No sólo fue un célebre poeta, dramaturgo y novelista, sino que en la primavera de 1895 protagonizó un espectáculo de tres actos que cautivó a Reino Unido y gran parte del mundo literario
- 10 minutos de lectura'
El día en el que Oscar Wilde salió de la cárcel hace 125 años no había multitudes esperándolo, a pesar de que hasta apenas dos años antes era la persona más famosa de Londres, la capital británica.
No sólo era un célebre poeta, dramaturgo y novelista, sino que en la primavera de 1895 había sido protagonista de un espectáculo de tres actos que cautivó a Reino Unido y gran parte del mundo literario.
El escenario había sido el Old Bailey, el tribunal central de Inglaterra y Gales, donde apareció primero como acusador y luego dos veces como acusado, hasta que lo condenaron a dos años de trabajos forzados por ser homosexual.
Era la máxima sentencia para el delito de “flagrante indecencia”, pero para el juez, un castigo “totalmente inadecuado” dada la gravedad de su “crimen”.
El crimen, por supuesto, fue haberlo condenado, como confirmó el gobierno de Reino Unido 120 años después, cuando lo indultó póstumamente, con la ‘Ley Turing’ de 2017 (llamada así por el descifrador de códigos británico de la Segunda Guerra Mundial Alan Turing), que exoneró a más de 50.000 hombres sentenciados por homosexualidad.
Obviamente muy tarde. El daño a la reputación de Wilde fue irreparable, al menos durante su vida.
Pero el hombre que había escrito la filosófica novela “El retrato de Dorian Gray”, además de entretenidas y agudas obras teatrales como “El abanico de Lady Windermere” (1892), “Una mujer sin importancia” (1893) y “La importancia de llamarse Ernesto (1895)”, no iba a ser olvidado fácilmente.
Legiones de admiradores no han dejado de celebrarlo e ingeniosas frases como “Todos estamos en la alcantarilla, pero algunos miramos las estrellas”, “La única manera de librarse de la tentación es caer en ella” o “Perdona siempre a tus enemigos, nada les molesta más” ahora circulan por las redes.
Sin embargo, hay cosas que a veces se olvidan, como que...
No era el único Wilde de renombre
Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació en Dublín, Irlanda, en 1854.
Su padre, Sir William Wilde, era un otorrinolaringólogo respetado que revolucionó el tratamiento de las infecciones del oído (y además tenía la reputación de mujeriego; antes de casarse era padre de tres hijos de dos mujeres distintas fuera del matrimonio).
La madre de Oscar era Jane Elgee, una poeta revolucionaria angloirlandesa que escribía bajo el seudónimo de Speranza.
Al crecer, Wilde estuvo influenciado tanto por la política nacionalista irlandesa de su madre como por las tendencias filantrópicas de su padre.
En el Trinity College de Dublín conoció la literatura griega que influiría en gran medida en sus obras y creencias posteriores.
Creía en el ‘arte por el arte’
Mientras estaba en el Trinity, y más tarde en el Magdalen College de la Universidad de Oxford (al que asistió entre 1874 y 1878), Wilde era conocido por su defensa del esteticismo, un movimiento intelectual que se centraba en la idea de que el arte no debería existir por ningún otro motivo que no fuera la belleza.
Basándose en la obra del filósofo del siglo XVIII Emmanuel Kant, los estetas se oponían a la idea victoriana de que el arte podía ser una herramienta para la educación social y la iluminación moral.
Para ellos, cualquier moralidad o utilidad que una obra pudiera aportar era irrelevante.
Durante su estancia en Oxford, Wilde hizo suyo el “estilo estético”: dejarse crecer el pelo, vestirse a la moda extravagante y asumir afectaciones exageradas.
Una vez declaró: “¡Ojalá pudiera estar a la altura de mi porcelana azul!”.
Wilde se convirtió en un ícono del movimiento esteticista y su única novela, “El retrato de Dorian Gray”, se considera un gran ejemplo de teoría estética y la interacción entre el arte y la moralidad.
Se enamoró de la esposa de Bram Stoker
Wilde tuvo varias relaciones notables con mujeres.
Durante su juventud en Dublín, Wilde se había enamorado de la hermosa e ingeniosa Florence Balcombe.
En “Las mujeres de Wilde”, Eleanor Fitzsimons cuenta que Wilde le escribió a un amigo sobre ella: “Voy a salir para llevar a una chica exquisitamente bonita a la misa de la tarde en la catedral. Tiene 17 años, el rostro más hermoso que he visto en mi vida y ni un centavo. Te mostraré su fotografía la próxima vez que te vea”.
Para decepción de Wilde y a pesar de su noviazgo, Balcombe eligió casarse con el autor irlandés Bram Stoker, quien más tarde ganaría fama como el creador de “Drácula”.
Fitzsimons señala que, aunque Wilde estaba destrozado, les propuso matrimonio a otras dos mujeres antes de conocer a Constance Lloyd, la mujer que se convertiría en su esposa.
Wilde conoció a Lloyd, la hija de un abogado irlandés, en 1881. Se casaron en 1884 y tuvieron dos hijos, Cyril y Vyvyan. Muchas de sus cartas demuestran un profundo afecto: “Mientras yo viva, serás mi amante”, escribió Lloyd en respuesta a la propuesta de Wilde en 1883.
Alrededor de la época del nacimiento del segundo hijo de la pareja en 1886, Wilde conoció a Robbie Ross, un periodista y crítico de arte canadiense de 17 años que era abiertamente homosexual. Poco después, Ross se mudó a la casa de la familia de Wilde y, según muchas fuentes, tuvieron una relación.
A partir de ese momento, Wilde se volvió más abierto respecto a su gusto por los hombres.
Propició, sin querer, su propio juicio
En 1891, Wilde se embarcó en una relación tormentosa con Lord Alfred ‘Bosie’ Douglas, un apuesto y poético estudiante de Oxford de 21 años.
Douglas era la musa amada de Wilde, pero también una carga petulante que a menudo era imprudente con el afecto y el dinero de Wilde.
La pareja discutía y se reconciliaba con frecuencia.
En una carta a mediados de 1894, Wilde le escribió a Bosie: “No puedo vivir sin ti. Eres tan querido, tan maravilloso. Pienso en ti todo el día y extraño tu gracia, tu belleza juvenil, el brillante juego de espadas de tu ingenio, la delicada fantasía de tu genio”.
Ante la sospecha de una relación entre su hijo y el dramaturgo, el padre de Bosie, John Douglas, el marqués de Queensberry, comenzó a acosar a Wilde en un intento por romper la relación.
En febrero de 1895, Queensberry dejó una tarjeta de visita en el Albemarle Club de Londres, del que Wilde era miembro.
El mensaje en la tarjeta decía: “Para Oscar Wilde haciéndose pasar por somdomita [sic]”, aunque todavía hay debate sobre las palabras y el significado de estas, debido a la letra de Queensberry.
Considerándolo como una acusación pública, y en contra del consejo de muchos de sus amigos, Wilde demandó a Queensberry por difamación criminal.
Queensberry, conocido por su actitud beligerante, reunió abundante evidencia de que Wilde había solicitado prostitutos masculinos y obligó a los testigos a testificar contra el escritor.
A pesar de desplegar su ingenio característico durante el juicio, Wilde no pudo refutar la acusación de Queensberry.
En un revés humillante, el marqués fue absuelto e inmediatamente se preparó para presentar cargos contra Wilde por “indecencia grave” y sodomía, cargos que criminalizaban a los homosexuales.
Lo aplaudieron en el juicio
El 6 de abril de 1895, Wilde fue arrestado y acusado, y siguieron dos juicios enormemente públicos y dañinos, en los que Wilde se declaró inocente.
En un momento memorable del primer juicio, Wilde fue interrogado ferozmente sobre el significado de una frase de uno de los poemas que le había dedicado a Bosie y que la fiscalía pensaba que era un eufemismo de la homosexualidad: “El amor que no se atreve a decir su nombre”.
“En este siglo, es parecido al intenso cariño de un adulto por un joven, como lo fue entre David y Jonathan, como Platón hizo la base de su filosofía, y como encuentras en los sonetos de Miguel Ángel y Shakespeare.
“Es ese cariño profundo y espiritual que es tan puro como perfecto. Dicta e impregna grandes obras de arte como las de Shakespeare o Miguel Ángel, y esas dos cartas mías.
“Es mal interpretado en este siglo, tan mal interpretado que tiene que ser descrito como el ‘amor que no puede decir su nombre’ y a causa de él estoy aquí ahora. Es hermoso, es magnífico, es la forma más noble de cariño.
“No hay nada antinatural en él. Es intelectual, y repetidas veces existe entre un adulto y un joven, cuando el adulto tiene intelecto y el joven tiene toda la alegría, esperanza y glamur ante él. Eso sería lo que el mundo no entiende. El mundo se burla de él y a veces pone a alguno en la picota”.
Wilde recibió un aplauso en la corte por su respuesta.
Escribió una de sus obras más famosas en su celda
En ese entonces, el sistema penitenciario británico estaba diseñado para someter a los presos a un duro trabajo físico y una meditación silenciosa sobre sus delitos.
La vida de Wilde en la cárcel fue ardua y sombría: pasaba 23 horas al día en su celda, sin apenas contacto con otros presos, y debía trabajar en una cinta rodante.
Aunque le prohibieron escribir obras de teatro, prosa o poesía mientras cumplía su condena, podía escribir cartas.
Descubrió que los reglamentos de la prisión no especificaban cuán larga debía ser una carta y que, si una carta no estaba terminada, se le podía permitir al preso llevársela cuando saliera de la prisión.
Entonces, durante los últimos tres meses de su sentencia, Wilde trabajó en la carta que luego se conocería como “De Profundis” (en latín, “desde las profundidades”), que se publicó después de su muerte.
Murió en la indigencia en París
Tras su liberación, Wilde quedó irrevocablemente afectado por su encarcelamiento; su salud era débil y estaba arruinado.
Dejó Reino Unido y asumió el nombre de Sebastian Melmoth, inspirado en “Melmoth el Errabundo”, una novela gótica del siglo XIX del escritor irlandés Charles Maturin.
Aunque la esposa de Oscar, Constance, continuó apoyándolo con un estipendio financiero durante algún tiempo después de su liberación, ella permaneció en Inglaterra con sus dos hijos y cambió su apellido a ‘Holland’ para escapar del escándalo.
Con la excepción de la “Balada de la cárcel de Reading” (1898), una acusación mordaz del sistema penal victoriano publicada por primera vez con el número de identificación de prisionero de Wilde, C3-3, escribió poco más durante este tiempo.
A un amigo le dijo: “Puedo escribir, pero perdí la alegría de escribir”.
La salud de Wilde continuó deteriorándose y sufrió abuso y humillación pública, a menudo ridiculizado y abucheado por quienes lo reconocían.
Murió en el destartalado Hotel D’Alsace de París en compañía de algunos amigos y un sacerdote católico a los 46 años el 30 de noviembre de 1900 después de sufrir meningitis.
Este artículo es una adaptación de “7 cosas que quizás no sabías de Oscar Wilde” de Elinor Evans, editora online de la revista BBC HistoryExtra.
Más leídas de Sociedad
Las noticias, en 2 minutos. Milei dijo que Victoria Villarruel no tiene injerencia en el Gobierno; envían al Congreso el proyecto para eliminar las PASO
Cómo comprarlos. Un restaurante lanzó una promoción para comer panqueques a $10
Crisis educativa. Preocupa que menos de la mitad del país cuenta con datos fehacientes de sus estudiantes