en España y trabaja en el estudio Siguenza Asociados, en Madrid, al que llegan muchas consultas.
Betiana Baglietto también es argentina y se radicó en Alcalá en 2002. "Era muy distinto entonces", dice. Ella es periodista y escribe en el sitio Argentinos.es en donde por estos días llueven las consultas. "Me siento con paciencia y voy respondiendo una a una. Me llama la atención el grado de desinformación y desesperación de las preguntas. Cómo hago para irme a vivir, no tengo papeles y tengo hijos chicos, qué posibilidades tengo", son las más frecuentes. Es muy difícil", dice.
Hace tres años, Betiana escribió un artículo en el sitio con el título "Me quiero ir a vivir a España", en el que detalla las posibilidades reales que tiene hoy un argentino que va probar suerte, a qué sueldo puede aspirar y qué chances tiene de conseguir trabajo y alquilar.
"Hoy, alquilar un departamento es lo más difícil de todo. Porque como hay poco, los propietarios hacen prácticamente un casting y gana el que reúne más avales. Y la persona recién llegada, con trabajo sin antigüedad, califica última", dice. También cuenta que si bien, en 2002, el desafío era vivir con mil euros, hoy llegar a esa cifra es verdaderamente muy difícil.
"No están fáciles las cosas. Muchos españoles se han ido a vivir a Londres o a otros países, porque recién ahora estamos empezando a salir de la crisis de 2008. Y a la par están llegando muchos venezolanos, ecuatorianos, africanos y también argentinos", cuenta Betiana.
Alejo Chapero tiene 42 años y después de haber armado una vida en Belgrano con su mujer, Belén, que es médica, y con sus dos hijos, trabajando como consultor y coach ontológico en entornos empresariales, decidió levantar campamento e instalarse en Arenys de Mar, cerca de Barcelona. "Me di cuenta de que calidad de vida no es dinero y que en la Argentina no tenía calidad de vida si no podía salir a andar en bicicleta ni dejar el celular en una mesa de un bar sin miedo a que me lo roben", dice.
Tienen dos hijos: Feliciano, de 6, y Florencio, de 2. "La Argentina es un país para extrañar, no para vivir", resume.
Pocos días en este pequeño pueblo frente al Mediterráneo le alcanzaron para darse cuenta de que la decisión que había tomado no lo había encerrado frente a la cuarentena. "Al ser un pueblo de pocos habitantes, podíamos salir a caminar. En Buenos Aires, imposible. En el gimnasio en el que me anoté, cuando empezó la cuarentena, me devolvieron la cuota y no me cobraron más. Fui al mecánico a llevarle el auto, me pasó un presupuesto de 300 euros el arreglo. Cuando fui a buscar el auto a los dos días, no solo estaba listo, sino que me dijo que eran solo 120 euros porque no había tenido que cambiar todos los repuestos. Impensado en nuestro país. Y decís, ¿por qué? ¿Por qué nos acostumbramos a vivir así?", dice.
Antes de viajar a España, a Belén le detectaron un sarcoma. "Sanamos y viajamos", le dijo ella. Se fueron con el alta médica. Pero en la nueva casa, sintió un dolor y le dijeron que tenía un rebrote. "El sistema público resultó ser mejor y más eficiente que la prepaga más cara que teníamos en Buenos Aires. Le cubren todos los medicamentos y tratamientos. La muestra que le tomaron se envió a Estados Unidos sin costo para nosotros y ya está empezando un nuevo tratamiento. Ahí es cuando te dás cuenta que calidad de vida no es algo que se compre con dinero", dice.
"Acá, con mucho menos dinero tenemos una mejor calidad de vida. Vamos todos los días a la playa, como si fuera que vamos a la plaza de O' Higgins. Y mis hijos se meten en el mismo mar que los hijos de Messi, porque es gratis", dice Alejo.
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