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“Sacaron a Dios de la política. La única forma de salvar a la Argentina es con una nueva dirigencia que termine con la corrupción y la mentira que nos gobierna”. El pastor Gastón Bruno brama estas palabras con las manos levantadas frente al Congreso y unos cincuenta jóvenes que los rodean, aplauden. Parece Juan el Bautista: una voz que clama en el desierto. Porque, por más que este sea un acto de campaña que busca convertirlos a él y a Cynthia Hotton en diputados nacionales, es sábado y el Congreso está vacío. Nadie escucha.
Esa misma tarde en la cava de Fiorito, Leonardo Álvarez, que es cartonero y pastor villero, prepara el festejo del Día del Niño con peluches y autitos y una olla popular para los padres. Damaris Derotier, que es licenciada en marketing y trabaja en American Express, se apura para meter en bolsas el pan y las bolas de fraile que una panadería les donó y las lleva a las familias que viven en el basural que hay junto a la ruta 26. Junto a otros voluntarios, les sirven una merienda a los chicos y allí mismo a metros de la montaña de basura, arman una mesa y los invitan a dibujar.
Esta semana, la serie de Netflix El Reino, protagonizada por Diego Peretti y Mercedes Morán, se convirtió en tendencia y puso como nunca al mundo evangélico en primer plano. La serie generó mucha controversia en el mundo evangélico, tanto que la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) emitió un comunicado de repudio. Dicen sentirse estigmatizados y mal representados en la ficción.
La polémica se instaló en Twitter, donde distintos actores vinculados al movimiento feminista salieron a defender a la autora del guión, Claudia Piñeiro. “Es una ficción. Que los pastores se ocupen de sus iglesias y dejen en paz a Claudia”, decían los mensajes. No todos los pastores estuvieron de acuerdo con el comunicado.
Otras críticas que se escuchan por estos días entre los evangélicos dicen que a la serie le falta de investigación para componer los personajes, que aparecen algo estereotipados y que en sus diálogos mezclan elementos del culto católico y de la Iglesia Universal del Reino de Dios, que no pertenece al movimiento evangélico. De hecho, muchos dijeron que la ficción pinta más a la iglesia brasileña, que permitió el surgimiento de Jair Bolsonaro, que a la realidad de las iglesias argentinas. Otros pastores lo tomaron como un interesante espejo para verse reflejados y preguntarse cómo los ve la sociedad. De todas formas, la serie dejó abierto un debate que ni dentro de los grupos evangélicos parece estar zanjado. ¿Sería viable un pastor presidente de Argentina?
¿Un pastor presidente?
“¿Un pastor presidente?”, pregunta Álvarez y menea la cabeza. “Lo veo difícil”, dice. “Acá la fe ciega como se muestra en la serie no existe. Se termina cuando volvés a tu casa y no tenés para comer. Muchos políticos se nos acercan y quieren que le digamos a nuestra gente cómo votar. Yo a mi gente le digo, ustedes vean cómo viven y voten según eso. Hay gobiernos malos y muy malos. Votemos al menos malo”, dice.
Álvarez encarna el perfil más repetido del pastor evangélico por estos días en Argentina. Tiene una iglesia en Ensenada y una ONG en Villa Fiorito. En la iglesia tiene 30 miembros. En la puerta de la ONG Sal de la Tierra, se pueden juntar unas 1000 personas los días en que reparte donaciones. “Yo no los llevo a la iglesia, porque eso no sirve. No dura. Nosotros ayudamos porque tenemos un llamado. El que necesita acercarse a Dios ya sabe cómo encontrarnos”, dice.
¿Quiénes son hoy los evangélicos? El 15,3% de los argentinos, según la última medición Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, hecha por el Conicet. “En 2008, eran apenas el 10%. Han tenido un crecimiento enorme, de más del 50% y muchos son personas que venían del catolicismo”, explica el investigador Fortunato Mallimaci. Y el 80% de los evangélicos pertenece a iglesias pequeñas, la mayoría de raíz pentecostal, de menos de 200 miembros. Y muchos con pastores autoproclamados o que abrieron su “propio microemprendimiento religioso” y que no mantienen vínculo estructural con otras iglesias, dice Mallimaci. El conurbano bonaerense y la Patagonia son los lugares en los que este credo pisa más fuerte.
Las iglesias del conurbano
La característica de la Iglesia evangélica es que no tiene una estructura orgánica que la aglutine. No tienen un Papa, ni organización vertical. En el conurbano hay muchas pequeñas iglesias, de menos de 50 miembros. En algunos barrios, hay una cada tres cuadras, son casi tan frecuentes como las remiserías y los maxikioscos. “Muchas veces son el garaje de la casa del pastor. Esa es la típica iglesia evangélica en Argentina. No es muy parecido a lo que muestra la serie”, explica Marcos Carbonelli, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, que publicó el libro Los evangélicos en la política argentina. Crecimiento en los barrios y derrotas en las urnas.
Claro que en Capital existen grandes templos, como la Iglesia Rey de Reyes, del pastor Claudio Freidzon, o Catedral de la Fe, de Osvaldo Carnival, que pueden congregar a más de 5000 personas. O el Centro Cristiano Nueva Vida, de Guillermo Prein, con 20.000 miembros en todo el país. O la Iglesia Visión de Futuro, de Omar Cabrera Jr. Pero no son ellos los pastores que mueven el amperímetro de las decisiones políticas, ya que la mayoría de la gente se concentra en pequeñas iglesias no orgánicas. De todas formas, una y otra vez estos y otros pastores se han pronunciado en contra de la participación de la Iglesia en política partidaria y han convocado a sus fieles a votar con libertad de conciencia por el candidato que mejor los represente.
¿Cómo se explica el crecimiento de la iglesia evangélica? “Hay una legitimidad sociopolítica de los evangélicos construida desde abajo en los barrios. Es ahí donde pisan fuerte y muchas veces actúan como intermediarios entre el Estado y la sociedad. Tienen una legitimidad construida desde el trabajo social, la recuperación de personas con adicciones, el trabajo en comedores y en las cárceles que les dio mucha llegada. Desde ahí, han cumplido una función social que los validó frente a la sociedad. Cuando la clase política se da cuenta de esto, busca sumarlos a sus espacios.”, apunta Carbonelli. “Con las campañas contra al abortoy los pañuelos celestes, o con su oposición al matrimonio igualitario demostraron que tenían un poder de movilización muy importante y entraron en el radar político”, explica Carbonelli. “Sin embargo, el pensamiento evangélico no es hegemónico. Y una cosa es que se pongan de acuerdo en contra del aborto y otra que vayan a votar al mismo candidato”, explica.
Conversión
“En frente de mi casa, en Fiorito vivía un muchacho, Alberto, que andaba en lo mismo que yo. En drogas, en robo de autos, en malas juntas. Yo tenía 14 años y por la ventana un día me di cuenta de que ya no era el mismo. Entonces me acerqué y me invitó a su casa y me habló de Jesús. Era otro. Ahí tuve mi propio encuentro con Dios y cambió mi vida. Mucho después me invitó a la Iglesia. Fui maestro de escuela dominical, líder de jóvenes, y me nombraron pastor. En 2004 abrí mi propia iglesia”, cuenta Alvarez. Y así es cómo hoy muchas personas llegan a las iglesias evangélicas. Desahuciados, desesperados, sin oportunidades para cambiar. Y encuentran en estas comunidades, otras personas dispuestas a ayudarlas, que se convierten en sus familias y así se acercan a la fe y a Dios.
Sin embargo, no hubo correlato entre el crecimiento demográfico evangélico y el lugar alcanzado en cargos políticos, explica Carbonelli. Hay pastores que han alcanzado lugares a nivel municipal pero pocos a nivel nacional. “La gran mayoría de los pastores pentecostales se identifica con el peronismo. Con una fuerte identificación de clase, la idea de justicia social y restauración material se vincula con su prédica”, agrega. Hay una frase que suelen decir los evangélicos en el conurbano para definir su identidad: “soy peronista, pentecostal y de Boca”. En ese orden. Por eso, hasta el momento, movimientos políticos que buscaron capitalizar la marea de pañuelos celestes, más identificados con grupos conservadores y de derecha, no han logrado captar los votos que se proponían.
Emilio, el pastor que compone Diego Peretti tiene muchos guiños que lo acercan más a Edir Macedo, líder de la Iglesia Universal, en Brasil, que a los pastores argentinos. “No solo eso. Los diálogos no tienen mucha profundidad, ni reflejan cómo hablamos los evangélicos. Les faltó investigación”, dice Guillermo Prein, pastor del Centro Cristiano Nueva Vida.
Algunos ejemplos que apuntaron distintos miembros de la comunidad evangélica: Ellos no usan tanto el término Cristo, más ligado al mundo católico, sino Jesús. El uso de crucifijos no es común entre evangélicos y tampoco los vitrales. También apuntan a que la forma de representar la alabanza en los cultos, con una guitarra y una pandereta se aleja de la realidad de los escenarios evangélicos, donde se usan instrumentos electrónicos y en la que casi un pastor no es pastor si no usa el micrófono. Incluso los rezos y oraciones repetitivas, tipo “Te alabamos Señor” no son propias del culto evangélico, sino del católico. “Una pastora jamás diría que es evangelista, porque esa es una palabra con la que se nos suele llamar peyorativamente. Somos evangélicos y evangelista es el pastor que se dedica a predicar el evangelio, no los fieles”, apunta Prein. Incluso en el primer capítulo, cuando el pastor sale al escenario en plena campaña, su esposa le regala una bandera con la leyenda “Cristo salva”. Esa es la frase que identificó al catolicismo nacionalista en los años setenta.
“Todo esto sería anecdótico, es una parodia. Lo grave es que no somos nosotros los que tenemos mayor problema con el abuso de menores y lavado de dinero. Hay otras iglesias que sí. Como la iglesia católica y la Universal. Sacarles esa carga a esas instituciones y ponérsela a los evangélicos muestra la intencionalidad de los autores”, dice Prein.
La marea verde y el crecimiento de los pañuelos celestes representó una crisis en las iglesias evangélicas. Sobre todo porque dio lugar a un activismo político que muchos de los líderes religiosos desalientan activamente por considerar que no es ese el llamado de la iglesia. “Lo positivo de la serie es que hace repensar a muchos evangélicos entusiasmados con la política. Espero que esto sea un espejo que les permita verse y darse cuenta de que están muy desenfocados. Los pañuelos celestes no representan a todos”, dice Prein.
Una evangélica en campaña
Cynthia Hotton, candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires por el partido Valores, está entusiasmada de cara a las próximas elecciones. Cree que esta vez sí se dará. Todas las semanas se presenta ante algún auditorio, la mayoría de las veces en iglesias evangélicas, para hacer campaña. “También encabezamos listas en Mendoza, estamos en Córdoba, en Chaco y en varias otras provincias”, cuenta.
Después de la campaña anterior, en la que sacó 700.000 votos pero no logró dar el batacazo celeste como esperaba, junto a Juan José Gómez Centurion, Hotton tuvo que rediseñar su estrategia. Ahora busca mostrarse más cercana al mundo evangélico, y salir de las alianzas políticas que la dejó a la derecha de la derecha. No es sencillo. Por eso decidió salir a caminar las iglesias. “Es cierto que los pastores más conocidos no se involucran en política, pero hay muchos otros que desde su trabajo social se nos están sumando. Yo les propongo que se muestren como activistas sociales, que eso son además de ser pastores”, explica.
Parte de la estrategia es sumar pastores a las listas. Penetrar en el conurbano y abrirse paso en las iglesias pentecostales. Allí, el peronismo pisa tan fuerte como la religión. “Les explicamos que nuestra plataforma tiene como base la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene muchos puntos en común con el peronismo”, explica.
En eso estaba Hotton hace una semana y media, cuando vio los avances de la serie. “No lo podía creer. Me pareció un ataque muy directo a nosotros. Hoy, la única evangélica que participó de una elección presidencial fui yo. Y también soy la candidata del mundo evangélico. Y conociendo la postura de Claudia Piñeiro hacia mi campaña no me extraña. Ella lo toma como una revancha”, dice Hotton. “Yo estoy a favor de la libertad de expresión. Pero hay que entender cuál fue el objetivo. Quizás por eso investigaron tan poco del mundo evangélico. Porque construyeron los personajes desde el prejuicio”, dice.
“En la Argentina, cuando se representa un mundo religioso, todavía hay una mirada unilateral. Cierto fundamentalismo”, apunta el investigador del Conicet, Carbonelli. “Al mundo evangélico no se lo representa con una paleta muy variada. Esta ficción subraya una hipótesis que no corre, que es la total traducción de la conducta religiosa en la política, donde el fiel es automáticamente un votante. En la Argentina hay una gama variada de iglesias y conviven con el peronismo que de alguna forma explica por qué la fe no se transforma en votos”, dice.
El peronismo
En la ficción de El Reino, el peronismo no aparece. Y es justamente el peronismo la razón de que no prospere un voto evangélico como el que busca Hotton. “Yo diría que no encaja. Lo intentó. En sociología su figura se llama emprendedor moral, rinde bien pero se diluye electoralmente. No tracciona a su propio espacio. Un pastor me dijo sobre ella: nosotros pensamos que iba a ser nuestra Evita, pero al final no. Hay una cuestión de clase. Viene de otro lugar social. Le falta de anclaje popular”, dice Carbonelli.
¿Cuánto de pura ficción y cuánto de prejuicio hacia el mundo evangélico hay en la serie? Como investigador de las religiones en ámbitos académicos, Mallimaci apunta que esta es “una de las maneras de representar el mundo evangélico, para quienes lo venían combatiendo”. Y agrega: “Innegablemente tiene personajes estereotipados. La serie tiene una mirada estigmatizante del evangélico”, apunta Mallimaci. De todas formas, destaca que los evangélicos no deberían enojarse con la serie ni con sus autores, sino verla como una ficción que de alguna manera los pone en el centro de la escena.
“Hay un planteo de la serie que me resulta interesante: ¿El demonio es la política? Me gustó la discusión de si ese liderazgo del pastor debe concentrarse en el templo, o debe salir fuera de la iglesia. Hoy, esa es una tensión constitutiva de América latina. ¿El reino es dentro del templo, o fuera?”, pregunta Mallimaci.
Muchos se enojaron con la serie, pero no muchos evangélicos pudieron hacer una lectura propia de esta ficción como un reflejo quizás deformado de su realidad. “Es un ejercicio interesante pensar cómo nos ven”, dice Norberto Saracco, teólogo y pastor de la Iglesia Buenas Nuevas. “El mismo Jesús en el evangelio, les pregunta a los discípulos: ‘¿Quién dice la gente que soy?’ Es una buena pregunta que nos falta. Vivimos en un micromundo y cuando alguien nos muestra queremos salir a desmentir. Pero, si yo te llamo criminal abortista, ¿después te puedo decir ‘vení que Jesús te ama’? Se ha metido un talibanismo evangélico en esto con el que no concuerdo. Tenemos candidatos que se arrogan la representación del pueblo. Pero no la tienen”, dice Saracco. “La campaña del aborto nos hizo ver como reaccionarios. ¿O acaso pensamos que con las leyes se cambia la realidad e ignoramos el drama humano que hay detrás? ¿Y si somos esa caricatura? ¿Y si en algunas iglesias, que no son la mayoría, está presente un énfasis exagerado por el dinero? Esto no es gratis. Estamos hipotecando la imagen de la iglesia. Eso no lo borrás con una declaración. El mundo es como es, no cómo yo quiero que sea. La pregunta es qué hago yo con eso”, dice.
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