Avanza la creación de una nueva área protegida en Sierra Grande, Río Negro
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PLAYAS DORADAS.– El viento recorre la superficie de casi 20.000 hectáreas de monte patagónico y moldea el paisaje inmenso. La vegetación no suele levantarse muy lejos del suelo y está bien aferrada a la tierra para soportar las ráfagas que convierten a esta área protegida de Sierra Grande, Río Negro, en un lugar de naturaleza salvaje. El territorio, que tiene 35 kilómetros de costa atlántica y donde habita una fauna que va desde pumas hasta pingüinos de Magallanes, podría convertirse en el parque nacional N° 40 de la Argentina.
“Hay una gran expectativa por parte de los habitantes de Sierra Grande por los turistas que el parque podría atraer. Playas Doradas, que es el balneario dentro de Sierra Grande y linda con el futuro parque, se quiere consolidar como destino y atraer a investigadores y otro perfil de visitantes, más allá de los visitantes que ya suelen llegar a esta zona”, señala Leonardo Juber, quien hace 15 años trabaja como guardaparque para la Administración de Parques Nacionales y ahora se desempeña en el área protegida Islote Lobos, que se transformará en el parque nacional homónimo cuando se concrete la aprobación pendiente en la Cámara de Diputados de la Nación.
El municipio de Sierra Grande tuvo su momento de esplendor durante las décadas del 70 y del 80 gracias a una mina de hierro que explotaba la empresa estatal Hipasam SA. Pero en 1991, el entonces presidente Carlos Menem decidió cerrar la mina: a raíz de eso, el pueblo sufrió una emigración de la que nunca se recuperó. Ese emprendimiento minero recuperó cierta actividad en 2005, bajo la concesión de una empresa china, pero nunca volvió a generar el desarrollo de la economía local con la intensidad que supo tener. En 2015, cesó definitivamente la explotación. Esa intermitencia hizo que el lugar buscara otras actividades para crecer, como el turismo, y el parque nacional –esperan– fomentaría la llegada de más visitantes a esta enorme porción de tierra con playas kilométricas.
Pero para que la ilusión de tener un parque nacional se concrete, debe terminar de ser sancionado el proyecto de ley, que cuenta con la aprobación del Senado de la Nación y necesita ser votado por Diputados.
A través de la iniciativa aprobada en la Cámara alta, se aceptó la cesión de jurisdicción y dominio efectuada por la provincia de Río Negro al Estado nacional y se transfirieron a su favor el total de los sectores fiscales intermareal y marino. Asimismo, se aceptó la cesión de la jurisdicción ambiental sobre un conjunto de parcelas de propiedad privada del sector terrestre para la creación del Parque Nacional Islote Lobos. Con la creación de esta área natural protegida, Río Negro tendría su segundo parque nacional; el primero fue el Nahuel Huapi.
Si se consigue la votación pendiente, la zona dejaría de ser un área protegida provincial, que es una porción de territorio destinada a la conservación de la flora y fauna, para pasar a la órbita de Parques Nacionales. Eso significaría que contarían con un presupuesto para el armado del parque y ese organismo tendrá la potestad de tomar decisiones sobre el territorio, con políticas de largo plazo, independientes del poder provincial.
Cuando un parque se pone en marcha, según describe Juber, se montan la intendencia y los galpones, se trazan nuevos senderos, se fortalece la infraestructura para las comunicaciones y se delimitan las zonas de uso público. Como diferencial, dentro de los proyectos que se barajan para este parque es construir un camino que bordee el mar.
Sin embargo, la puesta en marcha del parque no afecta las actividades que ya funcionan dentro del territorio, como la ganadería. Es decir, dentro de la zona de reserva nacional se mantiene la propiedad privada. Para los dueños de esas propiedades, lo que cambia es que, al ser jurisdicción de Parques Nacionales, en la zona empezarán a regir las normas ambientales de ese organismo y no las del municipio.
“El área protegida tiene dos ecoregiones: una es el Mar Argentino y el otra es el monte. En el monte está casi todo lo que tiene esa región; hay guanacos, maras, zorros, pumas, tortugas y un gran elenco de aves, como el cardenal amarillo, que le da un valor agregado porque estaba en peligro de extinción. Gracias al Proyecto Cóndor también es esperable que en un tiempo se puedan ver cóndores en la zona. Además hay una gran colonia de pingüinos de Magallanes y lobos marinos de un pelo. Y en el mar, por esta zona pasan la ballena franca, orcas y delfines, entre otras especies”, enumera Juber.
La zona también es de gran importancia para las especies de aves migratorias. Esas aves suelen utilizar los humedales que se formaron en el territorio y aprovechan la gran cantidad de alimento que ofrecen esos ecosistemas.
Sandra Cañiumil, vecina de Sierra Grande y directora del Museo Duam Ruca, dice que la expectativa por el nuevo parque nacional es grande, pero prefieren esperar a que se concrete antes de festejar lo que podría ser una gran oportunidad para el pueblo.
“Cuando cerró la mina de hierro, Sierra Grande tenía cerca de 25.000 habitantes y a los dos o tres años no llegaban a 4000 personas. Ahora hay expectativa por el parque nacional, a ver si atrae a la gente, pero en Sierra Grande ya no nos ilusionamos. La gente está ansiosa, pero hay que esperar hasta que sucedan las cosas. Muchas veces llegaron oportunidades que podían ayudar a la zona y luego no se concretaron”, indica Cañiumil.
Erminia Colihueque, la subsecretaria de Turismo de Sierra Grande, también está expectante por la creación de Islote Lobos, pero sabe que aún queda mucho por realizar antes de que esa zona se convierta en un destino turístico.
“No creo que el parque por sí solo atraiga el turismo, creo que hace falta un trabajo de desarrollo del lugar y de capacitación de las personas. Hay que formar perfiles que tengan conocimiento sobre el ambiente, el turismo y la cultura. Vemos con muy buenos ojos el desarrollo del parque, pero falta mucho trabajo todavía”, concluye Colihueque.
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