El remoto pueblo patagónico de 800 habitantes que ideó una estrategia para que vuelvan los jóvenes que nacieron ahí
El principal problema en Varvarco, localidad al pie de la Cordillera de los Andes, en Neuquén, es el éxodo de sus habitantes una vez que terminan la escuela
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“A todos los chicos que se van a estudiar y se reciban les garantizamos un terreno con todos los servicios”, afirma, entusiasmado, Gastón Fuentes, presidente de la Sociedad de Fomento de Varvarco, un pequeño pueblo de apenas 800 habitantes en el desolado norte neuquino, a los pies de la Cordillera de los Andes.
“Hemos sufrido el éxodo y hasta el momento han regresado 12 jóvenes a quienes le hemos dado una vivienda o un terreno —afirma Fuentes—. Hay trabajo en el pueblo y necesitamos recursos humanos”.
Varvarco refleja la típica realidad de esta región olvidada patagónica. Hasta hace cuatro años no había gas y aún hoy los vecinos alejados del ejido urbano deben calentarse y cocinar con leña. No hay farmacia, no hay médico, dependen de un profesional que viene todas las semanas desde Las Ovejas, un pueblo a 20 kilómetros. Un banco móvil llega una vez al mes y se queda una semana.
Para conseguir un turno o para hacerse algún estudio tienen que irse a localidades vecinas. Están a 600 kilómetros de Neuquén capital. Solamente una compañía celular ofrece un servicio de 4G que, según Fuentes, es malo, pero por lo menos les sirve para enviar mensajes.
“Queremos que los jóvenes regresen”, afirma Fuentes. La idea surgió durante el año de la pandemia, en 2020, y se afianzó en el 2021, para consolidarse este año. “Cuando teníamos que justificar la entrega de terrenos o viviendas ante el IPVU (Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo) pensamos que sería una buena idea que fueran destinados a los jóvenes que querían regresar al pueblo una vez recibidos”, afirma Fuentes. El proyecto enseguida se hizo realidad y obtuvo el apoyo de toda la Comisión y del propio Gobierno provincial.
Los terrenos que ofrecen son de 15 metros de frente por 30 de fondo. Tienen todos los servicios: agua, electricidad y gas. Ya han regresado 12 jóvenes, los primeros en 2020, y varios están esperando terminar sus estudios para hacer lo mismo. “Para el 2023 tendremos disponibles 25 terrenos”, confirma Fuentes.
“El principal problema que siempre tuvimos fue el éxodo de nuestros jóvenes”, advierte el funcionario. La localidad recién hace cuatro años pudo tener una escuela secundaria. Antes todos los niños al terminar la primaria debían continuar sus estudios en Las Ovejas o Andacollo (a 50 kilómetros). Se iban los lunes y volvían los viernes; el pueblo quedaba sin niños ni adolescentes. “Muchos chicos al terminar la secundaria, conseguían trabajo y no regresaban. Nos dimos cuenta que teníamos un gran problema y pensamos en cómo solucionarlo”, afirma Fuentes. Hallaron la manera.
En 2018 se inauguró en Varvarco el CPEM 94, un bachillerato con orientación a informática. “Comenzamos con seis alumnos y este año ya son casi 100″, cuenta Fuentes. El 21 de diciembre de 2020, en plena pandemia, con la escuela ya funcionando y con la matrícula en aumento se oficializó en una resolución de la Comisión de Fomento “el compromiso institucional” de asegurarles a todos aquellos jóvenes que se recibieran un terreno. En el pueblo existen terrenos fiscales, que se usan para este fin.
“Para nosotros es trascendental que los jóvenes regresen, los necesitamos”, confiesa Fuentes. La propuesta obtuvo la declaración de Interés Legislativo, a través de un despacho de la Comisión de Desarrollo Humano y Social del Gobierno provincial. “Esto nos da un empujón muy grande porque queremos que esto se proyecte en el tiempo, sin importar si un día estoy o no, los chicos van a seguir recibiéndose y podremos darle un lugar en el pueblo —dice Fuentes—. El objetivo es poder replicar esto en otros pueblos que tienen el mismo problema que nosotros”.
Volver al pueblo
“Saber que cuando te recibís, podés tener un terreno en tu pueblo da seguridad y te permite proyectar a futuro en tu lugar en el mundo, eso da mucha tranquilidad”, afirma Fabiana Fernández, de 34 años, una de las primeras beneficiadas con este proyecto. Estudió educación física en Chos Malal, a 120 kilómetros de Varvarco, y regresó. Le entregaron una vivienda, gestionada ante el IPVU.
“Es bueno poder proyectar hacia el futuro y saber que podés crecer en tu pueblo cerca de tu familia”, resume Fernández. Es madre soltera, tiene dos hijos, y trabaja en la escuela del pueblo.
“Mi sueño siempre fue vivir y trabajar en mi pueblo”, dice Cristián Valdez, de 28 años, que accedió a un terreno y está construyendo de a poco su casa. Hizo la secundaria en Las Ovejas y estudió para ser docente en Chos Malal. Regresó solo, pero ahora tiene un hijo y con su novia planean vivir en la casa. “Conseguí trabajo enseguida, y eso me ayuda a construir”, enfatiza.
¿Qué significó para él poder tener un terreno? “Es muy importante porque es lo que más cuesta conseguir, más cuando recién te recibís —dice Valdez—. Amo estar en mi pueblo, estamos muy tranquilos acá, Varvarco lo es todo para mí”.
El pueblo, que tiene apenas 48 años de vida, tiene muchas carencias, entre ellas, muy pocas casas para alquilar y menos para comprar. “Era el principal obstáculo por el cual nadie podía regresar o plantearse en venir a trabajar”, afirma Fuentes.
Los docentes de la escuela, inaugurada en 2018, sufrieron el problema y algunas familias los hospedaron en sus casas. Una única hostería brinda hospedaje en un pueblo que sueña con ser destino turístico. Recursos no le faltan: es frecuentado por andinistas, a pocos kilómetros está el volcán Domuyo de 4702 metros de altura, y cuenta con las Termas Aguas Calientes, entre otros atractivos. “Es un pueblo pequeño pero en desarrollo, donde está todo por hacerse”, se entusiasma Fuentes.
“Ahora soñamos con poder traer un médico al pueblo”, afirma. Dos jóvenes de Varvarco están estudiando medicina y son la esperanza de toda una comunidad. “Ellos saben que cuando se reciban cuentan con un terreno en su pueblo”, cuenta Fuentes.
Los trabajos que más se necesitan son aquellos relacionados con la docencia (profesores de educación física, de matemáticas, de todos los grados), y los referidos a la salud, enfermería y médicos generalistas.
Este año egresará la primera promoción de la escuela secundaria. “Una de mis hijas finaliza y está analizando qué estudiar en base a lo que necesita el pueblo para poder volver y trabajar acá, ya con un terreno —dice Fuentes—. Nosotros que estamos en la función pública, tenemos que pegar el salto más alto, tenemos que juntarnos y aliarnos todos, es la única manera de progresar”.
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