El reclamo de "¡que no se repita!" sigue siendo una deuda impaga
Los primeros días de 2005 iniciamos una larga lucha para que lo acontecido en Cromañón recibiera respuesta. Desde el comienzo, un lema nos identificó: "¡Que no se repita!". Y volvió a pasar. De muchas maneras. Tantas, que en algún momento elaboramos una síntesis conceptual: "la lógica Cromañón", que alude a un modo de articular las corrupciones empresariales y estatales del que resultan las heridas y la muerte. Hay muchos nombres en ese camino: Beara, Iron Mountain, Once, Time Warp, ARA San Juan y ¿final abierto?...
Unidos por un incendio, las heridas de miles de jóvenes y las muertes de nuestros hijos, con su foto en el pecho salimos a la calle. Buscábamos respuestas de las instituciones. Para que no se repitiera. Para eso fueron el juicio político que destituyó al jefe de gobierno, el sumario administrativo que cesanteó a decenas de funcionarios y la causa penal, que encerró a varios delincuentes.
A nosotros, a los sobrevivientes, nos quedaban los juicios de reparación. Allí era donde, por primera vez, se atenderían las situaciones personales y los tremendos efectos que aquella noche provocó en cada uno. Pérdidas lacerantes, discapacidades físicas y psíquicas. Daños permanentes. Y las instituciones no respondieron. El gobierno de la ciudad obró como si no fuera responsable (como si la destitución de su jefe de gobierno o la cesantía y la cárcel de sus funcionarios fueran hechos ajenos). En estos juicios cuestionó hasta su responsabilidad. Los dilató, planteó articulaciones innecesarias, incurrió en costas que pagaremos todos (las víctimas también) y persiguió obsesivamente que no concluyan. Así, hasta hoy.
Pasaron 14 años. Si el incendio, en lugar de a la noche, hubiese ocurrido en horario hábil, Cromañón hubiera vuelto a pasar. Fue en dos juzgados que son como muchos: llenos de papel y de material combustible; que funcionan sin previsión alguna respecto de los incendios y desde ya sin habilitaciones de bomberos. Los cuida Dios, que es argentino.
El que condenó por un incendio posibilitó sus propios incendios y el de nuestros reclamos... No bastó con esa afrenta. El desinterés y desapego por lo ocurrido agravaron su efecto. Ninguna reacción institucional. Desde el 30 de diciembre de 2004 la Ciudad y la Nación contrajeron una deuda: no repetir; no matar ni herir más. ¿Hasta cuándo permanecerá impaga?
El autor es abogado, padre de una de las 194 víctimas de la tragedia
José A. Iglesias
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