El protocolo y ceremonial, en tiempos de crisis: cómo mantener las costumbres sin gastar una fortuna, según una experta
La especialista en protocolo Fernanda Badía cuenta con más de 20 años de trayectoria en la materia; “Ningún restaurante logra la calidez de una casa”, sostiene
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Ser puntual. Los cubiertos, ordenados de menor a mayor. Los manteles, de satén. El vaso, a la derecha del plato. La postura, erguida. Los codos, fuera de la mesa. Las piernas, sin cruzar. Cortar con la mano diestra. No comer muy rápido (pero tampoco muy lento). Esperar a que empiece el anfitrión y ni un bocado más cuando termine. Los cubiertos, cruzados sobre el plato. La servilleta, en el regazo, y después a la derecha del lugar. La copa se agarra del tallo.
Asociada con algo banal y de siglos pasados que sólo podían interpelar a una parte muy reducida de la sociedad, esta acumulación de órdenes y comportamientos es conocida habitualmente como normas de ceremonial y protocolo. Pese a que la serie de estrictas reglas evoca a personajes como la condesa argentina Eugenia de Chikoff -maestra de protocolo, cultura social y buenos modales-, la práctica tiene aristas que van más allá del prejuicio que cargan. De promulgar esta mirada se encarga la experta Fernanda Badía, que logró encontrar la forma para bajar a tierra el ritual y acercarlo a la mesa del día a día en una sociedad que muchas veces no tiene tiempo -ni recursos- para seguir las líneas de etiqueta clásicas. “El ceremonial es cortesía, empatía, pensar en el otro y agasajar”, define en diálogo con LA NACION.
“Siempre fue algo lejano para la gente, pero en realidad es solo planificar y anticiparse. El protocolo da los pasos, te guía y te ordena. Si te gusta recibir, como a mí, tener un protocolo hace todo más sencillo”, dice.
Con la experiencia que le dieron sus más de 20 años en la Dirección Nacional de Ceremonial y Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores -en donde, entre otras cosas, organiza y participa de actos protocolares, cumbres y reuniones multisectoriales con funcionarios y representaciones diplomáticas de todo el mundo que visitan la Argentina- y con la pasión por ser anfitriona creó el perfil Recibir en Casa, que al día de hoy cuenta con más de 130 mil seguidores en Instagram. Allí da cursos, consejos y talleres sobre cómo mejorar pequeños detalles al momento de sentarse a comer para que no se convierta en una paso más de la rutina. “Ningún restaurante logra la calidez de una casa, pero hay mucha gente que no invita porque le da vergüenza o siente que no sabe”, considera, mientras que asegura que se trata de “un viaje de ida”, en el que cuánto más se recibe “más fácil es”.
“Sentarse a la mesa es uno de los momentos más lindos para generar un hogar”, suma, en el marco de una de sus máximas principales, que es que “comer bien lleva el mismo tiempo que comer mal”.
El protocolo frente a la crisis económica
Uno de los prejuicios más grandes que giran en torno a este sistema es el costo que pueden llegar a tener todos los elementos que implican una “mesa protocolar”, lo que podría desalentar la intención de implementar la práctica. Ante esto, la experta en ceremonial retruca que “recibir en casa es más barato que ir a comer afuera”, ya que dado el contexto actual se pueden implementar opciones más económicas o bien “distintas maneras de invitar”. “Uno trae el postre, otro compra y dividen; hay alternativas, pero la plata no es excusa”, dice, al mismo tiempo que reconoce que pese a que en su profesión no están “operando a corazón abierto”, el protocolo sí puede hacer más ameno y agradable el día a día.
“Es este contexto en donde todo es difícil y estás remándola, que te invite un amigo a su casa y te esté esperando con la mesa puesta, que se acuerden qué es lo que te gusta, no da lo mismo. Te prepara para que algo lindo pase después”, manifiesta.
“No es lo mismo comer rápido y de parado que tomarse un poco de tiempo para hacerlo bien. No es la gran cosa: un individual, un plato, dos cubiertos y en vaso de vidrio. Pasa por a qué decidimos dedicarle tiempo: nos preocupamos por implementar una alimentación más sana pero no por la forma en que comemos eso”, expresa.
Al ser consultada por este medio sobre cómo mantener el hábito de recibir gente en tiempos en los que el presupuesto es reducido, Badía da una serie de recomendaciones para aliviar el bolsillo y no perder lo que ella considera “buenas costumbres” a la hora de comer. “Para cocinar siempre es mejor hacer comidas de olla (como lentejas o pastel de papas) porque rinden más. De postre, algo bien regional y que siempre gusta es el queso y dulce. También se puede invitar a la canasta; todos traen algo”, enumera.
Y sigue: “¿Quién dijo que hay que tener la misma vajilla para todo? Hay que mezclar, darle un nuevo uso a lo que ya tenés, lo que heredaste de alguna abuela. Lo mismo con los vasos, que tienen que ser pequeños para no desperdiciar bebida”. También recomienda reducir el uso de papel con manteles y servilletas de tela que, a su vez, pueden conseguirse y -si hay tiempo- se pueden hacer a mano “sin gastar una fortuna”.
Finalmente, aconseja “empezar con algo más simple” como un desayuno o té, para luego pasar a otro tipo de comidas y eventos. Y alienta: “Como todo, es práctica”.
Es por esto que los cursos que brinda todos los meses -hasta el momento en formato online y con intenciones de ampliar a la presencialidad- están orientados a que la gente le pueda “sacar el jugo” a su mesa de todos los días. De esta forma, a través de workshops como “Modales en la mesa” o “Asesorías uno a uno”, Badía prende la cámara y por poco más de una hora enseña cómo preparar el té, armar una mesa y disponer la casa para la llegada de los invitados: “Hay que ser un buen invitado y también un buen anfitrión, porque las invitaciones se retribuyen. Es darse idea, intentarlo, y si no pueden, para eso estoy yo que los ayudo”
Resumiendo su trabajo y su pasión, Badía resalta la importancia de mantener valores como la educación y la cortesía. “Es tratar de darse idea, intentarlo, y, si no pueden, estoy yo que los ayudo”, concluye.
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