El origen de las bombachas gauchas y un debate singular
Curiosa polémica en Carta de Lectores
Como en charla matera, cada uno dio su opinión, pero entre tantas sentencias por imponer la razón pasó como en el boliche y ganó la discusión. "Y se armó la discusión/por culpa de una..." bombacha.
No fue la pollera de aquella "prienda" que nos recuerda el popular chamamé sino el origen de esas bombachas bien gauchas las que levantaron otra polvareda. Con más o con menos mentas, aunque sin caer en cuentos, no hubo otros "parroquianos" que los lectores de LA NACION, ni más "boliche" que la sección Cartas de este diario.
Es que a alguien se le ocurrió volver sobre una lejana nota que Rosendo Fraga publicó hace 20 meses en la sección Rincón Gaucho, "Curioso origen de la bombacha criolla", y mencionar un pasaje del artículo como "no exacto". Y así comenzó el lance, con la primera carta, en la que decía que las bombachas habían llegado por la importación de uniformes franceses usados por los reclutados argelinos en la Guerra de Crimea.
"La de los turcos eran colorado grancé y las fabricadas por los franceses para los turcos, gris jaspeado", le retrucó don Rosendo, a quien un comedido le arrimó otra carta de ayuda: "Calificar el comentario de Fraga como no exacto es incurrir en una inexactitud", mientras apoyaba su argumento en que por esos años se importaban muchos otros artículos, además de las bombachas, para nuestra campaña. Sin esperar el convite, un tercer lector orejeó sus cartas y cantó algo apurado, al confundir las batarazas, tan parecidas al lomo de sus mismos naipes, con aquellas bombachas grises. Es más: les cantó "¡truco!" a los paisanos de San Antonio de Areco, al sentirse abrumado por sus bombachas de "siciliano color negro". "Vestimenta así concebida jamás existió en nuestra campaña", volvió a apurar.
Finalmente, otro tomó las barajas, defendió el negro, habló con precisión de los "bombachos", rechazó las "batarazas" como originales y se refirió a las de "griseta", aunque con estas últimas estuvo fuera de tiempo.
La Guerra de Crimea
Con la partida concluida, es mucho más fácil advertir quién ganó. "Con el diario del lunes somos todos vivos", diría un burrero. Y por eso al redactor, como bolichero lechuza desde el mostrador, le es mucho más fácil cerrar la función. Ganamos todos, porque estas discusiones enriquecen. Se coincide en que fue al poeta Hilario Ascasubi a quien le encomendaron comprar rezagos de la Guerra de Crimea. Allí vinieron los bombachos, utilizados por los turcos. Primero llegaron los de color colorado para nuestras tropas de línea. Sus tonos se pueden verificar en láminas que muestran a los Chasseurs d´Afrique, que peleaban a las órdenes del ejército francés.
En el campo se impusieron las grises, de un género jaspeado, propio de un tejido rústico, sin selecciones de lana ni teñidos. Las bombachas dejaron de lado el calzoncillo cribado y hasta llegaron a convivir con el chiripá, tal como se puede ver en fotografías de don Segundo Sombra o de Donato Paz Navarrete, aquel viejo resero de Pergamino.
Las telas se fueron adaptando a las necesidades de los peones y fueron tan variadas como baratas. Era lo que tenía a mano el bolichero o el "turco" vendedor de ropa por las estancias. Las llamadas de griseta no fueron aquellas primeras grises, sino otras más modernas; su contextura era de una suerte de lona, que las hacía más fuertes y menos propicias a engancharse con un alambre, por ejemplo. Si sobraban géneros, hubo de haberlas a rayas, al estilo de los pantalones de jaquet, y las batarazas pasaron por una moda, mucho más adentrado el siglo XX.
Como los charros, huasos o andaluces, nuestros paisanos supieron del color negro en las bombachas para una gala, una etiqueta o un entierro. Así asistieron vestidos al cementerio de Areco para despedir al escritor Ricardo Güiraldes.
Las blancas fueron gala en Salta y Jujuy, como ahora se imponen entre los montadores de las jineteadas. Este tono se popularizó con los cantantes del folklore, como Los Chalchaleros, aunque el fino blanco alguna vez les hizo pasar un sobresalto. En una oportunidad, el iluminador había colocado un reflector detrás del escenario hasta que el jefe del grupo, Juan Carlos Saravia, advirtió el contraste: "¡Apagá eso, chango, que desde la platea parece que estamos todos en bo?tas!".
Bordadas con hilos que dibujan zorzales o flores se suelen usar en Cuyo, en realidad, lo importante de la bombacha fue su practicidad: 1) pierna ancha para montar cómodo; 2) broche en el final para la bota; 3) amplitud entre la piel y el género.
Lisas, anchas, con tablas, negras, batarazas, de Grafa y hasta alguna blanca con bordados de flores rosadas..., pero para una buena moza. Esas mozas que asimilaron la moderna onda campera, muy lejana de aquellos vestidos livianitos de zaraza o de percal floreado, pero que igualmente lucen el hábito gaucho y varonil con esa gracia desigual y juvenil. ¿Será por eso que la discusión no se armó por una pollera, sino por unas bombachas bien camperas?
Finalmente, en temas de tradiciones, todo aporte es bienvenido, más allá de las bombachas, las cartas y el esquivo "falta envido".
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