El Petiso Orejudo: la historia real detrás del mito que causó terror a principios del siglo XX
El nombre de Cayetano Santos Godino es uno de los más tristemente célebres en la historia criminal argentina. Aunque tal vez se lo conozca más por su apodo: el "Petiso Orejudo". Convertido en una especie de mito con el que algunos padres asustaban a sus hijos, el personaje real existió y en 1912, con solo 15 años, cometió crímenes atroces contra otros niños.
El origen de su sobrenombre es bastante evidente cuando se observan las imágenes de Santos Godino: su rostro estaba enmarcado por unas enormes orejas que incluso llegaron a ser analizadas para determinar si tenían algún vínculo con su mentalidad criminal.
Pero la historia del Petiso Orejudo tiene que analizarse dentro del contexto en el que vivió. Hijo de inmigrantes italianos, Fiore Godino y Lucia Rufo, Cayetano tenía nueve hermanos. Desde pequeño manifestó su violencia, a tal punto que su propio padre pedía que la policía lo detuviera.
Vivió en la miseria y era constantemente golpeado por su padre y por su hermano. Tal como explica el escritor Álvaro Abós, "la curiosidad y el miedo trenzaron fábulas y fantasías sobre Godino. Su historia, además de comportar una tragedia humana, desnudó las caras de la Argentina de entonces, el régimen conservador y el país de la inmigración".
Alimentado por la prensa amarillista y los relatos a veces con cierta fantasía sobre el personaje, el Petiso Orejudo fue convertido en un "monstruo" de la época.
Su temprana carrera criminal
Si bien Santos Godino cometió la mayoría de los crímenes cuando tenía 15 años, su "carrera" delictiva había comenzado mucho antes, cuando era apenas un niño. A los 8 años, llevó a Miguel de Paoli, un niño de casi dos años, a un baldío, donde comenzó a pegarle en la cabeza con una piedra. No llegó a matarlo porque un vigilante lo descubrió. La misma suerte corrieron Roberto Carmelo Russo, Ana Neri y Severino Gonzales: en todos esos casos, alguien acertó a pasar por la escena antes de que el Petiso llegara a cometer el crimen.
En el caso Russo, a pesar de que Cayetano repitió la historia en la que decía ser el liberador del menor, fue arrestado. Pero al poco tiempo lo liberaron por falta de mérito.
Pasaron años sin que nadie, salvo su preocupado padre, comprendiera que aquel jovencito de orejas aladas, analfabeto y pirómano, que finalmente se convertiría en un asesino serial.
Tres muertes
El año 1912 sería clave: tres muertes terminarían por dejarlo al descubierto. Los dos primeros fueron los crímenes de Arturo Laurora y Reina Bonita Vainicoff. El primero, un niño de 13 años, fue hallado muerto a golpes y estrangulado en una casa vacía en enero de 1912. Dos meses después, a Reina Bonita, de 5 años, la prendieron fuego y falleció al poco tiempo debido a las quemaduras.
No fue sino hasta el crimen de Jesualdo Giordano, ese mismo año, que este joven asesino cayó finalmente en manos de la Justicia.
Jesualdito no tenía ni cuatro años cuando desapareció de la puerta de su casa. Su cadáver apareció en un baldío, estrangulado con un piolín y con un clavo en la sien. La imagen horrorizó a la población, que ya acusaba a Cayetano por el horroroso crimen.
Los vecinos denunciaron que la última vez que habían visto a Jesualdito, caminaba de la mano con el "Orejudo". La policía lo detuvo el 4 de diciembre, y Cayetano confesó sus crímenes.
Sin remordimientos
-Siente usted remordimientos por lo que ha hecho?
-No entiendo...
Así contestó Santos Godino a la pregunta de uno de los doctores que lo examinó una vez que fue apresado, acusado de cometer numerosos y crueles asesinatos.
Tenía apenas 15 años cuando fue procesado por los asesinatos de los niños Arturo Laurora, Reina Bonita Vainicoff y Jesualdo Giordano.
Luego de una serie de peritajes psiquiátricos, fue declarado, en principio, inimputable, por considerárselo irresponsable, aunque se decidió su internación provisoria en el Hospicio de las Mercedes. Sin embargo, por decisión del Ministerio Público, el Petiso fue trasladado a la Penitenciaría Nacional, en aquel entonces ubicada en Las Heras y Coronel Díaz.
Su último traslado fue a la Cárcel del Fin del Mundo, en Ushuaia, -hoy convertida en un museo- donde cumplió su condena por "cuatro homicidios, siete tentativas de homicidios frustrados por las circunstancias, siete incendios intencionales, algunos de los cuales revistieron carácter grave".
En 1927 se lo sometió a una cirugía para reducir el tamaño de sus orejas, ya que algunas teorías sostenían que eran el origen de su crueldad. Esta decisión se dio en el marco del predominio de principios positivistas de la época, que sostenían la idea de "peligrosidad" de algunas personas y el concepto de la delincuencia nata.
Santos Godino falleció en 1944 y sobre su muerte hubo diferentes versiones. Oficialmente se atribuyó el deceso a una úlcera. Sin embargo, hay quienes sostienen que fue castigado por haber asesinado a las mascotas de la prisión -unos gatitos- y habría muerto a causa de una hemorragia interna causada por la paliza.
Incluso los rumores que corrían por la época decían que la esposa del director de la cárcel usaba el cráneo del Petiso como pisapapeles. Tal vez esa anécdota sea parte del imaginario morboso, lo que es cierto, es que el Petiso Orejudo existió, y se convirtió en el primer personaje tenebroso de la historia criminológica del país.
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