Los continuos cambios demográficos y sociales en todo el mundo hacen que sea cada vez más frecuente que las familias, en especial las mujeres, intenten organizar su vida en ese contexto
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Hace diez años que Daiane de Vargas Flores, de 39 años, cuida a tiempo completo a su madre Maria Joana, de 68 años, que sufre demencia. Ya no habla, ni camina ni se alimenta sola. “Se convirtió en un bebé total”, le dice Daiane a BBC News Brasil.
La peor fase de la enfermedad de Maria Joana, que vive en Paraná, en el sur de Brasil, se produjo justo cuando la propia Daiane estaba a punto de ser madre, mientras estaba embarazada de su hijo, que ahora tiene 7 años. “Cuando vas a tener un hijo quieres que tu madre esté a tu lado. Pero conmigo, lo que pasó es que me quedé huérfana de madre y tuve una hija más”.
Daiane no es la única que se enfrenta al reto de cuidar simultáneamente a dos generaciones. Los continuos cambios demográficos y sociales en todo el mundo hacen que sea cada vez más frecuente que las familias, en especial las mujeres, se vean “presionadas” por las demandas de sus padres que necesitan ayuda, de sus hijos e incluso de sus nietos.
El nombre que se le dio a este fenómeno es el de “generación sándwich”.
Tres generaciones
En Estados Unidos, una investigación del Instituto Pew estimó que casi uno de cada cuatro adultos es parte de esta categoría. Es decir, personas que tienen la responsabilidad de cuidar tanto de sus padres como de sus hijos menores de edad (e incluso mayores pero todavía dependientes económicamente de ellos).
La expectativa es que el fenómeno de la “generación sándwich” sea cada vez más común, como explican las investigadoras brasileñas Simone Wajnman y Jordana Cristina Jesus en un estudio realizado sobre el tema en Brasil.
Hay una combinación de razones detrás de este fenómeno global. Por un lado, ahora las personas deciden tener hijos más tarde y sus padres viven más tiempo. Por eso, muchos se encuentran lidiando con el cuidado de dos generaciones.
Al mismo tiempo, las familias son cada vez más pequeñas y hay menos personas con las que compartir estas tareas.
Otro factor importante, según las investigadoras brasileñas, es que una parte importante de los jóvenes cada vez tarda más tiempo en alcanzar la independencia económica, postergando la salida de casa de sus padres.
“El efecto que generan estos cambios es de una cantidad cada vez más grande de adultos que deben responder simultáneamente a las demandas de sus hijos y de sus padres, siendo las mujeres las más propensas a ocupar este papel”.
Es el caso de Daiane, que desde la muerte de su padre cuida sola a Maria Joana, ni su marido ni sus hermanos participan en la rutina de cuidados. “Aprendí a bañarla y hago todo lo que está a mi alcance”, dice Daiane, que ya enfrentó períodos de profunda depresión. “Dedico toda mi vida a mi madre: no viajo, no salgo. Y la gente me pide que esté más presente para mi hijo. No tengo tiempo para mí, pero tengo que tener tiempo para la casa, para la ropa, para ellos”.
Las dificultades en América Latina
En América Latina el fenómeno tiene una capa adicional de complejidad. Según los datos de Simone Wajnman, la mayoría de las mujeres “sándwich” en Brasil no son sólo madres sino también abuelas.
La razón principal es que, si bien cada vez más mujeres esperan más para tener hijos -la edad media en Brasil en la que se convierten madres es de 27,8 años-, sigue siendo una de las edades más bajas del mundo.
Wajnman identificó que en Brasil cuando una mujer llega a los 55 años tiene en promedio dos nietos de hijos que rondan entre los 20 y los 30 años. “También es muy probable que tenga una madre y un padre vivos en edad de requerir cuidados”, le dice a BBC News Brasil.
En la práctica, por lo tanto, muchas de estas abuelas terminan exprimidas por las demandas de tres generaciones diferentes de personas que necesitan cuidados. “Sin duda es algo que afecta mucho más a las mujeres”, continúa Wajnman. “Me refiero a abuelas que tienen mucho trabajo con sus nietos y al mismo tiempo tienen una madre o un padre que necesita atención”.
Raquel Soares Alexandre, de 58 años, cuenta que lleva tres años sin “vida propia” desde que su padre sufrió un accidente cerebrovascular y perdió el movimiento en el lado derecho del cuerpo. “No camina ni habla, así que depende de mí para tomar las medicinas, ir a los turnos médicos. Necesita de mí para todo”, explica.
Raquel también cría a sus dos nietas adolescentes de 13 y 17 años y trabaja a tiempo completo como agente de apoyo en la Fundação Casa en São Paulo.
“Mi padre se queda con una de mis nietas por la mañana y con la otra por la tarde. Cuando llego a casa del trabajo, tengo que ocuparme de la comida. Me acuesto a las 11 de la noche. En mis días libres, tengo que ocuparme de la casa, de lavar la ropa”, se desahoga.
“Entonces, ‘duro’ es poco. Lloro mucho, me desespero. Pero luego miras al lado y ves a gente en una situación aún peor y sigues adelante”, expone.
El peso del cuidado
Es importante destacar que la coexistencia de generaciones también puede aportar algunos beneficios. Desde acercar más a la familia hasta permitir que las madres se las arreglen para permanecer en el mercado laboral mientras las abuelas ayudan con los niños.
Pero la presión emocional y económica sobre este grupo demográfico es grande. Y es probable que siga creciendo.
La Universidad de Michigan halló, entre más de 1.000 encuestados de la “generación sándwich” en EE.UU., que el 36% de ellos enfrenta dificultades económicas, lo que equivale al doble de la tasa registrada entre las personas que sólo cuidaban de un padre o madre anciano, según una investigación publicada en el Journal of the American Geriatrics Society.
También llama la atención que el 44% de los “sándwich” afronta problemas emocionales.
“Los responsables políticos y los empresarios deberían prestar especial atención a las personas que se encuentran en este ‘trilema’ de cuidar a dos generaciones y, al mismo tiempo, seguir siendo parte de la población activa”, escribió Donovan Maust, uno de los autores del estudio.
La Asociación Americana de Psicología (APA) dice que “se ha demostrado que ser cuidador multigeneracional repercute negativamente en la salud y el comportamiento porque reduce los niveles de ejercicio de los cuidadores, aumenta la frecuencia del consumo de cigarrillos y eleva el riesgo de depresión”.
“Cuidar de los nietos es un trabajo extra para las abuelas que a menudo son también cuidadoras de sus maridos. Estamos hablando de mujeres que muchas veces no tuvieron opción”, le dice a BBC News Brasil la trabajadora social Marilia Berzins del Observatorio de Longevidad y Envejecimiento Humanos de Brasil.
Berzins dice que incluso ha promovido cursos y círculos de conversación para ayudar a los “cuidadores multigeneracionales”, pero muchos no van porque no tienen tiempo libre para asistir.
Por eso, sin ningún tipo de apoyo terminan por aprender a cuidar de las personas mayores por su cuenta y en la práctica. “Es un trabajo precario y pesado. Hoy, el principal proveedor de cuidados es la propia familia”, prosigue Berzins.
La experta sostiene que las políticas públicas, como la creación de centros de día o de noche para personas mayores y la formalización de la profesión de cuidador, podrían ayudar a aliviar la carga emocional, social y financiera sobre estos grupos.
“La cuestión es: ¿quién cuida a quien cuida? Por eso, necesitamos que los cuidados se conviertan en una política de estado, no sólo en una cuestión familiar”.
Paula Adamo Idoeta
BBC News Brasil
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