Alejandro González Iñárritu: el renacido
Otra vez el director mexicano obtuvo el oscar con una película rodada, en parte, en la argentina, de donde provienen también dos de sus principales colaboradores
Se sabe: el cine construye mitología, detrás y frente a cámara. Cíclicamente leemos la historia de aquel cineasta que ya no pudo separar obra de autor y terminó, enloquecidamente, convirtiéndose en la historia que estaba contando. Uno de los ejemplos más citados es el del director Werner Herzog y su película Fitzcarraldo (1982). El film contaba como un magnate (Klaus Kinski) se obsesionaba con trasladar un barco a vapor por la inaccesible jungla amazónica. El mito dice que el realizador siguió el camino de su héroe y -en una cumbre de los tocs cinematográficos - realmente atravesó ríos imposibles con un barco real enloqueciendo a su equipo, con innumerables bajas, accidentes y hasta nativos prendiéndole fuego el set. ¿Cuánto hay de cierto en la historia? Probablemente sea irrelevante el porcentaje de realidad en la anécdota porque -a final de cuentas- en el mundo del cine se non è vero, è ben trovato.
El último sobreviviente de esta narrativa estándar del backstage cinematográfico es Alejandro González Iñárritu y el marco es su último film, The Revenant: El renacido.
Detrás de estos cuentos siempre asoma la misma idea: hacer películas es tratar de controlar el tiempo y el espacio, y de darle lógica a la caótica vida real. El cine es un acto de control y los directores aplican esa lógica a su trabajo. No hay director que no sea obsesivo y en el mejor de los casos es una neurosis que construye en vez de obturar.
Cuando el "negro" Iñárritu (como lo llama todo el mundo) acordó hacer dos películas para la productora New Regency, era poco probable que la industria imaginara lo que seguía: Birdman y The Revenant. Ambiciosas, cuestionadas, complejas desde lo moral y desde lo técnico, ambas estaban destinadas a ser más taquilleras de lo que sus guiones indicaban. Birdman contaba en un único (y falso) plano secuencia las desventuras de una ex estrella de Hollywood en los escenarios de Broadway confundiendo, para volver a nuestra idea inicial, persona con personaje. The Revenant sigue los pasos de Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), perdido y agonizante en tierras desoladas.
La producción tuvo retrasos, bajas, accidentes y un final de rodaje en la Argentina cuando las locaciones originales se quedaron sin nieve. Con un presupuesto de producción estimado en 135 millones de dólares, el film era todo lo contrario de lo que los analistas de marketing de los estudios sugieren hacer. Eso no impidió que se transformara en un "tanque biempensante", ese tipo de films que los espectadores buscan para sentir que invirtieron bien su tiempo.
La sofisticación aplicada en los dos proyectos por Iñarritu, su director de fotografía Emmanuel "Chivo" Lubezki y sus dos compañeros de ruta argentinos, los primos Armando Bo y Nicolás Giacobone, eleva siempre el material. Alejandro se llevó dos años seguidos el Oscar a mejor director y en sus discursos hizo una encendida denuncia a las políticas inmigratorias del entonces candidato Donald Trump, un personaje público que parece no poder separar -tras su paso por reality shows- el personaje de la persona.
Del editor: ¿por qué es importante? Hay algo más difícil para un cinesta que ganar un Oscar: hacerlo dos años seguidos.
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