El perfecto runner: un nuevo estudio revela el secreto para correr más y mejor
El trabajo, que se publicó este mes en el Journal of Motor Learning and Development, fue llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Tennessee en Knoxville y de la Universidad Shahid Beheshti en Teherán
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NUEVA YORK (The New York Times).— Para que salir a correr parezca más fácil, mejor no estar pendiente de lo que pasa en el cuerpo y enfocar la atención en otra cosa. Esas son las conclusiones de un nuevo y fascinante estudio sobre el modo en que nuestro foco de atención afecta lo que sentimos al movernos. Se trata de un estudio reducido del que participaron solo runners mujeres principiantes, pero los hallazgos sugieren que cuánto más pendientes de su cuerpo están los corredores, más agotador resulta el esfuerzo, tanto física como psicológicamente. Por el contrario, cuanto más se distrae de lo que pasa en su cuerpo quien está corriendo, menos exigido se siente y mejor es su rendimiento.
El descubrimiento puede serles útil a los miles de runners que se preparan para una maratón. Y también podrían tener implicancias para los millones que se preguntan cómo hacer para que el ejercicio físico sea lo más tolerable posible.
Como muchos de nosotros sabemos por experiencia propia, hacer ejercicio no siempre es fuente de alegría y bienestar. Poner nuestros músculos en movimiento, con la consiguiente aceleración de la respiración y el ritmo cardíaco, puede causarnos desequilibrios físicos. Pero todavía no quedaba claro cómo contrarrestar esos malestares para no perder la motivación y mejorar nuestro desempeño en el deporte o actividad física que hayamos elegido.
Muchos entrenadores y otras “figuras de autoridad”, como amigos o compañeros de ejercicio, seguramente nos dirán que al entrenar hay que prestar atención a lo que pasa en nuestro interior y a concentrarnos en la física de nuestro cuerpo, como su forma y su técnica de movimiento. También nos aconsejarán escuchar nuestra respiración, o contar los pasos que damos por minuto, o enfocarse en levantar bien la rodilla en cada zancada.
Pero algunas investigaciones hechas con atletas sugieren que prestar atención al cuerpo y su dinámica tal vez no contribuya a que el movimiento nos resulte más fácil, ni a que mejoremos nuestro desempeño. Un estudio muy citado del año 2003, por ejemplo, reveló que los golfistas pegan mejor cuando no están pendientes de la mecánica del golpe, y que los futbolistas gambetean con más agilidad entre conos cuando su mente está en cualquier parte, pero tienden a tropezarse o perder la pelota si están pendientes de su movimiento de pies. (Las principiantes, sin embargo, gambetean mejor si se concentran en lo que están haciendo, seguramente porque todavía no tienen incorporado ese movimiento.)
Esos resultados en general están en línea con una teoría ampliamente aceptada por la ciencia deportiva, conocida como Hipótesis de Acción Restringida. Según esa teoría, el cuerpo por sí solo sabe cómo moverse mejor que cuando es controlado por la mente consciente. O sea que un foco de atención externo es más efectivo en relación con el rendimiento, debido al control automático del movimiento. Un foco de atención interno, por el contrario, hace que el movimiento sea más consciente, y que por lo tanto sufra perturbaciones. Cuanto más nos concentramos en decirle al cuerpo lo que tiene que hacer, menos fluidos y eficientes serían nuestros movimientos.
Esa idea fue confirmada por otros estudios con aficionados a una amplia variedad de actividades físicas. En un estudio de 2017 sobre una práctica de salto en largo, por ejemplo, 44 voluntarios saltaron más lejos cuando se enfocaron en dónde aterrizar, y no en la técnica del salto. Algo similar reveló un estudio con levantamiento de pesas de 2011, cuando 27 hombres y mujeres fueron más efectivos cuando no pensaron en cómo soportar el peso que cuando sí lo hicieron. Y en un estudio de 2015 realizado con remeros de competición, los 15 atletas remaron de manera más eficiente cuando dejaron que sus mentes se enfocaran en cualquier cosa que no fuera el esfuerzo que estaban haciendo sus piernas.
Pero todavía no estaba claro si en los deportes de resistencia, como las carreras de fondo, la dinámica era similar. Así que para el nuevo estudio, que se publicó este mes en el Journal of Motor Learning and Development, los investigadores de la Universidad de Tennessee en Knoxville y de la Universidad Shahid Beheshti en Teherán, Irán, decidieron comprobar si los runners corrían de manera más eficiente cuando estaban distraídos, en comparación con los que estaban sintonizados con lo que pasaba en sus cuerpos.
Mujeres sanas y activas
Empezaron reclutando a una docena de mujeres jóvenes. La investigación se llevó a cabo en Irán, donde no se recomienda realizar estudios con voluntarios de ambos sexos, y por lo tanto no participaron corredores hombres. Se trataba de mujeres sanas, activas y familiarizadas con la actividad de correr, aunque ninguna lo hacía con regularidad. Los investigadores las convocaron al laboratorio y comprobaron el estado físico de todas ellas y su máxima velocidad de carrera en cinta.
Después, en las siguientes visitas al laboratorio, las mujeres debieron correr seis minutos por turno al 70% de su velocidad máxima, mientras los científicos monitoreaban su consumo de oxígeno, la cantidad de lactato en el torrente sanguíneo y sus sensaciones sobre el esfuerzo de correr. En una de estas sesiones, las mujeres se enfocaban intensamente en los músculos de los pies, como una forma de dirigir su atención hacia el propio cuerpo. En otra de esas rondas, se dedicaron a contar los pasos, o sea que la atención seguía puesta en el cuerpo, aunque de manera más amplia y externa. En una tercera ronda, debían contar hacia atrás de tres en tres, alejando la atención de la mente sobre el cuerpo, pero siempre manteniéndose dentro de sus cabezas. Y finalmente, durante la cuarta sesión, les proyectaron el video de un partido de básquet, una distracción contundente que las distrajo por completo de la actividad de correr.
Más tarde, cuando los científicos compararon las reacciones físicas y emocionales de las mujeres en cada ronda, encontraron que ver videos superaba holgadamente a la escucha del cuerpo. Mientras corrían distraídas mirando el partido de básquet, las mujeres consumieron menos oxígeno y produjeron menos lactato. Desde el punto de vista fisiológico, en ese momento correr les resultaba menos exigido. Las mujeres también reportaron que mientras miraban el video se sentían menos tensas. Por el contrario, correr se les había hecho más difícil cuando debieron prestar atención a sus músculos o a la actividad del resto de su cuerpo.
Básicamente, la peor estrategia de un corredor “es enfocarse en sus movimientos”, dice Jared Porter, profesor de movimiento humano de la Universidad de Tennessee, que estuvo a cargo de supervisar el estudio. La mejor opción, dice el científico, es pensar en cualquier otra cosa.
Como suele ocurrir en la ciencia del movimiento, se trató de un estudio reducido, con una muestra chica de participantes, y por lo tanto la Hipótesis de Acción Restringida sigue siendo una teoría. Pero estos últimos descubrimientos sugieren que la distracción probablemente haga que correr sea más placentero, o incluso que nos haga correr más rápido, dice el doctor Porter. Así que a ponerse los auriculares para escuchar música, obviamente, sin dejar de monitorear el tráfico humano y vehicular a nuestro alrededor, por seguridad. A escuchar el canto de los pájaros y a imbuirnos del paisaje si corremos al aire libre, o a ver la tele si corremos en cinta.
“Nos sorprendió mucho la enorme diferencia de rendimiento cuando la gente se desentiende de lo que hace el cuerpo”, dice Porter.
Sin duda son muchos los factores que influyen en nuestro desempeño físico y deportivo, y en el placer que nos puede dar el entrenamiento. Este estudio apenas analizó rondas breves de mujeres jóvenes que no solían salir a correr, y por lo tanto no sabemos si los resultados son igualmente aplicables a los hombres, a las personas mayores, a corredores experimentados, o a personas que practican otros deportes de resistencia, como el ciclismo o la natación. “Pero no hay ninguna razón científica para pensar que no ocurriría lo mismo”, dice Porter.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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