El pueblo que aparenta una calma inalterable
Trasladaron hasta allá un hospital móvil naranja, pero no pudieron ponerlo en funcionamiento
CARMEN DE ARECO.- A este pueblo de 15.000 habitantes se llega por la ruta 7, la que une Buenos Aires con Mendoza, y se entra a través de un arco que, dicen, está ahí para darles la bienvenida a los visitantes. Un jueves feriado por la tarde, a la hora de la siesta, el arco es, de hecho, lo único que les da la bienvenida: ayer, poco después de la hora del almuerzo, en las calles de Carmen de Areco no había un alma. Los pocos perros que se veían por la calle dormían en un rincón y las persianas de las casas llamaban la atención por la minuciosidad con la que todos los vecinos, sin excepción, habían decidido cerrarlas. Adentro, aunque no hubiese estado nublado, a la luz del sol le hubiese sido prácticamente imposible llegar.
Cerca de las 15, el único lugar de todo el pueblo en el que había algo de movimiento era el Hospital Nuestra Señora del Carmen, y tampoco tanto. Hasta estaba cerrada la puerta de entrada principal, un portón de madera que no desentona para nada con los números que indican, un poquito más arriba, el año de construcción del edificio: 1910. "Nunca se cerró esa puerta; jamás", contó a LA NACION uno de los empleados y, a juzgar por la capa de polvo y tierra que cubría los vidrios del portón, seguramente decía la verdad. Ni él ni el resto de los empleados -enfermeras en su mayoría, y algún que otro guardia de seguridad- daban vueltas por el lugar como si no supiesen muy bien qué hacer: las órdenes eran atender urgencias únicamente y no dejar a nadie internado en el hospital.
Además de eso, algunos se dedicaban a cuidar a las casi dos docenas de ancianos que viven en el geriátrico que funciona dentro de la institución. "Hubo acá una cooperativa que les estaba construyendo un edificio mejor a los abuelos", contó un empleado, mientras señalaba un edificio, a todas luces 100 años más moderno que el espacio en el que funciona el hospital. "Pero después hubo disputas políticas y se suspendió", concluyó con una mueca de resignación. En efecto, el proyecto de geriátrico es una estructura de ladrillos que, por fuera, parece terminada. Por dentro, como todo lo demás en la tarde lluviosa, el gran espacio vacío, abandonado y lleno de polvo era la perfecta imagen de la desolación.
Para completar la postal, además, frente a la entrada de Nuestra Señora del Carmen se instaló, el martes a la noche, un gigantesco contenedor naranja: es un hospital móvil que llegó para dar apoyo, pero hasta ayer todavía estaba cerrado y en silencio porque no habían logrado ponerlo en funcionamiento. Dicen que cuando lo trajeron estaba tan sucio que no se podía ni entrar, y hasta ayer no habían podido conectar la luz en ninguno de sus tres consultorios. Dicen, también, que en el hospital habían pedido que lo instalasen por lo menos a 200 metros de la puerta de entrada para minimizar las posibilidades de un eventual contagio, pero, en cambio, lo pusieron justo enfrente, a no más de 20 pasos de la puerta de entrada.
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