"El presidente Alberto fue alumno nuestro": la alegría en la escuela donde estudió Fernández
La noticia tomó por sorpresa a las autoridades de la Escuela República de México, en Juan Agustín García al 2700, en Villa del Parque. Los padres de los chicos que asisten a la primaria dejaban a sus hijos en la puerta y le preguntaban a la portera si era cierto que ahí había estudiado el presidente electo Alberto Fernández. Tantas veces lo preguntaron que la mujer trasladó la duda a la directora, Laura Bermúdez, que ya había escuchado la versión, pero no lo sabía. Entonces fueron y revisaron los registros y lo confirmaron. El nuevo presidente fue alumno de doble turno en esta escuela, entre 1968 y 1969, cuando cursó cuarto y quinto grado. El registro se lee clarito: allí, en la lista de 5°B; su nombre junto al de Oscar Arcuri, Claudio Cipriano, Carlos Rovegno, Silvia Azzenmil, entre otros. Alberto Angel Fernández figura tercero en la lista y junto a su nombre figura un "suficiente", la única nota que existía entonces. En cuarto grado, en cambio era el primero en la lista.
A partir de entonces, la portera confirmó la buena noticia a cada uno de los padres que se acercaban a la escuela. "Sí, es cierto. El presidente Alberto fue alumno nuestro", contestaba la mujer.
Si Alberto fuera alumno de esa escuela hoy, seguro que iría en bicicleta, por la bicisenda que corre junto a la vereda de la escuela, que se instaló allí durante la gestión de Mauricio Macri en la ciudad.
La directora de la escuela aclara que ella no estaba cuando Fernández asistía con su guardapolvo blanco. Entonces, la directora era Gerarda Scolamieri, amiga del artista Benito Quinquela Martín. Por eso, el pintor realizó, en 1941 un mural en el segundo piso de la escuela, allí donde estaban las aulas de cuarto y quinto grado donde cursó Fernández.
Como el mural quedó justo en el patio de juegos, se fue deteriorando con los años y los pelotazos de los picaditos de los recreos. Cuando Bermúdez asumió, hace ocho años, decidió emprender la restauración, con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Ciudad. Fue reinaugurado este año. "Podríamos haberlo invitado como ex alumno", dijo.
La infancia y la adolescencia de Alberto Fernández dejaron su huella en los barrios de La Paternal, Villa Mitre y Villa Santa Rita. O más bien fue al revés, según dicen algunos vecinos. "Es Alberto el que siempre dice que lleva el sello de La Paternal, pero salvo cerca de la cancha de Argentinos Juniors, no se lo ve. Hace rato que dejó el barrio", dicen Antonio y Cacho, de 78 y 70 años, dos vecinos que viven a una cuadra de la referencia que suele dar Alberto del lugar donde transcurrió su infancia: Elpidio González y Terrada.
"No, por acá no vivía. Yo nunca lo ví", dice Daniel, el dueño del petshop que se levanta justo en esa esquina. "Búsquenlo en otro barrio. El es socialista, por eso vive en Puerto Madero", dice el hombre sin ocultar su antagonismo político. ¿De verdad no lo recuerda o prefiere no otorgarle la categoría de vecino ilustre? Difícil saberlo, pero en las inmediaciones de esa esquina, las cosas cambiaron mucho desde fines de los 60. Los recuerdos son escasos.
Se trata de un barrio en el que dominan los PH, pero la modernización de la zona deja su marca visible. El vivero ahora es un "growshop" y su dueño no lo conoció a Alberto. La Confitería San Juan, donde se ofrecía uno de los servicio de lunch más tradicionales del barrio, cerró y tiene las vidrieras pintadas. Jorge Pumar, dueño de la ferretería de Jonte y Terrada dice que tampoco él lo conoció. Pero que su esposa fue vecina del nuevo presidente, en Terrada al 2800, casi llegando a las vías, en Villa del Parque. Pero que la mujer recién se enteró ahora.
¿Sabe cuál era su casa? Jorge no duda, saca su celular y llama: "¿Hola, Alberto?", dice y tapa el micrófono, y aclara: "no el presidente, es un cobrador…" Entonces le pregunta si él se acuerda cuál era su casa. Y el hombre duda pero dice que no, que cree que era cerca de las vías, de la mano derecha. Que vivió ahí cuando se casó y hasta que se separó.
La cuadra de Terrada al 2800 es tranquila, casi provincial. Hay casonas amplias, tipo inglesas. Una tiene un Falcon verde estacionado en el garaje. Otra, de dos lotes, un Taunus amarillo. Una vecina se asoma por una ventana que se abre en medio de una enredadera. Dice que ella vive en esa cuadra hace mil, que nunca supo que Alberto viviera allí. Que jamás lo vio. Cierra la ventana y le repite el diálogo a alguien más, que también dice que no.
En una vieja guía telefónica que ofrece uno de los vecinos de la cuadra, aparece la dirección de la madre de Fernández, que falleció hace algunos meses: Celia Pérez. A mitad de cuadra, en Terrada al 1800, planta baja B. Nadie responde en ese timbre ni en el teléfono de la guía. Pero los vecinos de la casa tampoco saben decir, o al menos no lo recuerdan en el barrio.
"No, yo creo que vivía en Bufano y Magariño Cervantes", aporta uno de los vecinos, cuyo padre vive en la cuadra hace 80 años. Pero allí tampoco hay recuerdos de primera mano del nuevo presidente. Muy cerca de ahí, en San Blas al 2238, está la escuela en la que Alberto terminó la primaria: entonces se llamaba Avelino Herrera. Pero la escuela no existe más como tal. Hoy es una escuela domiciliaria del distrito escolar 12.
Un cartel del gobierno porteño advierte que se encuentra cerrada por reformas, que sólo funcionará un jardín. Otra leyenda advierte que la puerta debe permanecer siempre cerrada. Y un tercer afiche pegado en la pared invita a la "Escuela de bichos", los talleres de fútbol para chicos de Argentinos Juniors. Como la escuela está cerrada, no hay a quién preguntar: sin embargo no hace falta mucho para descubrir qué era lo que más le gustaba a Fernández de esa escuela. Desde las ventanas de las aulas del segundo piso se puede ver la cancha del equipo de sus amores.
"Yo lo veía tomando café en Caracas y Jonte, cuando había partidos", dice por lo bajo un vecino. El café se llama Ateneo y el encargado, detrás de un mostrador de los de antes explica que no. Que Alberto no suele ir por ahí, que sí lo hacen algunos de sus amigos, como Tito Pérez, que fue por mucho tiempo intendente de la cancha. Igual, el barrio está muy contento de tener un vecino presidente, dice, y levanta la campana de plástico que cubre las facturas del mostrador para que salgan dos moscas que quedaron atrapadas dentro.
Algunos de los locales comerciales a metros de la cancha, sobre la avenida Jonte parecen de otro tiempo, como los que exhiben bombachas de señora en la vidriera junto a una foto de Luciano Castro promocionando calzoncillos, escoltado por dos corpiños. O el salón masculino Jorge Polo Quinteros.
"No os hagáis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladrones minan y hurtan. Cremoso Oferta, $266 x kg", se lee en la pizarra de una quesería a media cuadra de la cancha. Un comerciante que intercala promociones con versículos bíblicos.
El bar pizzería que frecuentaba Fernández antes de los partidos era La Cuneta, en Gavilán y Jonte, donde también iba Diego Maradona. Pero ya no está más y ahora hay un salón de fiestas infantiles que se llama Emanuel. En el "Bichostore", el local de venta de merchandising la empleada saluda con una sonrisa, pero explica que ella no puede hablar. Que sí, que están felices, pero que ella no sabe nada. Hasta que se abre una puerta a mitad de cuadra sobre Gavilán. Dos hombres hablan de las elecciones. Uno es vecino y otro el encargado. Cuando se les pregunta si están felices de que un hincha sea presidente, levantan las manos, dicen que no lo conocen y que en la cancha no hay nadie.
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