El “otro” talón de Aquiles. Cuál es el dolor más frecuente y que padecieron unas 600 millones de personas en 2020
Un estudio calcula que crecerá un 36% la prevalencia en los próximos 30 años y señala al tabaco, las posturas en el trabajo y la obesidad como los principales factores de riesgo
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MADRID.- Hace tiempo que la espalda empezó a quejarse: el lamento se escucha, según algunos científicos, desde el inicio de la industrialización, que dio el salto hacia la vida moderna, pero regaló también cambios en el estilo de vida, como el descenso de actividad física, las malas posturas y el uso de muebles, un cóctel que favoreció un acuñamiento de los huesos bajos de la espalda y con él, el dolor. La lumbalgia es uno de los dolores más frecuentes que llegan a la consulta médica y su evolución apunta al alza: un estudio publicado en la revista The Lancet Rheumatology sobre la prevalencia de esta patología cifra en más de 600 millones las personas que la sufrieron en el mundo en 2020 y calcula que en 30 años se superarán los 800 millones de afectados. Los autores señalan al tabaquismo, las malas posturas en el trabajo y la obesidad como factores de riesgo clave de esta dolencia que ya es -y apunta a seguir siendo- la primera causa de discapacidad.
El dolor lumbar (también llamado lumbalgia o lumbago) es esa molestia más o menos intensa en la parte baja de la espalda, “entre las duodécimas costillas y los pliegues de los glúteos y que dura un día o más”, definen los autores del estudio. Marcos Paulino, presidente electo de la Sociedad Española de Reumatología, que no ha participado en el estudio, celebra que se cristalice, con datos en una revista científica, lo que ellos acostumbran a ver en la consulta: “Es una epidemia, algo muy frecuente. Y es una patología difícil de prevenir porque, aunque tú recomiendes ejercicio físico, tener buen peso y evitar malas posturas, hay un 60% de lumbalgias que no tienen una explicación. Solo el 40% son prevenibles”.
El médico, que es también jefe del servicio de reumatología del Hospital General Universitario de Ciudad Real, asegura que la zona lumbar es “el talón de Aquiles del ser humano, una zona muy sensible y que sufre con más frecuencia”. “El 80% de la población tendrá una lumbalgia alguna vez en la vida. Lo bueno de este estudio es que lo cuantifica y puede hacer que trascienda la magnitud del problema”, reflexiona.
En la revisión sistemática publicada esta semana en The Lancet Rheumatology, los autores emplearon la información del Estudio Global de Carga de Enfermedad de 2021 (GBD, por sus siglas en inglés) -una gran investigación epidemiológica observacional a nivel mundial sobre distintas patologías- para estimar la prevalencia de dolor lumbar entre 1990 y 2020 en más de 200 países. Los datos arrojaron que la lumbalgia afectó en 2020 a 619 millones de personas en el planeta y que, en 2050, serán unos 843 millones. La prevalencia más alta estandarizada por años se encontró en Europa central, en concreto, en República Checa y Hungría; la prevalencia más baja se registró en Maldivas y Myanmar.
Envejecimiento de la población
Este incremento en los próximos años se debe, según Garland Culbreth, investigador del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington y autor del estudio, “a las tendencias en el crecimiento y el envejecimiento de la población”. “El crecimiento de la población significa más personas y el envejecimiento de la población significa más personas en los grupos de edad con mayor prevalencia, por lo tanto, un aumento en los casos de dolor lumbar”, señala.
Dado que esta dolencia ya era, según los autores, la primera causa de discapacidad, los investigadores también midieron los años vividos con discapacidad (YLD, por sus siglas en inglés). Este indicador refleja el impacto de la enfermedad -en este caso, el lumbago- en la calidad de vida y calcula que un YLD es un año completo de vida saludable perdido debido a una discapacidad o a mala salud. En 2020, apuntan los autores, hubo 69 millones de años vividos con discapacidad debido al dolor lumbar, “y aunque hubo una ligera disminución desde 1990 en el porcentaje de YLD por todas las causas en el mundo, el dolor lumbar seguía siendo el principal contribuidor a los YLD en el nivel mundial”, puntualizan.
Los científicos han constatado que la prevalencia global es más alta en mujeres que en hombres en todos los grupos de edad, aunque los años pesan sobre la patología: la prevalencia de la lumbalgia y los años vividos con discapacidad aumentan con la edad, siendo el grupo de 80 a 84 años el colectivo con la tasa más alta. De hecho, una quinta parte de los adultos mayores con lumbalgia manifiestan dificultades para cuidar de sí mismos en el hogar o participar en actividades sociales y familiares.
Tabaquismo, obesidad y trabajo
Los autores apuntan al tabaquismo, la obesidad y la falta de ergonomía en el trabajo como los principales factores de riesgo, aunque no los únicos, que espolean el dolor lumbar. El riesgo de lumbalgia atribuido al consumo de tabaco fue mayor entre los hombres de mediana edad y más bajo entre las mujeres de 15 a 49 años, mientras que la influencia de las posturas en el trabajo estaba más presente en los adultos varones jóvenes (de 15 a 49 años) y menos en las mujeres de más de 70 años. El riesgo de dolor lumbar por tener un índice de masa corporal elevado fue más alto en las mujeres de 50 a 69 años.
Manuela Ferreira, miembro del grupo Salud Muscoesquelética de Sidney de la Universidad de Sidney y autora del estudio, explica cómo actúa el tabaco: “Fumar se ha asociado con la circulación dañada en las estructuras de la columna, por ejemplo, el disco y las articulaciones, así como con el debilitamiento de los huesos. Pero también sabemos que fumar a menudo se asocia con otros factores del estilo de vida, como la inactividad física, la obesidad, la falta de sueño, todos los cuales se han relacionado con un mayor riesgo de desarrollar dolor lumbar”. La investigadora también señala que un índice de masa corporal (IMC) alto “puede vincularse con otros factores de estilo de vida poco saludables que pueden aumentar el riesgo de dolor lumbar, pero también es posible que un IMC elevado aumente la carga sobre las estructuras de la columna, predisponiéndolas a sufrir lesiones”. A propósito de los factores ocupacionales, Ferreira justifica su papel: “Los factores ocupacionales que pueden contribuir al riesgo de desarrollar dolor lumbar incluyen levantar objetos pesados, estar sentado o de pie por mucho tiempo, doblarse y rotar el tronco repetidamente, así como el estrés y la fatiga”.
La alta prevalencia de esta dolencia en todo el mundo, alertan los investigadores, “podría tener consecuencias sociales y económicas importantes, especialmente considerando el coste sustancial de la atención de esta afección”. Y ponen un ejemplo: de 2012 a 2014, los costos directos para todas las personas con una dolencia de la columna vertebral en Estados Unidos fue de US$315.000 millones. Al peso económico que supone la asistencia médica de esta patología se suma, además, el impacto laboral: su alta prevalencia en población activa provoca ausencias al trabajo e, incluso, jubilaciones prematuras: “En Estados Unidos, el 15,4% de la fuerza laboral reporta un promedio de 10,5 días de trabajo perdidos por año debido al dolor lumbar crónico”, expone el estudio a modo de ejemplo.
Fármacos poco efectivos
Los autores miran con recelo la potencial efectividad de algunos fármacos y apuntan que, “paradójicamente, el uso de tratamientos de poca o ninguna eficacia puede retrasar la recuperación y aumentar potencialmente el riesgo de discapacidad relacionada con la espalda a largo plazo y, en consecuencia, aumentar la carga de esta dolencia globalmente”. “Muchos tratamientos que se ofrecen actualmente para controlar el dolor lumbar tienen poca, ninguna o desconocida eficacia. Estos incluyen analgésicos simples, como el paracetamol, y fuertes, como los opiáceos, terapias físicas (tracción, ultrasonido, estimulación nerviosa eléctrica transcutánea) y muchos procedimientos quirúrgicos, como la fusión quirúrgica. Cuando se dan estas opciones para reemplazar los tratamientos que mejoran los síntomas del dolor lumbar, como el ejercicio, las intervenciones psicológicas y los consejos estructurados, pueden retrasar la recuperación”, lamenta Ferreira.
En el punto de mira están, sobre todo, los opioides contra el dolor: en Australia, por ejemplo, esta clase de fármacos son los medicamentos más recetados contra el dolor lumbar. Con el telón de fondo de la gravísima epidemia de opioides que arrasa Estados Unidos, los investigadores recuerdan que los opioides “son responsables de importantes eventos adversos para la salud” y advierten de su uso. “Esta estrategia es dañina no solo porque los opioides están asociados con efectos adversos graves, incluida la muerte por sobredosis, sino que los beneficios de los opioides para mejorar el dolor y la función en pacientes con dolor lumbar son, en el mejor de los casos, modestos”, zanja Ferreira.
Paulino admite que se necesitan “tiempo y recursos” para mejorar la respuesta a esta patología. “Para abordar bien el problema, conocer bien la enfermedad, hacer ejercicios o aprender técnicas de relajación para enfrentarse al dolor, se necesita tiempo. Y vivimos en una sociedad tan acelerada que el paciente quiere algo rápido, una pastilla, porque tiene que trabajar o volver a sus actividades. El abordaje sería mejor si tuviésemos más tiempo y recursos”, reflexiona.
Jessica Mouzo
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