Precedió a la libra esterlina de oro británica; también al dólar de Estados Unidos.
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Fue una moneda tan codiciada que su hegemonía en el comercio mundial se extendió durante más de 300 años.
Precedió a la libra esterlina de oro británica. También al dólar de Estados Unidos.
De hecho, los estadounidenses se basaron en su modelo para desarrollar su propio dólar.
Se llamó “Real de a ocho”. Era fabricada en gran parte con plata americana y fue la primera moneda en internacionalizarse en la historia moderna. La acuñó el Imperio Español a mediados del siglo XVI, impulsada por las abundantes riquezas que le trajo la colonización de América.
Incluso, cuando el imperio ya estaba en decadencia, siguió siendo unas de las divisas más competitivas en el mundo extendiendo su predominio hasta finales del siglo XIX.
El nacimiento de una divisa global
Los orígenes de esta moneda se remontan a la reforma monetaria que instruyeron los Reyes Católicos de España en 1497, posterior a la llamada Reconquista y a la llegada a América.
Esa reforma se conoce en los libros de historia como la “Pragmática de Medina del Campo” y estableció al Real, una moneda de plata, como unidad de pago.
Pero no es hasta mediados del siglo XVI que el real de a ocho comienza a popularizarse impulsado principalmente por los reinados de Carlos I y V de Alemania, y Felipe II.
Los dos monarcas representaron la etapa de mayor protagonismo y expansión del imperio español.
Con la plata que se extraía de América, en particular de las minas de México y del Cerro Potosí, en la actual Bolivia, la emisión de monedas de plata se disparó.
“Alrededor de 1535 se crean en América las primeras cecas -el lugar donde se acuñan monedas-, que serán México y Santo Domingo. Con esa gran cantidad de plata, el Real de los reyes católicos se va a multiplicar: un real de a dos, un real de a tres, de a cuatro... porque la mejor manera de trasladar la plata es amonedada”, explica a BBC Mundo José María de Francisco Olmos, profesor de historia de la Universidad Complutense de Madrid e investigador en numismática.
“Después de ese pequeño caos de piezas, se va a conformar el real de a ocho, que es la multiplicación por 8 del real de los Reyes Católicos”, precisa.
Junto a la Onza, la moneda de oro, el real de ocho conformó el sistema bimetalista impulsado por la monarquía española.
“En Europa entra ese río de oro y de plata. Como todo el mundo coincide que es una plata muy buena, empieza a convertirse en la moneda de referencia de todos los demás países”, añade José María de Francisco Olmos.
Moneda de “mundo y mares”
En el siglo XVIII el real de a ocho se consolida como una moneda global con la llegada de la dinastía de los borbones tras la Guerra de Sucesión, un conflicto internacional que enfrentó a las potencias europeas por el control del trono español.
España se enfocó luego en sus posesiones de América y tras tomar control de la Real Casa de la Moneda de México, que había concesionado hasta entonces, ordenó modernizar sus máquinas de acuñación.
El real de a ocho se produjo a partir de entonces con un nuevo diseño que era exclusivo de sus colonias americanas.
La llamaron moneda de “mundo y mares”.
También se conoció como la “columnaria”, pues tenían impresa las columnas de Hércules y entre ellas los dos hemisferios del planeta para representar la expansión del imperio.
Esta nueva versión tuvo particular éxito en la cuenca del Pacífico, donde el comercio funcionaba para entonces bajo un sistema monometalista basado en la plata, según explica el historiador José María de Francisco Olmos.
“En el siglo XV y XVI era importante el comercio del Atlántico, pero a partir de determinado momento, el comercio del Pacífico empieza a ser tan o más importante. Ahí está América, en el centro, con sus minas, con sus monedas, que pueden ir tanto al Atlántico como hacia el Pacífico”, precisa el historiador.
A través del famoso Galeón de Manila, que conectó al puerto de Acapulco con Filipinas durante más de 250 años hasta 1815, el real de a ocho se introdujo en Asia donde fue aceptada como una moneda propia en China, Japón, Corea e India, entre otros.
Algunos países simplemente la punzaban o marcaban con sellos locales para permitir la recirculación.
Algunos expertos en numismática -la disciplina que estudia las monedas y medallas- la consideran como una de las de mayor esplendor y belleza jamás acuñadas.
“Pillar Dollar”, popular en las colonias británicas
La moneda de plata española también fue aceptada en los dominios del creciente imperio británico durante los siglos XVIII y XIX.
Se popularizó con el nombre de “Pillar dollar” (dólar de los pilares), precisamente en referencia a las columnas de Hércules de su diseño del siglo XVIII.
Pero no fue el único nombre.
En Australia, por ejemplo, para comienzos de 1800, se le llamó “holey dollar” o “dólar agujerado”.
Tras una escasez de divisas británicas, las autoridades coloniales australianas de entonces ordenaron importar unos 40.000 reales españoles que luego agujeraron y así duplicaron el número de monedas disponibles.
También se le conoció como “Spanish dollar” (dólar español), que fue igualmente popular en las trece colonias británicas de América del Norte, donde era más fácil de conseguir que las propias monedas británicas.
Patrón del dólar estadounidense (y de otras monedas)
Incluso durante el ocaso del imperio español, el real de ocho siguió siendo una moneda codiciada en el mundo.
En los años previos y posteriores a la independencia del Reino Unido para la década de 1770, Estados Unidos comenzó a diseñar su propia moneda que basó en el modelo de la divisa imperial española.
Los revolucionarios estadounidenses llegaron a financiar su movimiento emitiendo papel moneda que era garantizado con reales de a ocho españoles.
El dólar estadounidense nació como moneda en 1785, pero el “Spanish Dollar” mantuvo vigencia hasta 1857 cuando el “Coinage Act” (Ley de Acuñación) lo sacó finalmente de circulación.
A esto se añade una teoría bastante aceptada sobre el origen del símbolo del dólar ($).
Se cree que proviene de la unión de las dos columnas de Hércules y de la transformación de las letras P y S, que puede hacer referencia tanto a la palabra “peso” como a la expresión de “Plus Ultra”, el moto que acompaña al escudo de la monarquía española.
Ocaso y legado del Real de a Ocho
Las guerras napoleónicas y la independencia de las provincias españolas en América marcarán el comienzo del fin de la moneda española.
Al perder el control de las minas de plata americanas y sus casas de moneda, España se queda sin poder seguir produciendo su principal producto de exportación.
Y pese al colapso del imperio, el real de a ocho resultó seguir siendo una moneda competitiva hasta finales del siglo XIX.
En su libro sobre la historia de la moneda, la historiadora María Ruíz Trapero afirma que se atesoraba en China, India y Medio Oriente al ser su principal moneda de reserva.
Y no solo sirvió de modelo para el dólar estadounidense.
El dólar canadiense, el tael chino, el won de Corea y, por supuesto, las monedas de las repúblicas americanas que nacieron de la independencia de España se basaron en su modelo para establecerse.
Haya sido a bordo de galeones españoles, o en botines de barcos piratas, el real de ocho atravesó “mundo y mares” a lo largo de tres siglos para convertirse en la moneda precursora de la economía global que conocemos en el presente.
Por Jorge Pérez Valery