El polo joven que se extiende desde el sur de Mar del Plata hasta Chapadmalal: las razones
En la ciudad el segmento de turistas de 18 a 29 años es el que más creció en el último año; afters y recitales, las claves de esta tendencia
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MAR DEL PLATA.- Nada es casualidad. Pinamar hace años que diluyó su oferta nocturna, Villa Gesell perdió crédito y adolescentes tras el crimen de Fernando Báez Sosa y la consecuencia son estas playas marplatenses casi tomadas por los jóvenes, uno de los segmentos de mayor crecimiento en los últimos años y, además, con presupuestos suficientes para sostener un ritmo de salidas de doble turno, tarde y madrugada.
Cuando el sol comienza a caer hay paradores que mutan y se convierten en literales discotecas a cielo abierto. La arena y los decks gastronómicos se reservan, entonces, para a los pasos de baile y, ticket de por medio y siempre con barras más que activas, la diversión, los coqueteos y hasta el glamour se viven y disfrutan a pasos del mar.
El sur, que alguna vez marcó tendencia y estilo con los balnearios privados al abrigo de los bosques inmediatos al Faro de Punta Mogotes, amplió su oferta hasta la creciente y transformada Chapadmalal, a más de 30 kilómetros de Playa Grande, original epicentro de los afters y la nocturnidad, que todavía mantiene su gente y encanto. Esa extensión hizo ruido, y no solo el de los parlantes en los que suenan fuerte ritmos que van desde la electrónica hasta la cumbia.
“Venimos a la playa al sur porque se arman los mejores afters y podés elegir, o te vas de uno a otro caminando”, cuenta Valeria, Tiziana y Magalí, de La Plata, con 19 a 21 años y con el segundo veraneo juntas y sin padres. “El próximo verano vamos a alquilar acá cerca, porque el colectivo a veces es imposible”, destacan.
Estadísticas difundidas días atrás por el Ente Municipal de Turismo confirman que durante enero del año pasado, aún con el impacto de la variante ómicron que originó una nueva ola de la pandemia de coronavirus, Mar del Plata tuvo un crecimiento de casi 8% en arribos de visitantes jóvenes. “El estrato más alto con presencia en la ciudad es el de 18 a 29 años”, confirman desde el organismo y estiman que durante enero de 2022 llegaron 338.000 personas dentro de esos límites de edad. Casi uno por cada dos habitantes que tiene Mar del Plata. “Tenemos la mejor noche del país”, afirma el titular del organismo, Bernardo Martín, después de una primera quincena que presentan como récord, con casi 700.000 visitantes.
Más allá de la playa, el producto que más consumen es el entretenimiento. Y la ola encontró eco en el sector privado, que como nunca antes abrió bares, cervecerías y espacios de nocturnidad –temprana y de la otra- en playas.
Punto de elección
Desde hace tres años creció la elección de Chapadmalal como uno de los refugios para instalarse cerca del mar, a minutos de los principales afters y en viviendas cómodas, con parques para previas que se viven entre música y bebidas.
“Alquilamos acá cerquita, que es mucho más tranquilo y si nos juntamos con amigos no se molesta a nadie”, detallan Andrés, Bautista, Soledad y Thiago, cuatro jóvenes de un grupo de nueve que vino desde Palermo y se instaló en una casa, a 300 metros del sector público del balneario Cruz del Sur, el extremo más calmo de esta extensa franja de playas a la vera de ruta 11.
Allí, donde también hay mucha presencia de familias, el surf y las guitarras acompañan un contexto de calma. No hay parlantes estridentes y, cada tanto, algunos fogones para estirar los encuentros en penumbras. “Acá los pibes están tranquilos, el ruido está más allá”, afirma, junto a su esposa, Leonel Vázquez, que llegó desde la ciudad de Buenos Aires, y señala hacia las cercanías del sector comercial de Chapadmalal. El casi el último refugio de paz plena.
Allí cerca hay paradores que invirtieron en servicios, como Casa Pampa, con espacios exclusivos y un perfil cool que ya casi no se ve por aquí. Y El calamar loco, también con su playa y estilo, pero con una grilla de presentaciones de DJ que disparó las quejas del vecindario, tanto residentes como turistas, y junta de firmas para que se impidan este tipo de eventos. En la programación están anunciados para este mes John Digweed y Nick Warren, ases de las consolas y movilizadores de multitudes donde se presenten.
“Hemos presentado un recurso de amparo ante la Justicia, porque un lugar que crecía bien y en armonía se distorsionó con algo que no tiene nada que ver con el descanso y la tranquilidad”, contaron a LA NACIÓN vecinos que se oponen a estas fiestas.
Al sur
El otro lote de diversión se mantiene, como en los últimos años pero con nuevas propuestas, en la zona del barrio Alfar, en el conjunto de paradores próximos al Faro de Punta Mogotes, a unos 15 minutos de Chapadmalal en auto. Mute es el clásico de las fiestas electrónicas, vecino de Helena Beach, otro parador de playa con un gran escenario que esta temporada inauguró la cantante rosarina Nicki Nicole. Allí mismo cantarán, en los próximos días, L-Gante y Damas Gratis, entre otros.
Estos shows, con reconocidos artistas, son el extremo de una propuesta diaria que, cada atardecer, se viste con los habituales sunsets, con música para amenizar en principio y, siempre tragos de por medio, bailar y conocer gente nueva. “Si no conseguís un QR de free pass hay que pagar entre 2000 o 3000 pesos la entrada”, confirman desde un grupo que está definiendo si invierte o no en un after. Y en cuál, porque hay tres eventos en menos de 1500 metros.
Samsara Beach llevó su propuesta al espacio donde durante años reinó Abracadabra, gran epicentro de los jóvenes en ese extremo sur. “La juventud es lo que más creció entre el turismo que recibe Mar del Plata y le generamos un producto pensado para ellos”, explicó Hernán Tillous, responsable del parador que ofrece alquiler de sombrilla y servicios para que pasen el día de playa, con acceso al after beach y consumición incluida.
A diferencia de otros balnearios allí el funcionamiento como lugar de baile es de 18 a 23. “Hay una gran masa de chicos de 20 a 23 años que buscan este tipo de salidas”, remarcó sobre esa masa que se mueve en autos, colectivos repletos, taxis o a pie, si es posible a dedo, en camino por la ruta 11.
El otro lote quedó en Playa Grande. Sobre la arena, cada tarde, suenan unos pocos parlantes que superan los controles en el acceso, enfocados sobre todo en limitar el ingreso de alcohol a la arena. Al lado, la discoteca Ananá, que tiene su propio after. Y en el complejo de balnearios se amplió la oferta. Bruto, el local nocturno más elegido, también tiene su función de atardecer.
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