El sistema de salud en estado terminal
Así es, y me duele muchísimo decirlo. El problema es complejo y a la vez urgente. Necesita una explicación clara de lo que ocurre y plantear soluciones factibles. Ratificando la deformación profesional que nos caracteriza a los médicos, me voy a atrever a dar explicaciones haciendo un paralelo con el desarrollo de una enfermedad. Así plantearemos su origen (etiología), patogenia (forma de desarrollo), anatomía patológica (biopsia – data dura), su cuadro clínico, diagnóstico y tratamiento.
Con respecto al origen (etiología), lo podemos resumir como la derivación social de la demagogia de nuestro sistema político a través de sucesivos gobiernos. En esta frase pretendo sintetizar lo expresado en mi artículo Demagogia y corrección política. ¿Es correcto lo políticamente correcto?", publicado por Infobae, el 3 de agosto último.
A modo de ejemplo, la ley de regulación de medicina prepaga en vigor fue aprobada en su momento por todos los partidos políticos.
Patogenia (forma de desarrollo). Esto ha permeado en los tres poderes del Estado. Los poderes ejecutivos de turno deben cumplir lo prometido en las campañas electorales. Eso se concreta enviando al Congreso de la Nación las leyes que lo ameriten. El Poder Legislativo termina luego dictando leyes incumplibles, que son meras expresiones de deseo sin especificar su financiación, o sea, su sustentabilidad y posibilidad de cumplimiento. Y el Poder Judicial, por su parte, al aplicar la normativa que rige al sector, termina aceptando los pedidos de medidas cautelares, adaptando cada excepción como regla.
Los fundamentos jurídicos son siempre los mismos: salvar la vida, pero sin un conocimiento exacto de la eficacia y eficiencia de los tratamientos propuestos por las demandas. El grado de litigiosidad debe bajar dramáticamente para disminuir su enorme incidencia en el costo del sistema de salud.
La anatomía patológica de la enfermedad, o sea, el sustrato anatómico demostrable, son las estadísticas. Aquí vale la pena analizar un punto crucial.
Los entes financiadores en la Argentina son las obras sociales, el PAMI, y la medicina prepaga. Las obras sociales y el PAMI son financiados por el Estado y por aportes obligatorios. Se actualizan periódicamente por las paritarias de los salarios y aportes estatales, por eso sus incrementos no repercuten con claridad en los medios de comunicación.
El grado de litigiosidad debe bajar dramáticamente para disminuir su enorme incidencia en el costo del sistema de salud.
Y aquí empieza la primera falacia. Dice un viejo adagio que la salud no tiene precio. No tiene precio, pero habría que agregarle que sí tiene un costo. Este incremento de costos de la salud excede siempre al de la inflación general. Por lo tanto, si a eso le agregamos vivir en un país con una inflación récord, este problema se exacerba en forma notable. Tal concepto debe quedar claro, absolutamente en claro, porque las comunicaciones públicas al respecto confunden permanentemente a los incrementos de los costos en salud con los de la inflación general.
Todos hemos leído en los últimos tiempos comunicaciones reiteradas haciendo saber que "la medicina prepaga vuelve a aumentar". Una y otra vez, remarcando ese concepto capcioso en la mente de los argentinos, como si fuera imposible prescindir de los efectos devastadores de la inflación y del real costo de la salud. Y aquí vale aclarar con total franqueza que este error no ha sido puesto de manifiesto claramente ni por el sector al que pertenezco ni por los medios de comunicación.
Se ha generado así un grave caos informativo, confundiendo simples actualizaciones inflacionarias para cubrir incrementos de salarios con la real incidencia de los costos en salud. Todo esto se ve agravado por la exigencia de acatar un Plan Médico Obligatorio, de cumplimiento imposible. La conjunción de todos estos factores ha puesto al sector en rojo antes de la pandemia. Las obras sociales y el PAMI han sufrido el mismo efecto devastador.
Las estadísticas serias no mienten, y esto se puede comprobar estudiando los sistemas de salud a través de todo el mundo, sean estos estatales, de seguridad social, liberales o producto de una confluencia de esos principios.
El cuadro clínico actual es realmente angustiante. La pandemia ha hecho que el sector de salud privado, como lo venía haciendo, se haya hecho cargo del 70% de la atención de los argentinos. ¿Se leyó bien? Se ha hecho cargo del 70 por ciento de esa atención, pero sin siquiera tener una simple actualización inflacionaria, como lo venía haciendo en la prepandemia.
Aquí debemos consignar el rol fundamental de todo el personal de salud que ha permitido enfrentar esta gravísima encrucijada con gran estoicismo. Asimismo, es de hacer notar que la financiación de la misma hubiera sido imposible sin la circunstancial, pero fundamental ayuda del Estado al sector privado. Sin esa ayuda, hubiera sido imposible enfrentar la pandemia.
El cuadro clínico actual es realmente angustiante. La pandemia ha hecho que el sector de salud privado, como lo venía haciendo, se haya hecho cargo del 70% de la atención de los argentinos
Urge prever los efectos de la pospandemia, y es dable aclarar que, en las circunstancias actuales, sin la contribución del Estado el sector privado sería inviable.
En la medida que se salga de la pandemia, obviamente el Estado se irá retirando del sistema. Pero tal como están las cosas, el sistema de salud irá a la quiebra de no mediar claras medidas que modifiquen el rumbo. Se daría así la rara paradoja de un sector que quebraría trabajando al 100%.
La ayuda del Estado debe prolongarse necesariamente hasta tanto el sector vuelva a la normalidad de su actividad y a tener recursos suficientes. Cualquier lector puede entenderlo: el enfermo deberá seguir con las muletas hasta que pueda caminar solo.
El aumento de ingresos del sector (se calcula un desfasaje hoy de alrededor del 55%) hace muy difícil que el Estado por medio de sus efectores los pueda cubrir. La parte privada tampoco lo podría hacer en las condiciones actuales, porque la capacidad de nuestra población para afrontarlo lo hace extremadamente difícil en estos momentos.
Como vemos, el diagnóstico es claro; es más: es inequívocamente rotundo. ¿Cuál es el tratamiento? El tratamiento de fondo es quirúrgico. Se deben corregir errores que vienen en muchos casos incluso del pasado, y aquí la ley de regulación de la medicina prepaga deberá, sí o sí, contemplar la modificación de los artículos que la hacen inviable. Al igual que el Plan Médico Obligatorio.
La ayuda del Estado debe prolongarse necesariamente hasta tanto el sector vuelva a la normalidad de su actividad y a tener recursos suficientes
¿Es esto posible hoy? El paciente tiene comorbilidades para ser operado en estos momentos, debemos tratar de compensarlo hasta que se afronte el tratamiento definitivo, tendiendo un puente hacia el mismo. Aumentar los ingresos en la proporción correcta (55%) resulta en estos días prácticamente imposible. El sector financiador deberá actualizar sus ingresos hasta donde sea posible por la situación económica del país.
Como vemos debemos ir por el lado de los egresos adoptando una fórmula mixta. Estos egresos han aumentado dramáticamente desde la sanción de la ley hasta la fecha. Las causas son múltiples: el constante progreso de la medicina (muy deseable, por cierto) ha sido acompañado por un incremento geométrico de los costos. Los alcances de estas coberturas y su financiación son un dilema a discutir en el futuro por todos los sistemas del mundo.
Las medidas a tomar las podemos resumir del siguiente modo: en primer lugar, eliminar la carga impositiva tanto en los niveles nacional, provincial y municipal. He sostenido y fundamentado reiteradamente (libros y publicaciones anteriores) que la salud no debe tributar ningún impuesto (salvo el impuesto a las ganancias para las entidades con fines de lucro).
Mantener el programa de asistencia al trabajo y la producción (ATP) hasta que el sector pueda salir de su problemática actual. Poner en marcha la ley de evaluación de la tecnología, vara de incuestionable valor científico a fin de que evalúe la eficacia y eficiencia de los tratamientos y sea un elemento de consulta permanente para el Poder Judicial.
Crear un fondo de carácter universal para financiar las prestaciones de alto costo y baja incidencia, dando igualdad de acceso a los tratamientos para todos los argentinos en forma equitativa. El Estado tiene aquí un rol central, como comprador de medicamentos, insumos y prótesis de alto costo. A este fondo deben contribuir todos los entes financiadores.
Actualizar el valor de los copagos de las prestaciones ambulatorias, como elemento de cofinanciación y regulación de los consumos. De esta forma, el beneficiario estará comprometido con su propio gasto.
No se puede sustentar un modelo prestacional si no es previsible y con financiación asegurada.
El mismo debe basarse en la atención primaria de la salud, con protocolos de buenas prácticas sustentado en sólidas evidencias sobre el rigor de lo que se hace.
Con la combinación de estos mecanismos llegaremos al 55%, con un incremento tolerable para nuestra población.
Esta propuesta no solamente será útil para el sector salud, sino también para el Estado nacional, que podría rápidamente ir saliendo de las ATP. Además, se debe tener presente que los miembros del sector privado que se caigan del sistema pasan a engrosar los costos del Estado en sus tres niveles.
Y, fundamentalmente, será de ayuda para todos los beneficiarios de la atención médica privada que podrán de tal modo continuar con el sistema que voluntariamente han elegido.
Voy a cumplir medio siglo en el sector salud, tanto en el área financiadora como prestadora, y he tratado dentro de lo posible eliminar la subjetividad de estas consideraciones impulsadas por la gravedad de la situación que padecemos. La anatomía patológica de la enfermedad (data dura) creo que claramente fundamenta mis opiniones.