El origen taiwanés del Barrio Chino de Buenos Aires: la inmigración de los 80 y los comercios que le dieron vida a la zona
Los más de 8000 taiwaneses que llegaron a la Argentina convirtieron a Belgrano C en un vibrante centro comercial y cultural
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Este 10 de febrero se celebra el Año Nuevo Chino, una de las festividades que más convoca a China y a otros países del Extremo Oriente. Los argentinos y la comunidad asiática radicada en el país eligen el Barrio Chino de Belgrano para disfrutar de la comida típica y de la música. Es conocido por su mítico arco sobre la calle Arribeños y la gran variedad de comercios.
En ese rincón del norte de la Capital Federal, las manzanas se convirtieron en el epicentro de la diversidad. Los residentes y visitantes pueden experimentar una fusión de tradiciones argentinas y asiáticas que se expande cada año y aumenta su atractivo. Los festivales y eventos que se celebran en el barrio a lo largo del año, como el Festival de la Luna o el Baile del Dragón, atraen a personas locales y turistas.
A pesar de la creencia popular y del nombre, el Barrio Chino se estableció en los 80 a raíz de la inmigración taiwanesa, para luego crecer durante la inmigración china. Este proceso ha dejado una huella significativa en Belgrano C, donde la cultura taiwanesa sigue siendo palpable a pesar de la creciente influencia china.
El conflicto político China-Taiwán
Taiwán es una nación insular a tan sólo 180 km de la costa este de China. Para el gobierno comunista de China, es una “provincia rebelde”, mientras que la isla trata de obtener reconocimiento internacional. El conflicto entre ambos se debe a diferencias históricas y políticas. Luego de la Guerra Civil China en 1949 entre los comunistas y los nacionalistas, el comunismo de Mao Zedong triunfó y el partido nacionalista (Kuomintang) se refugió en la isla de Taiwán bajo el mando de Chiang Kai-shek. Hasta hoy la isla se auto gobierna como una nación separada y la disputa por su soberanía es uno de los temas más controvertidos a nivel internacional.
Durante casi toda la Guerra Fría (1945-1989), los países del mundo reconocieron diplomáticamente a Taiwán ya que China era una nación comunista. Incluso, Taiwán ocupó una de las cinco bancas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En 1972, Estados Unidos estaba decidido a bajar las tensiones con el mundo comunista y el Presidente Richard Nixon visitó China. Tras ello, se le devolvió su banca y Taiwán perdió su reconocimiento internacional. Hoy, solo 13 países reconocen a Taiwán como un Estado independiente, entre ellos Paraguay.
La controversia por la palabra “chino”
Con los años, y con una inmigración masiva de chinos oriundos de Fujian en los 90, el barrio se volvió chino, o “barrio de la Asociación”, como le dicen los taiwaneses.
El gentilicio “chino” tiene un amplio espectro, como el sentido histórico y el político. El primero tiene que ver con el origen. La etnia Han representa al 92% de los chinos y al 95% de los taiwaneses. La segunda acepción hace referencia a la posterior división política entre la República Popular China (la China continental) y la República de China (Taiwán). Los taiwaneses también se consideran chinos de origen, aunque no tienen la misma nacionalidad: quién es chino o no es parte de la controversia, un tema aún en disputa.
Ana Kuo, inmigrante taiwanesa y directora de la Asociación Cultural China en Argentina -un lugar de encuentro para taiwaneses-, explicó: “El origen de los taiwaneses es chino, pero no tenemos la misma nacionalidad. Aunque ahora popularmente el barrio se llame ‘chino’, la atribución a los taiwaneses sobre el origen se fue disipando en el tiempo. En términos de origen, tanto nosotros como los que vinieron del ‘continente’, somos chinos”.
Kuo se expresó también sobre el prejuicio inicial de los taiwaneses hacia los chinos en la Argentina: “Pensábamos que los chinos sufrían el infierno bajo los piratas comunistas. Nos asustamos cuando los encontramos, no sabíamos si eran piratas, si eran malos, les teníamos temor”, agregó.
De todos modos, “para la sociedad argentina hay una visión homogénea, se los ve a todos como si fueran chinos o coreanos”, aseguró a LA NACION Alejandro Grimson, doctor en Antropología e investigador del Conicet.
El debate final recae sobre una eventual reunificación china. Taiwán tiene un gobierno y economía autónomos desde que comenzó el conflicto y no tiene intenciones de ser una nación conjunta con China, ya que eso implicaría someterse a un gobierno comunista de partido único que es más fuerte que la isla. En cambio, desde el gobierno continental consideran chinos a los taiwaneses y hablan de que es necesaria una reunificación.
La ola migratoria de los 80
Argentina es de los países que más lejos quedan de Taiwán: 19.000 kilómetros en línea recta y de 30 a 50 horas de viaje. La migración taiwanesa fue anterior a la llegada masiva de los chinos continentales al país. Comenzó en los años 70, pero la mayoría llegó una década más tarde. Muchos se fueron por motivos políticos (aunque también existieron razones económicas), a diferencia de los chinos que querían hacer valer su dinero en la Argentina. Aquellos con mayor poder adquisitivo iban hacia Estados Unidos, y los de menores recursos venían a la Argentina. Según el Indec, hasta 2010 habían 2875 taiwaneses, pero según los inmigrantes podrían ser muchos más. Asimismo, 8929 llegaron de la China continental, dejando entre chinos y taiwaneses una descendencia de más de 100.000 personas.
“Argentina estaba mucho mejor económicamente que la isla, era el mejor país de Sudamérica para inmigrar”, relata Ana Kuo a LA NACION. “Podíamos acceder a carne, que se vende de a kilos y en Taiwán, de a gramos. Bromeábamos que podíamos bañarnos con leche de lo barata que era”, agregó.
Ana llegó a Buenos Aires en noviembre de 1983, días antes de que asumiera Raúl Alfonsín en la presidencia. “En la Argentina seguro íbamos a encontrar una mejor vida. Con Chiang Kai-shek vivíamos una dictadura, tuvimos nuestra propia Noche de Los Lápices en Taiwán — conocida como la “Noche del Arroz Blanco” (Masacre del 28 de febrero de 1947)—. Acá empezamos a gozar la libertad que para nosotros era desconocida”, explicó.
Los taiwaneses que llegaron al país se dedicaron al comercio por diferentes razones. Algunos vieron esa actividad como la “más fácil” porque no había que interactuar mucho con los clientes (por la barrera del idioma), mientras que otros extrañaban los sabores de sus casas. “No queríamos hacernos un tremendo negocio, simplemente extrañábamos el sabor de casa. Traíamos unas latitas y paquetes de fideos en nuestras valijas y las vendíamos”, contó David Chen, inmigrante taiwanés que llegó a fines de los 80. Por su atractivo económico, algunos incluso pudieron comprar terrenos en Belgrano.
El establecimiento de los comercios
El primer local comercial del Barrio Chino fue Casa China (Arribeños 2173), que comenzó como un pequeño kiosko y hoy es uno de los principales supermercados de productos asiáticos del barrio junto con Asia Orientral (Mendoza 1655).
Así empezaron a surgir restaurantes, como recuerda Chen, “con el sabor a casa”. Se creó una comunidad donde los inmigrantes conseguían trabajo dentro del barrio y se acompañaban, porque se consideraban ‘gente de confianza’ entre sí. Se fundó el templo budista Tzong Kuan (Montañeses 2175) -siendo el budismo la segunda religión más popular en Taiwán- y la Asociación Civil de los Taiwaneses en Argentina (Arribeños 2275).
Gustavo Hsieh llegó en 1972, uno de los primeros inmigrantes de la nación insular. El pasaje de ida le costó US$2000: tres años de su sueldo. Tiene 83 años y en un principio quería vivir en Brasil, pero cuando conoció la apertura y la amigabilidad de la Argentina, eligió emprender en el país. En los primeros años pintaba cerámica para vender por menor y por mayor, luego, en la década del 80 viajó a España por dos meses y decidió establecer una agencia de viajes en Buenos Aires para que tenga el mismo turismo que la península ibérica. “Llegué antes que muchos, yo vi el futuro de la calle Arribeños, sabía que esto iba a crecer, por eso elegí poner mis locales acá”, comenta Gustavo en diálogo con LA NACION. Apostó por el nuevo paseo del barrio y reubicó su comercio de artesanías Buddha Ba en Vía Viva mientras alquila su restaurante con el mismo nombre.
“Los taiwaneses se dispusieron a integrarse mucho más que los chinos, son mucho más activos, incluso contribuyeron a traer la fiesta del Año Nuevo Chino”, comentó Gustavo Ng, descendiente de chinos, antropólogo, periodista y director de la revista Dang Dai, la primera de intercambio cultural chino.
Alejandro Grimson explicó a LA NACION que en la Argentina se llevó a cabo un fenómeno particular que no sucedió en ningún otro lugar del mundo: no hay otra ciudad donde la inserción económica taiwanesa haya surgido a partir de los supermercados, incluso, la mayoría de los restaurantes del Barrio Chino son taiwaneses. “Los inmigrantes pioneros no pudieron insertarse las primeras noches, no había información ni recursos, no había compatriotas ni casa donde dormir”, comenta.
El Barrio Chino actual: un lugar donde convergen chinos y taiwaneses
Con el tiempo, el templo budista Tzong Kuan pasó a tener líderes chinos, mientras que la Asociación Civil pasó a ser un lugar de encuentro exclusivamente para taiwaneses. “Yo acepto todo, nunca me quise pelear con los chinos ni los coreanos, todos crecimos juntos”, reflexionó Gustavo Hsieh.
A pesar de que hoy el Barrio Chino tiene mayoritariamente residentes y comerciantes chinos, la esencia taiwanesa que lo vio nacer sigue latente en cada rincón y en cada tradición del barrio, desde la gastronomía, como en sus Bubble Tea y en los dumplings ‘xiao long bao’, hasta los festivales culturales, como el del enigmático dragón. Las huellas de los primeros inmigrantes taiwaneses, que contribuyeron significativamente a la formación de este rincón cultural, perduran en la arquitectura, la gastronomía y las festividades que caracterizan a la comunidad.
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