Emergencia educativa. Sólo el 1% de los estudiantes asiste a clases presenciales
La cifra es alarmante: a ocho meses de decretado el aislamiento obligatorio y cuando faltan pocas semanas para que finalice el ciclo lectivo, solo el 1% de los estudiantes del país está habilitado para asistir a clases presenciales. Son 126.954 niños, adolescentes y adultos de nueve provincias que ya permitieron el regreso físico a las aulas para ciertas actividades educativas.
El número, recabado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), apenas da cuenta de los alumnos autorizados formalmente. Pero la asistencia es optativa tanto para las familias como para las escuelas y no hay modo de saber cuántos niños están efectivamente yendo a clases.
De norte a sur del país, unos 11.400.000 alumnos concurren a los niveles inicial, primario y secundario. El 43% de ellos, concentrados en jurisdicciones de la provincia y la ciudad de Buenos Aires, Mendoza, Jujuy y Misiones quedaron habilitados en las últimas semanas para hacer actividades "de vinculación" presenciales en la escuela: pueden hacer recreación, deporte o arte en grupos de hasta diez personas y según los protocolos sanitarios.
Esta es una cifra esperanzadora pero recortada: según el "Mapa de la vuelta a las clases presenciales" que elaboró CIPPEC, 6,5 de cada 10 niñas, niños y adolescentes aún no tiene la posibilidad de concurrir a las escuelas bajo ninguna modalidad.
Desde el 20 de marzo de 2020, los estudiantes argentinos continuaron su escolaridad de forma remota, con diferencias de posibilidades muy diversas de acuerdo a su nivel socioeconómico, entre otras variables. El mismo Ministro de Educación, Nicolás Trotta, afirmó en agosto que la pandemia va a dejar aulas más desiguales y más deserción escolar. En esta oportunidad, ante la consulta de LA NACION, prefirió no hacer declaraciones.
Para Alejandra Cardini, directora del Programa de Educación de CIPPEC, si los gobiernos provinciales no garantizan que todos los estudiantes puedan revincularse con sus escuelas presencialmente, se corre el riesgo de que solo las escuelas de mayores recursos lo hagan y así se profundicen las brechas de desigualdad.
"La complejidad de regreso al aula es altísima y no es tan fácil de planificar, por eso a las escuelas que menos les cuesta son las de más recursos. Los equipos directivos tienen que armar las burbujas de trabajo de a diez personas cuando las clases habitualmente son de a treinta. Hay que analizar qué docentes están disponibles y contemplar muchísimas variables de infraestructura, higienización y hasta medios de transporte", explica. Por eso ve con buenos ojos que hoy hay un 43% de alumnos autorizados a acudir a actividades de revinculación en la escuela. "Es una cifra alentadora porque representa que se está moviendo la planificación".
Cinco posibles consecuencias de las aulas "cerradas"
Santiago Bellomo, licenciado en Gestión educativa y vicedecano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, prevé cinco consecuencias de haber mantenido a los alumnos fuera de las aulas: mayor deserción escolar, pérdida de las rutinas formativas, f"interrupción generalizada de la evaluación de resultados, aumento del estrés escolar (según explica, muchos colegios privados debieron cerrar sus puertas y el sistema público no puede absorver a los alumnos) y un creciente descontento social con la educación como "sistema".
"A inicios de la pandemia se produjo una suerte de reconciliación social con la escuela y sus docentes. En la actualidad, vivimos un incremento progresivo de descontento. No está referido a los docentes, sino al llamado sistema. La impresión general es que este volvió a quedar preso de sus peores defectos: pérdida de niveles de autonomía jurisdiccionales y escolares, burocratización, puja gremial, politización y lentitud de reflejos, entre otras cosas", explica.
Rumbo a marzo 2021
Más allá de las variables impredecibles de la pandemia, eventuales rebrotes y potenciales vacunas, la cercanía del fin de ciclo permite reflexionar sobre cómo se trabajará en las escuelas el año que viene, posiblemente con jornadas reducidas.
Para Irene Kit, pedagoga y referente del Observatorio Argentinos por la Educación, es peligroso hacer demasiado foco en los contenidos: "Más allá de nuestro deseo, es muy probable que se nos ponga frente al desafío de pensar a qué dedicamos la mitad del tiempo de clases. ¿Será pasar como un tren bala por encima de los contenidos o mejor trabajar en las capacidades de pensamiento?".
Para la especialista, el gran desafío para marzo del 2021 será enfocarse menos en los temas y más en la construcción del juicio crítico.