ELA, las grandes incógnitas de la enfermedad que afecta a Martín Caparrós
A pesar de los avances en su investigación, la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es una enfermedad neurodegenerativa con muchas incertezas
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La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) sigue siendo una de las enfermedades neurodegenerativas más desconcertantes para la ciencia. A pesar de los avances en la investigación, su origen preciso aún es desconocido, los factores de riesgo son ambiguos y la gran variabilidad en la progresión de los pacientes plantea interrogantes. A esto se suma la falta de un tratamiento curativo, dejando a los científicos frente a un rompecabezas complejo. Mientras algunos pacientes avanzan rápidamente hacia la discapacidad, otros pueden vivir años con la enfermedad de manera más estable. Además, los tratamientos disponibles solo logran ralentizar la enfermedad en algunos casos, sin detener su curso.
Con un panorama tan incierto, los especialistas intentan arrojar luz sobre las causas, el diagnóstico y las opciones terapéuticas actuales, pero las respuestas definitivas siguen siendo esquivas. A su vez, en la Argentina la falta de datos ciertos sobre la enfermedad impide que se pueda tener una foto sobre la situación local, y así tomar medidas para mejorar la vida de los pacientes. La semana pasada, el escritor argentino Martín Caparrós confirmó que cursa la enfermedad. Años atrás, también fue diagnosticado con ELA el ex funcionario Esteban Bullrich.
Uno de los mayores enigmas alrededor de la ELA es su causa. Aunque no se ha determinado un único factor desencadenante, se han identificado ciertos mecanismos que generan el daño de las motoneuronas, las células nerviosas responsables del control muscular. Alejandro Köhler, coordinador de la Clínica de ELA en Fleni, señala que “hay múltiples mecanismos fisiopatológicos en juego, como la excitotoxicidad, la alteración en la transcripción del ARN o el daño mitocondrial”. Estos procesos conducen a la muerte de las motoneuronas, lo que provoca una pérdida progresiva de la función muscular.
Una proteína específica, la TDP43, ha captado la atención de los investigadores. “En la mayoría de los casos de ELA se observa una alteración de esta proteína, que pasa del núcleo al citosol de la célula y se acumula de manera tóxica, provocando daño neuronal”, explica Köhler. Sin embargo, no se ha logrado determinar por qué ocurre este fenómeno, ni por qué algunos pacientes se ven más afectados que otros.
En cuanto a los factores de riesgo, la investigación aún no es concluyente. Se ha sugerido que la actividad física intensa, como la realizada por deportistas de alto rendimiento o militares, podría estar relacionada con el desarrollo de la ELA, pero los estudios no han sido categóricos. “El exceso de actividad física es un factor que se ha mencionado, pero no está completamente establecido”, señala Köhler.
Lo que sí está más claro es la influencia de los factores genéticos. Genes como el C9-ORF, SOD1 y FUS están asociados a la enfermedad, especialmente en las formas familiares de ELA.
Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires, también coincide en la importancia de los factores genéticos, aunque matiza que la mayoría de los casos son esporádicos. “Entre el 90 y el 95% de los casos son esporádicos, mientras que solo entre un 5 y un 10% son familiares”, explica Andersson.
En la ELA esporádica, se han identificado factores ambientales, como la exposición a toxinas, el tabaquismo y traumatismos craneoencefálicos, pero ninguno de estos factores garantiza el desarrollo de la enfermedad, solo aumenta la predisposición.
Un diagnóstico que llega tarde
El diagnóstico temprano de la ELA es uno de los grandes retos para los médicos. Como explica Köhler, “el principal desafío es que el diagnóstico es clínico, basado en los signos y síntomas de daño en las motoneuronas, sin una causa estructural evidente”. Debido a la heterogeneidad en la forma de presentación y evolución de la enfermedad, los médicos suelen tardar en llegar a un diagnóstico definitivo. Esto implica que la enfermedad ya ha avanzado considerablemente cuando se identifica, lo que limita las opciones terapéuticas.
Andersson destaca que los síntomas pueden variar dependiendo del tipo de ELA. En los casos de ELA espinal, que representan entre el 65 y el 70% de los casos, los primeros signos aparecen en las extremidades, con una debilidad muscular progresiva. En cambio, en la ELA bulbar, que afecta entre el 25 y el 35% de los pacientes, los primeros síntomas son dificultades para hablar y tragar, y su progresión puede ser más rápida. Esta variabilidad en los síntomas iniciales complica aún más el diagnóstico.
Uno de los aspectos más desconcertantes de la ELA es la amplia variabilidad en su progresión. Algunos pacientes ven un deterioro rápido en su capacidad motora, mientras que otros pueden vivir años con una progresión más lenta. “Probablemente no se trate de un solo mecanismo fisiopatológico, sino de varios que afectan de manera distinta a cada persona”, señala Köhler.
Esta hipótesis sugiere que el daño a las motoneuronas no se produce de la misma manera en todos los pacientes, lo que podría explicar las diferencias en la evolución de la enfermedad.
Para los médicos, esta variabilidad representa un gran reto, ya que complica tanto el diagnóstico como el tratamiento. “No podemos predecir con exactitud cómo evolucionará cada paciente, lo que hace que el manejo de la enfermedad sea más complejo”, comenta Andersson.
Los desafíos de los tratamientos
El tratamiento de la ELA es otro de los grandes desafíos. Hasta la fecha, no se ha encontrado una cura definitiva. Los medicamentos actuales solo logran ralentizar la progresión de la enfermedad en algunos casos, pero no la detienen. “El riluzol y el edaravone son los únicos fármacos aprobados para tratar la ELA esporádica”, explica Köhler. Además, el tofersen, un medicamento específico para aquellos pacientes con la mutación del gen SOD1, es una opción para ciertos casos genéticos. Sin embargo, la eficacia de estos tratamientos es limitada.
En cuanto a los avances en investigación, Köhler señala: “El 2023 fue el año con mayor cantidad de ensayos clínicos en la historia de la ELA, pero aún no hemos encontrado fármacos que sean muy eficaces”.
El principal desafío radica en identificar los mecanismos fisiopatológicos individuales de cada paciente, lo que permitiría un enfoque más personalizado en el tratamiento.
Andersson agrega que, si bien no hay tratamientos que detengan la enfermedad, se están explorando nuevas terapias con evidencia más baja, como el Masitinib, la cobalamina en megadosis, la curcumina y el cannabis, así como la estimulación magnética transcraneal. “Estos tratamientos podrían ofrecer nuevas esperanzas en el futuro, pero aún se necesita más investigación para confirmar su efectividad”, advierte.
La necesidad de un registro y centro especializado en la Argentina
Además de los desafíos médicos, en Argentina existe una falta crítica de infraestructura para abordar la ELA de manera integral. Darío Ryba, presidente de la Asociación ELA Argentina, subraya la importancia de contar con un registro nacional de pacientes. “Venimos pidiendo un estudio epidemiológico desde hace tiempo”, señala Ryba, quien lamenta que la ELA no sea una enfermedad notificable en el país. Esto impide la creación de un registro oficial que permita obtener datos exactos sobre la incidencia y prevalencia de la enfermedad en la Argentina.
Actualmente, los datos disponibles son aproximados y se basan en extrapolaciones de estudios realizados en otros países. “La prevalencia estimada es de 6 por cada 100.000 personas, lo que indicaría que hay unas 3.000 personas con ELA en el país”, explica Ryba. Sin embargo, estas cifras son solo estimaciones debido a la falta de un estudio epidemiológico que permita obtener información más precisa.
Ryba también destaca la falta de un centro especializado en ELA en el país. “No existe un centro que combine internación, tratamiento e investigación”, subraya. Aunque hay instituciones que abordan la enfermedad de manera multidisciplinaria, ninguna ofrece ese enfoque integral que permita atender todas las necesidades de los pacientes.
A pesar de los desafíos, la Asociación ELA Argentina trabaja incansablemente para mejorar la calidad de vida de los pacientes y fomentar la investigación. Este año, la entidad otorgará una beca de 20.000 dólares para estudiar temas relacionados con la ELA en hospitales como el Fleni, el Fernández y el Ramos Mejía. “El objetivo es avanzar en la comprensión de la enfermedad y mejorar el tratamiento de los pacientes”, comenta Ryba.
Sin embargo, la falta de políticas públicas específicas y de un centro especializado en el país sigue siendo un obstáculo importante. “Estamos a ciegas para tener datos que nos permitan generar políticas públicas sobre investigaciones y medidas sanitarias”, advierte Ryba.
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