El sueño frustrado de Carlos II de Parma, el duque que quiso ser rey del Río de la Plata
Entre la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia argentina, un emisario de Juan Martín de Pueyrredón le propuso a Carlos II de Parma, un duque español pariente de Fernando VII, ser rey en territorio latinoamericano. Sin embargo, el proyecto de un monarca europeo importado quedó trunco luego de la Batalla de Cepeda de 1820.
Carlos Luís de Borbón nació en el Palacio Real de Madrid el 22 de diciembre de 1799. Hijo de Luis I de Parma y de la infanta María Luisa de Borbón, vivió y gozó de los privilegios conferidos por su ascendencia en dos casas europeas, su "sangre azul".
A la edad de cuatro años, bajo la regencia de su madre, Carlos Luís fue nombrado rey de Etruria en 1803. Tuvo la "corona" del pequeño territorio solo por cuatro años y medio, ya que el 10 de diciembre de 1807, el reino fue integrado a Italia por Napoleón Bonaparte.
Apartados del trono, el aún niño y María Luisa de Borbón debieron trasladarse a Madrid. Tras la derrota de Napoleón y la celebración del Congreso de Viena, el ducado de Parma quedó en manos de la archiduquesa María Luisa de Austria, viuda del emperador francés. Como compensación por el arrebato, los Parma recibieron un pequeño ducado creado en la Toscana, Lucca. Así, Carlos Luís se convirtió en Carlos I de Lucca.
En 1814, Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia viajaron en una misión diplomática a Europa, donde ya se encontraba Manuel de Sarratea. Entre las negociaciones, se entrevistaron con el rey Carlos IV, padre de Fernando VII, que estaba exiliado en Italia. Allí le propusieron la idea de que un monarca de su linaje gobierne al otro lado del Atlántico.
"Hubo muchas tentativas monárquicas entre el Segundo Triunvirato y el Directorio. Hay que entender que en ese momento, salvo Estados Unidos y San Marino, no había repúblicas. El bagaje de conocimiento de lo que es una república era muy escaso. Mayormente, todos eran súbditos, entonces la lógica era el establecimiento de la monarquía. El debate que debía darse era si nos convertiríamos en una monarquía autónoma, lejos de España, o en una monarquía para luego incorporarnos al Imperio Español", señala el secretario del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Pablo Vázquez a LA NACION.
Coherente con su propuesta a la corona española, Belgrano elaboró un proyecto de constitución monárquica y planteó formar un Reino Unido del Río de la Plata, Chile y Perú. "En el texto constaba un amplio preámbulo con los privilegios que tendría el rey, don Carlos IV, en territorio latinoamericano. Luego se enumeraban todas las formalidades que tendría el régimen monárquico constitucional, basado en un sistema bicameral, como el de los Lores y los Comunes de Gran Bretaña", precisa Vázquez, que investigó sobre el rol constitucional del prócer.
Tres días antes de la Declaración de la Independencia, el 6 de julio de 1816, Belgrano se refirió a lo que estaba sucediendo en Europa en una sesión secreta del Congreso de Tucumán. Allí instó a conformar una monarquía constitucional y no buscar príncipes en Europa, sino elegir la coronación de un descendiente inca. Acompañado por el diputado por Catamarca Manuel Acevedo, propusieron a Cuzco como capital del reino. El candidato era un hermano de José Gabriel Condorcanqui, el anciano cacique Juan Bautista Túpac Amaru, preso en Cádiz.
Carlos II, el reinado que no fue
En 1817, en plena tensión entre unitarios y federales, el director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Juan Martín de Pueyrredón envió al canónigo Valentín Gómez a París. La misión de Gómez era la de transmitirle al Ministro de Negocios Extranjeros de Francia el deseo de elevar al trono a un príncipe europeo como un medio de salvaguardar la independencia y encauzar el proceso político surgido en mayo de 1810 a través de una monarquía constitucional.
"Había otros dos personajes que bregaban por la misma idea: San Martín y Belgrano. Era una cuestión de conveniencia y supervivencia. Esto comenzó con la propuesta de Carlota Joaquina de Portugal, que estaba en Brasil. Buscaban monarcas extranjeros o nobles europeos. La idea era traer un soberano del Viejo Mundo, pero ajustarlo a nuestras reglas. En ese mismo marco se alineaba Pueyrredón", explica el historiador Esteban Ocampo en diálogo con LA NACION.
Quizás fue la ascendencia francesa de Pueyrredón la que influyó en la elección en primer lugar del duque de Orleáns Luis Felipe, futuro rey de Francia. "Se podía llegar a pensar en una regencia francesa o un reino con una impronta francesa, con un monarca de origen francés. Eso no quedó claro, lo que sí se recoge son las tratativas de ese momento", explicita Vázquez, que también es licenciado en Ciencia Política y doctor en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata.
Descartado el francés, el otro candidato a ocupar un eventual trono en suelo latinoamericano fue Carlos Luís. Su parentesco con Fernando VII y su linaje Borbón, casa también reinante en Francia, eran dos factores preponderantes. Pero la caída del Directorio y la derrota de las fuerzas de Buenos Aires en la Batalla de Cepeda, en febrero de 1820, terminaron con ese sueño monárquico.
Autor de Centauros de los Andes. Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo 1812-1820 (Editorial Dunken, 2005) y Granaderos, libertad y gloria (Editorial Dunken, 2012), Ocampo sostiene que la oposición a la idea de un soberano extranjero estuvo influida por las divisiones internas y otros procesos que se daban en el país. "Muchas de las provincias no querían perder la autonomía ganada en la Revolución de Mayo, como por ejemplo Salta, Jujuy y Tucumán. Por su parte, Mendoza, San Luis y San Juan dejan de tener dependencia de Córdoba. Por eso es muy importante la labor de Belgrano en forjar la identidad del país. Antes había un sentido de ‘Mi patria es mi pueblo, mi provincia’. Esto contribuyó al rechazo, primero de un monarca que estaba a miles de kilómetros y al que nunca le conocieron la cara; y segundo, la posibilidad de uno nuevo que estuviera sentado en Buenos Aires", añade.
Hacia 1819, la Constitución unitaria gozó de poca vida: las provincias la rechazaron por ser totalmente centralista y por ir en contra de las tan mentadas autonomías. Luego de tres años en el cargo, Pueyrredón dejó el Directorio y en su reemplazo asumió José Rondeau, quien estaba al mando del Ejército del Norte. Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe atacaron a Buenos Aires e impusieron el fin de esa constitución centralista. "En este contexto se da la Desobediencia Histórica de José de San Martín, ya que se niega a que sus hombres del Ejército de los Andes abandonen la gesta independentista y regresen a combatir contra sus compatriotas. También se da la Sublevación de Arequito (enero de 1820) donde el Ejército del Norte desaparece y da lugar a las milicias locales. En este momento también se da la sublevación del Batallón N°1 Cazadores de los Andes y declaran la autonomía de la provincia de San Juan", enumera Ocampo.
El Tratado de Pilar (febrero de 1820) estableció que las provincias recuperaban sus autonomías y cada una se valía de sus gobernantes (caudillos) y sus propias monedas. Buenos Aires pasó a ser la provincia que se encargaba de velar por las relaciones exteriores y del control de la aduana, donde ingresaban las divisas.
Así, frustrado su sueño de monarca en suelo latinoamericano, el 5 de septiembre de 1820 Carlos Luís se casó con la princesa María Teresa de Saboya. Fruto de ese matrimonio nacieron dos hijos: Luisa y Carlos.
Tras la muerte de María Luisa de Austria en 1847, el ducado de Parma volvió a manos de los Borbón-Parma y el Ducado de Lucca nuevamente se integró en el Gran Ducado de Toscana. Carlos Luís fue ungido duque y pasó a llamarse Carlos II de Parma. Solo un año más tarde, se vio obligado a abdicar a raíz de las revoluciones liberales en favor de su hijo, el duque Carlos III de Parma.
El fallido pretendiente a la corona rioplatense terminó sus días en Niza. Carlos Luís murió el 16 de marzo de 1883 a los 83 años, ostentando el título de Conde de Villafranca.
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