“El origen del mito”: La historia del agreste pueblo patagónico donde Perón pasó su infancia
En Camarones, una localidad recostada sobre una amplia y calma bahía, al sur de la provincia de Chubut, está el Museo de la familia Perón
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“Mostramos a Perón antes de Perón”, afirma Cristina Contreras, guía, coordinadora y responsable del Museo de la familia Perón en la lejana y melancólica Camarones, una localidad recostada sobre una amplia y calma bahía, al sur de la provincia de Chubut. Alejada y bella, es una postal patagónica pura, rodeada de estepa y naturaleza agreste. Aquí pasó tres años de su vida Juan Domingo Perón, desde los cinco hasta los ocho años, cuando su padre cumplía funciones como juez de paz y administraba una estancia. “Pocos conocen esta parte de la vida del hombre que cambió la historia política del país”, afirma.
En la actualidad llegar hasta Camarones requiere esfuerzo: está a 1600 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. A mitad de camino entre Trelew y Comodoro Rivadavia, un serpenteante camino de casi 100 kilómetros presenta un poblado que aún conserva parte de sus originales casas de chapa. A principios de siglo XX, la única comunicación que existía era a través del mar. “Del puerto de Buenos Aires, hasta Puerto Madryn y carreta hasta Camarones”, relata Contreras. Era un viaje que demandaba por lo menos diez días.
“Juan Domingo, como lo llaman aquí, vino por última vez a los 16 años. Aunque siempre se comunicó con sus padres por carta”, afirma Contreras. Una foto registra la visita. Muchas cartas y una cantidad innumerable de objetos del paso del pequeño Perón por este pueblo costero se exhiben, junto a memorabilia de la cultura peronista en el museo que se asienta en la vivienda que ocupó la familia. “Queremos mostrar el origen del mito”, señala Contreras.
Los Perón fueron vecinos importantes. Llegaron en 1900, el mismo año que la fundación de Camarones. Entonces el lugar era un páramo, no superaba los 100 habitantes. Los fuertes vientos, lo agreste de la geografía, la lejanía con cualquier otro centro urbano, y los interminables inviernos hacían que la vida fuera muy dura. Era una región desconocida, los pioneros llegaron y ni siquiera había agua, la traían por vía marítima. “Tuvo amiguitos a los que siguió viendo durante toda la vida”, afirma Cristina.
“Cuando fue presidente, fueron a la Casa Rosada a visitarlo ―cuenta la guía—. Perón los oyó y autorizó todas las obras que le pidieron, hizo mucho para Camarones”. Escuela, correo, hospital, acueducto, generador eléctrico y el puerto. “Trajo la electricidad y el agua”, afirma.
Sobre el puerto hay una anécdota curiosa: el dinero se habría desviado y llegó a Comodoro Rivadavia. “Dicen que el puerto de Comodoro era para Camarones”, sostiene Contreras. “Volvieron a enviar dinero, pero menos”, afirma. Y esta vez sí llegó a Camarones, que tiene un puerto más pequeño que el de Comodoro.
El museo, una típica casa de chapa (hoy reciclada, la original se incendió), morada de los Perón Sosa (su madre era Juana Sosa, descendiente de tehuelches), tiene dos anexos que completan cuatro salas. En el interior se recrea la oficina del padre, elementos de la vida diaria de la familia, muebles, objetos personales y fotos. Se pueden ver imágenes de Perón de bebé y niño, junto a su hermano Mario Avelino. El padre tenía diarios en donde anotaba todo lo que hacía en el día: en esas páginas se pueden leer actividades que hacía con el pequeño Juan Domingo y las visitas veraniegas que los hermanos hacían en Camarones.
El nacimiento y la infancia de Juan Domingo Perón están marcados por el misterio. Los hechos y las fechas se superponen, según la visión política del historiador que narre la historia. Algunos lo sitúan en lugares diferentes en un mismo año. La historia que se cuenta en el museo afirma que su padre, Mario Tomás, llegó a la Patagonia en 1899, y que lo hizo a Río Gallegos a la zona de Chank Aike. “El clima duro lo obliga a mirar al norte, a la zona de Camarones”, afirma Contreras.
El nacimiento de Perón es materia de controversias. La historia oficial lo sitúa en Lobos, el 8 de octubre de 1895, pero una investigación llevada a cabo por Hipólito Barreiro, médico personal de Perón en España, confirma que nació en un rancho de Roque Pérez (en aquellos años, Partido de Saladillo) el 7 de octubre de 1893. Su abuela paterna Dominga Duteil modificó esto para que Perón pudiera entrar al Colegio Militar. Al igual que su hijo María Avelino, fueron hijos ilegítimos ante la ley, nacieron antes que los padres se casaran (lo que se produjo en 1901). Algo más trató de ocultar: el origen tehuelche de Juana Sosa.
El padre de Juan Domingo, Mario, era hijo del reconocido médico Tomás Liberato Perón, en aquellos años tener un hijo en concubinato estaba mal visto. A pesar de esto, lo reconoce, pero en Roque Pérez lo anotan como Juan Sosa, dos años después, en Lobos lo anota “oficialmente” con su apellido, Perón. Barreiro en su libro “Juancito Sosa, el indio que cambió la historia” asegura que, en 1938, Juan Domingo, con 45 años, y de incógnito, visita el rancho de Roque Pérez donde nació.
En 1900, Mario Perón decide traer a toda su familia al sur para la Estancia La Maciega y El Porvenir. Él las administraba, a la vez que desde su casa (el actual museo) cumplía sus labores de Juez de Paz. El pequeño Perón pasa tres años en Camarones y en las estancias tierra adentro.
“Con un tordillo manso salía al campo con la peonada después de tomar mate, esa fue mi primera escuela, aprendí a conocer los enormes valores de la humildad y la vacuidad de la soberbia”, le dirá Perón a su biógrafo Enrique Pavón Pereyra. Aquella peonada eran “chilotes”, provenientes de Chiloé, mapuches a quienes comenzó a llamar “tíos” y significaron el primer y determinante contacto de Perón con la dureza y el temple de la vida patagónica. La identidad originaria no le era ajena. “Acá se ve el Perón patagónico”, afirma Contreras.
Camarones, en 1904, se podría resumir en un puñado de casas y los sueños de los pioneros que venían a buscar trabajo, y algo de fortuna. Desde el precario puerto, cuyas bondades ya habían sido tenidas en cuenta en 1535 por Simón de Alcazaba, que proyectó acá la fundación de la provincia de la Nueva León, se acopiaban las lanas de las estancias de la estepa para abordar en barcos que las trasladaban a Buenos Aires. En este escenario, los pocos niños jugaban entre las ovejas, las playas de piedras de canto rodado, el mar, y el desierto.
Mario Tomás y Juana, tomaron la decisión de trasladar a sus hijos a la ciudad de Buenos Aires para que pudieran ir a la escuela. Luego de 20 años de vida patagónica, se divorciaron, y ella encontró una nueva pareja en Comodoro Rivadavia. Él regresó a Buenos Aires.
Las cartas que Perón les enviaba a sus padres muestran una faceta muy emotiva del joven estudiante que cursaba sus estudios en el Colegio Militar. “Mis queridísimos padres experimento un placer inmenso en saludarlos (…) Sería el colmo de la desdicha ser aplazado. Por mi parte le regalo mi sueldo de $6 al Gobierno, es decir, contribuyo al engrandecimiento de la Patria con la respetable suma de $6 mensuales”.
La madre, mientras tanto, se volvió una pieza fundamental en la primigenia Camarones. “Ella curaba el empacho, ponía las ventosas y las cataplasmas de lino. Era muy sencilla y familiar, ayudaba mucho”, cuenta Haidé Acosta, en un testimonio que se exhibe en el museo. Doña Juana también alfabetizaba a los pequeños habitantes de este rincón arrasado por el viento. “Andaba con su madre. Compartíamos mates, era gente muy sencilla, Doña Juana cocinaba para todos”, afirma Mercedes Acosta, también vecina de Camarones.
“Su abuela paterna fue determinante para que fuera militar”, afirma Contreras. Ya en Buenos Aires, Juan Domingo solo volvía los veranos con su hermano a Camarones. “Su vida patagónica a él lo marca mucho; cuando es presidente a este región le da identidad”, sostiene la guía. En el museo se muestran recortes de diarios, objetos personales, una bata con sus iniciales, elementos de su vida política, liturgia peronista que atrae a viejos vecinos y fieles seguidores del Perón de la primera hora. “Muchos salen llorando al ver objetos de la que para ellos fue la mejor etapa de sus vidas”, confiesa Contreras. “Se ha convertido en un atractivo del pueblo”, sostiene Yamila Huenchual Fernández, directora de turismo local.
Fotos: Tomás Cuesta
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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