El único puma bueno, es el puma vivo
Al menos un millón de años antes que los primeros humanos ingresaran a América, los pumas ya habían convertido el continente en su hogar. Durante este tiempo los pumas se adaptaron y colonizaron la gran diversidad de ambientes que ofrecía América. Esto es particularmente notorio en Sudamérica, donde este gran felino hoy habita casi todo el continente, desde desiertos de altura hasta bosques tropicales, faltando únicamente en algunas regiones cercanas a grandes centros urbanos de donde fue extirpado.
La historia del puma es de éxito, drama y reivindicación. Su tamaño, con adultos de 30 a 100 kilogramos, y agilidad sumados a sus afilados colmillos y poderosos miembros anteriores terminados en formidables garras, proveen al puma de las herramientas necesarias para derribar y dominar a sus presas. Pero, además, los pumas son maestros en el arte de la emboscada pudiendo acercarse a sus víctimas sigilosamente utilizando todo tipo de escondites, desde rocas y vegetación hasta depresiones en el suelo. Por último, aunque adaptados para cazar presas de gran tamaño, los pumas pueden subsistir a base de pequeños animales, como roedores y liebres. Estos atributos hacen del puma un animal capaz de prosperar bajo una gran variedad de condiciones. También lo hacen sumamente resiliente y tenaz, todas características que lo expondrían a una persecución brutal por parte de los colonizadores.
La llegada de la colonización europea representó el puntapié inicial de un proceso de defaunación catastrófico. En Sudamérica, y especialmente en Argentina, millones de guanacos, vicuñas, venados de las pampas y otras especies de grandes herbívoros fueron eliminados por el hombre, removiendo así las principales presas nativas del puma. En su lugar, llegó el ganado, incluyendo ovejas y cabras. El conflicto no tardó en desatarse con una intensidad tal que perdura en la actualidad, especialmente en la región patagónica. Privados de sus presas nativas, los pumas comenzaron a causar algún daño en las majadas. Las represalias llegaron prontamente mediante agresivas campañas de erradicación muchas veces financiadas por el estado. Durante décadas los pumas fueron cazados con trampas, perros y armas de fuego, además de ser envenenados. Consecuentemente, el puma sufrió severas disminuciones en sus números y fuertes retracciones en su distribución.
Mientras tanto, una serie de estudios realizados en el norte y sur de América comenzaron a proveer evidencia científica sobre el rol fundamental que los pumas cumplen en los ecosistemas que habitan. Por ejemplo, estudios realizados en los altos Andes de la provincia de San Juan, Argentina, demostraron que los pumas cambian el comportamiento de su principal presa, la vicuña, con importantes efectos beneficiosos sobre la vegetación, acentuando de esta manera la heterogeneidad ambiental y por la tanto fortaleciendo la diversidad biológica. Además, los pumas son fundamentales para la persistencia del amenazado cóndor andino: los restos de las vicuñas cazadas por los pumas son el principal alimento de esta magnífica ave carroñera. Otros efectos putativos de los pumas incluyen la regulación de poblaciones de herbívoros y otros carnívoros, y la eliminación de individuos presa con enfermedades altamente contagiosas como la sarna. Las pruebas son categóricas: los pumas son actores claves en los ecosistemas que habitan.
En Argentina, los pumas han comenzado a recolonizar territorios, especialmente campos abandonados que fueron arrasados por el sobrepastoreo ovino. Pero la recuperación de sus poblaciones también reanimó el fuego del conflicto y se renovaron los reclamos de erradicación de la especie. Nuevamente los estados provinciales comenzaron a subsidiar la aniquilación de pumas, una herramienta que se viene aplicando desde hace decenas de años y ha sido, a todas luces, un absoluto fracaso, además de tener efectos nocivos sobre otras especies nativas y los ecosistemas que el puma habita.
En 2019, desde la Fundación Rewilding Argentina comenzamos a implementar uno de los programas de conservación de pumas más ambicioso de Latino América. Con 6 proyectos en 5 provincias, el programa de Rewilding Argentina está brindando información científica sólida para generar respuestas proactivas que permitan la coexistencia de pumas y actividades productivas en paisajes compartidos. Trabajamos en dos líneas estratégicas. Primero, incentivar en áreas protegidas y campos vecinos el turismo de observación de fauna, incluyendo la impactante experiencia de ver pumas en su ambiente natural. Segundo, colaborar con los productores en la implementación de métodos no letales de control de daño. Por ejemplo, el uso de perros protectores de rebaño se utiliza con éxito en varios países y es incipiente en Argentina. Otro método efectivo implica tolerar en los campos la presencia de herbívoros nativos, como el guanaco, para proveerle al puma una presa alternativa, y disminuir así los ataques sobre el ganado.
El desarrollo de nuevas técnicas para disminuir el daño sobre el ganado, al mismo tiempo que se conservan poblaciones ecológicamente funcionales de pumas, llaman a terminar con el control letal indiscriminado de fauna nativa. En el caso de los pumas, años de crueles programas de erradicación han demostrado que esta táctica es ineficiente, perjudicial para el ambiente y éticamente inaceptable. Una industria turística basada en la observación de fauna silvestre, con el puma como la gran estrella, y el rol clave que estos felinos tienen en los ecosistemas dejan en claro que los pumas, más que villanos, son indispensables.
** El autor es Director Científico de la Fundación Rewilding Argentina.
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