"Soy ciudadana argentina y quiero votar por mi patria. Me acabo de enterar de que no estoy en el padrón. Tengo 107 años y medio, y por eso me dejaron afuera. Seguro que tienen miedo de que otra persona se apropie de mi nombre. Pero a mí me preocupa el futuro de mi país y no voy a poder dar mi opinión. Es ridículo", dice, enojada, María Gabriela Calderón de la Barca de Zimmermann -o Tuntén, como le dicen su familia y sus amigos-, en el living de su casa, en Beccar.
Es la primera vez que no va a ir votar. Lo hizo en las elecciones presidenciales de 2015, en la primera y en la segunda vuelta, y recuerda que cuando estaba por tomarse el taxi de regreso a casa se encontró con un amigo de la juventud, de 103 años, igual que ella en ese entonces, con el que se quedó conversando un rato en la vereda.
Dolores, la menor de sus hijas, cuenta que desde la Cámara Electoral les dijeron que debía presentar una nota y un certificado de supervivencia para solicitar que sea reincorporada al padrón. "Para las PASO no llegamos, pero nos dijeron que sí para octubre", dice. Y agrega: "Nos informaron que a partir de 2018 se pasó de 100 a 105 el límite de edad para depurar los padrones, y por eso inicialmente se los excluye". LA NACION pudo corroborar ese dato, que consta según la Cámara Electoral en la acordada 28/2018, que elevó en cinco años lo que se denomina "mayor edad límite", para la actualización y fiscalización de padrones. Según la ley electoral no hay un límite de edad para votar, aunque luego de los 70 años deja de ser obligatorio.
Tuntén nació el 22 de febrero de 1912, el mismo año en que en el país se sancionó la ley Sáenz Peña, que estableció el voto universal, secreto y obligatorio solo para los hombres. Ella debió esperar varios años para ejercer ese derecho. Pero desde 1951, cuando por primera vez las mujeres acudieron en masa a las urnas, jamás faltó a una elección.
A Tuntén los años tampoco le impiden seguir en actividad. Se levanta temprano, desayuna saludablemente y se alista para su clase de yoga. Todos los días. "No la hago completa porque hay algunos ejercicios que ya no puedo hacer. Y me gusta almorzar en mi habitación, al lado de la ventana, disfrutando del paisaje, de los árboles y los pájaros", cuenta. Le gusta escribir, leer el diario y, además, tiene un cuaderno de poesías, muchas escritas en francés. Hasta el año pasado tenía celular, pero como no escucha bien y WhatsApp no le resulta amigable decidió volver al teléfono de línea y a las cartas, que suele escribir cuando quiere decirle algo especial a alguno de sus familiares o darle consejos.
A los 18 años, conoció a su esposo. Nunca imaginó que iba a tener una familia tan grande: 12 hijos, 58 nietos y 111 bisnietos. Hace casi un año y medio nació Jacinta, su tataranieta. "Me acuerdo de los nombres de todos, pero las fechas de nacimiento las voy anotando acá", dice mientras va pasando las hojas de una libretita de tapa gris. Hay meses que están casi completos, y en un cálculo a grosso modo levanta el teléfono día por medio para decirle "feliz cumpleaños" a algún integrante de su familia.
Le interesa la política, cuenta, desde la época en que iba al colegio. Le preocupa la corrupción. Y no le gusta que le mientan. Tiene una memoria prodigiosa y recuerda cuando en 1928, en un viaje a Europa, "un peso argentino eran diez liras".
Hace dos años, Tuntén dijo que no quería morirse sin poder hablar con el presidente Mauricio Macri. Su deseo llegó hasta los oídos de la Casa Rosada y Macri la llamó a su casa. ¿De qué hablaron? "Le pregunté cómo iba a hacer para solucionar los problemas que tiene la Argentina. Él me preguntó cómo hice yo para criar a tantos hijos", recuerda, y se ríe.
Cuando se le pregunta cómo hace para mantenerse tan bien, frunce el ceño. "Nunca me preocupó la edad ni hasta cuándo iba a vivir. Rezo todas las mañanas, me gusta estar con mi familia, ver crecer a mis bisnietos y compartir tiempo con ellos. Es la voluntad de Dios", dice la mujer, que perdió a cinco de sus hijos. La última en morir fue su hija mayor, a los 81 años. "En 1976 se fue mi marido. Hace ya 42 años. A veces me asusta pensarlo. Lo rápido que pasa el tiempo, todo pasa volando", reflexiona. De repente, Tuntén levanta la vista. Mira al fotógrafo de LA NACION, entre sorprendida y ofuscada. "Me saca fotos como si fuera el monte Everest. Pero ¿qué pasa? Si no soy la única que tiene tantos años".
Le gustan las rutinas. Ordenan su día. Por eso, después de la clase de yoga, del almuerzo al lado de la ventana y de un rato de lectura, Tuntén duerme la siesta, religiosamente. Bendice la mesa todas las noches. "Un avemaría para que Macri pueda bajar la inflación. Otro por un futuro mejor y otro más para que la oposición pierda fuerzas", relata. Agustín, el bisnieto orgulloso de haberle dado el título de tatarabuela, le dice: "¡Tuntén, cuando terminaste con todo eso las milanesas ya están frías!".
Es la hora del té y las cinco generaciones de la familia, al menos con representación de uno de sus integrantes, están alrededor de la mesa. Todos le dicen que no se preocupe, que hoy no va a poder votar, pero que se prepare para octubre. "Me gustaría que para las próximas elecciones se organice de tal modo que alguien se tome el trabajo de ir a visitar a las personas que tienen mucha edad y confirmar si están vivas o no".
Un grupo poblacional que crece en el mundo
La OMS destacó la suba del segmento de adultos de más de 100 años
María Gabriela Calderón de la Barca de Zimmermann tiene 107 años. Pero no es la única en el país. Según el último censo, de 2010, en la Argentina las personas con más de 100 años eran 3487. En 2001, para establecer una comparación de crecimiento, se contaban 1855. La mayoría, antes y ahora, son mujeres. El envejecimiento demográfico es un fenómeno global: la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que la mitad de los chicos nacidos desde 2010 soplarán las 100 velitas o más en el siglo XXII.
"A nivel mundial, el segmento de la población que está experimentando un crecimiento más rápido es el más viejo. La proporción de centenarios es la que más rápido crece en la población, seguida del grupo de 80 a 99 años", indicó un reciente informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). "Con el tiempo, al eliminar las principales epidemias de enfermedades infecciosas, el número de personas mayores comenzó a ascender. Se prevé que en el siglo XXI la creciente población de personas mayores de 85 años creará importantes crisis económicas, de recursos médicos y éticas tanto en los países desarrollados como en los que se encuentran en vías de desarrollo", señaló el informe.
Los especialistas argentinos también coinciden en que en los próximos años deberán abocarse a estudiar a este grupo, porque es poco lo que se sabe específicamente de él.
Desde hace algunos años, España impulsa una investigación sobre el incremento de este grupo, que desde 1990 crece a un ritmo del 10% anual. En los últimos diez años, en ese país se duplicó el número absoluto de personas de 90 años y más. España es el segundo país en longevidad de Europa, detrás de Suiza. Tiene 400.000 personas mayores de 90 años.
Enrique Amadasi, doctor en Sociología y coordinador del capítulo Adultos Mayores del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), concluye: "No cualquiera llega a los 90 años. Muchos menos a los 100. Sin hacer una lectura darwinista, quien llega a esa edad es alguien que ha podido cuidar su vida mejor que el resto. Y eso tiene que ver tanto con aspectos económicos y de acceso a recursos como también con aspectos de la personalidad y el contexto social y familiar".
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