El orgullo en el DNI: se llaman Malvina Soledad y cuentan la historia detrás de sus nombres
Una de ellas nació en 2004 y es hija de un excombatiente; la otra es entrerriana y nació en 1982, poco después del inicio del conflicto del Atlántico Sur
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Desde muy chiquitas ambas supieron que sus nombres encerraban un significado muy especial. Sus apellidos son Batista y Pereira. La primera tiene 17 años, va a la escuela secundaria y vive en la ciudad de La Plata. La segunda cumplirá 40 este mes de abril, es docente de artes visuales y habita en el pueblo entrerriano de Villa Paranacito. Por diferentes razones, aunque confluyentes, sus padres decidieron que ellas, en esos dos puntos distantes del país, se llamaran Malvina Soledad. El doble nombre alude a las Islas Malvinas, por supuesto, y remite de inmediato al conflicto bélico que enfrentó a la Argentina con Gran Bretaña por el control de ese territorio del Atlántico Sur, un hecho cargado de heroísmo y dolor, de cuyo comienzo se cumplen 40 años.
Malvina Soledad Batista, hija de un excombatiente de la guerra, y Malvina Soledad Pereira, nacida pocos días después de la recuperación de las islas y bautizada así por el arraigado sentido patriótico de sus padres, llevan con orgullo sus nombres de pila. Ellas relatan para LA NACION la experiencia de portar consigo, desde su nacimiento, esa marca identitaria que se vincula con un episodio de la historia contemporánea nacional que cala hondo en la memoria y el sentimiento de los argentinos. Y también cuentan qué significa para ellas aquel conflicto que determinó sus nombres.
Malvina Soledad Batista y el recuerdo de su padre combatiente
Rubén Oscar Batista, el papá de Malvina Soledad Batista, fue combatiente de la guerra de Malvinas, iniciada el 2 de abril de 1982. Fue a combatir a las islas como conscripto clase ‘62 del Regimiento 1 de Infantería de Patricios de la Ciudad de Buenos Aires. Conoció a Miriam Cristina Carrafiello, la mamá de Malvina Soledad, antes de partir hacia el Atlántico Sur, y se pusieron de novios a su regreso. Luego, se casaron y nacieron los hermanos mayores de la joven: Javier, que hoy tiene 37 años, y Oscar, de 31. “Yo crecí entre adultos”, dice Malvina Soledad a LA NACION. Y posiblemente por esta razón, por la madurez que maneja al expresarse, esta adolescente parece tener muchos más de los 17 años que figuran en su documento.
“Mis papás siempre supieron que me iban a poner un nombre relacionado con la causa Malvinas. De hecho, si era varón me iban a poner ‘Patricio’ y si no, era Malvina Soledad”, cuenta la joven, que cursa su último año del colegio Nuestra Señora de Fátima, en La Plata. A continuación, la chica narra un episodio que ocurrió cuando ella estaba en la panza de su madre y que terminó de definir su nombre. “Es medio loco esto, pero cuando se empezaban a sentir las patadas que yo daba, mi papá no las llegaba a percibir. Y un 14 de junio, una fecha no menor, pudo sentirlas por primera vez. Entonces le dijo a mi mamá: ‘Va a ser una nena, y se va a llamar Malvina Soledad’”.
El 14 de junio de 1982 fue el día que marcó el final de la guerra y el cese total de hostilidades. En aquel 14 de junio de 2004, la pareja todavía no sabía el sexo que tendría su bebé, que nació niña el 4 de noviembre de 2004. “Mi papá estaba muy orgulloso de ese nombre”, dice Malvina Soledad, en recuerdo de su padre, que murió en agosto de 2015. “Este año se cumplen siete años. Fue un infarto. Repentino. Justo estaba planeando un viaje a las islas con los combatientes más amigos, estaba con todos los trámites”, lamenta la joven.
Malvina Soledad añade que no pudo saber mucho de la experiencia de su papá en Malvinas. “Él no me contaba mucho de su boca, era bastante cerrado, y obviamente jamás me quejé, ni quise preguntarle, porque entiendo que es algo sumamente difícil y nunca lo juzgué por no contar”, explica.
En la casa de la joven pueden verse fotos de su papá Rubén, además de medallas, banderas y distintos objetos que recuerdan su participación en la gesta malvinera. Malvina Soledad atesora especialmente un retrato de su padre en el que él está con ella recién nacida en brazos. El rostro del veterano del Atlántico Sur mira fijo a la cámara y expresa un indisimulable orgullo.
Un nombre llevado con orgullo y un mensaje que resuena
Malvi, como la llaman sus amigos, asegura que siempre tuvo presente lo que significaba su nombre. Apunta que muchas veces la confunden con Martina, o Marina, ya que “no es claramente un nombre común”, pero que después, cuando escuchan bien cómo se llama, “se genera un impacto bastante grande, por todo lo que conlleva”. “Y siempre está la pregunta: ‘¿Es por Malvinas?’”, continúa.
La adolescente cuenta que las sensaciones que le produce llamarse de esa manera no son unívocas: “Lo llevo con orgullo y es un poco que cada vez que escucho mi nombre es el recuerdo de esa época que no fue para nada linda y el entender que no tiene que volver a repetirse”.
Malvina Soledad asegura que con su familia se han planteado en el futuro hacer una visita a las islas Malvinas. “Sería un viaje con mis hermanos y mi mamá, pero obviamente es complicado porque hay un montón de recuerdos y hay que saber afrontarlos. La idea claramente está, pero debe ser una vez que nos sintamos preparados para llevarla a cabo”, asevera.
La adolescente dice que “no es de leer tanto” sobre el conflicto del Atlántico Sur, porque se le hace un tema “bastante sensible” y supone que más adelante va a indagar un poco más. Sin embargo, cuando se le pregunta acerca de lo que significan para ella las Malvinas se expresa con conceptos muy precisos. “Para mí, como para la mayoría de argentinos y argentinas, la causa Malvinas es importantísima. Pero además, en mi caso tiene un plus personal. Con mi familia -al igual que todas las familias de excombatientes- vimos en primera persona las secuelas que dejaron los horrores de la guerra. Vos sabías cuando se acercaba el mes de abril porque se lo veías en la cara”, señala.
“Malvinas no solo fue un antes y un después en la historia argentina, sino también en las vidas de esos pibes, y de eso, muchas veces, no se acuerda la gente -continúa Malvina Soledad-. Mi hermano suele decir que volver, no volvió ninguno, más allá de si murieron en las islas o no. Hay que recordar que recuperar la soberanía sobre las islas es una cuestión territorial, pero también eso sería alivianarles un poco el peso de esa mochila tan cargada que llevan. Y eso depende del Estado y de la gente”.
Los ingleses, Galtieri y una anécdota emotiva
En cuanto a las posibilidades de que la Argentina recupere la soberanía sobre las islas del Atlántico Sur, la adolescente dice: “Creo, y principalmente, espero que pase, pero siento que a lo mejor en ese sentido falta laburar desde la política. Y la educación. En primaria hemos tenidos charlas con excombatientes de La Plata, pero en el secundario no mucho. No sé como será en otros colegios, pero tampoco creo que se hable demasiado, o se hace por arriba. Hoy es 2 de Abril, se conmemora, y hasta ahí. Falta concientización e información”.
Los recuerdos de aquél conflicto son claramente sensibles para Malvina Soledad, pero eso no parece ser un obstáculo para que responda con valentía cada una de las preguntas del diálogo con este medio. Como cuando tiene que hablar sobre los ingleses, enemigos de las tropas argentinas en la guerra. “No tengo rencor hacia ellos -contesta la adolescente-. Entiendo que es un conflicto y ellos no tienen nada que ver. Los familiares de los combatientes también habrán tenido que vivir con familiares con secuelas, como vivimos acá. No tengo bronca a los ingleses, que es algo que le pasaba a mi papá, a quien obviamente no voy a juzgar por ello”, describe.
Y Malvina Soledad Batista tampoco tiene reparos al hablar de Leopoldo Fortunato Galtieri, el general al frente del gobierno nacional, de facto, que fue quien llevó al país a la guerra. “No es un hombre que sea de mi agrado, obviamente. Cada vez que escucho o recuerdo aquel discurso en el balcón me agarra bastante rabia. Con ese ‘si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla’ condenó a muchos pibes”, señala la joven y continúa: “Es fácil decirlo cuando no es uno el que va a c... de frío, hambre y sueño en un campo de batalla, sino que lo va a mirar por TV con una cena caliente y tomando whisky. Los pibes de Malvinas lo único que tenían para comer era el miedo: se lo tenían que tragar e ir al frente”, apunta con transparencia.
Sobre el final del diálogo, Malvina Soledad recuerda una anécdota que vivió junto a su papá unos 10 años atrás. “Para su cumpleaños número 50, que coincidía con el aniversario de 30 años de Malvinas, hicimos un viaje al sur. Conocimos un montón de lugares hermosos, pero además, estuvimos para la vigilia del 2 de Abril en Río Gallegos, que es el punto más cercano del continente con las islas. Fue una experiencia bastante movilizadora, calculo que bastante agridulce para él. Estaba cerca de las islas, pero esta vez no estaba a miles de kilómetros de su familia. Estábamos ahí con él”, concluye.
Malvina Soledad Pereira, nacida en 1982
Malvina Soledad Pereira nació el 16 de abril de 1982, unos 14 días después de que la Argentina recuperara las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, entonces bajo dominio inglés, episodio que desencadenó el conflicto del Atlántico Sur. Su nacimiento fue en Villa Paranacito, pueblo cabecera del departamento Islas del Ibicuy, en la provincia de Entre Ríos, lugar en el que vive todavía hoy.
“Lo que yo sé es muy poquito, pero tanto mi mamá como mi papá tienen un sentido patriótico muy arraigado, y como en esa época, la de mi nacimiento, estábamos en guerra, fue por eso más que nada que me pusieron Malvina Soledad, por las dos islas”, cuenta a LA NACION esta entrerriana de 39 años, profesora de artes visuales en unas cuatro escuelas primarias de la región.
“Mamá me contaba que como acá era un lugar chiquito estaban todos a la expectativa y habían ido muchachos de esta zona a las islas. Y la gente juntaba ropa y mercadería para los chicos de Malvinas. El sentimiento en esta parte del país por las islas era muy fuerte”, agrega Malvina Soledad.
“Siempre me gustó llamarme así, me hinchaba de orgullo”
Los papás de esta docente de plástica, quienes decidieron sus nombres, son Oscar “Cacho” Pereira y Elba Cepeda. Malvina Soledad es “la del medio” de siete hermanos, y vive con su esposo Iván Schvindt y sus dos pequeños hijos, Ezequiel, de cinco años, y Emanuel, de tres, en un pueblo, Villa Paranacito, que está, paradójicamente, muy cerca de numerosas islas.
Al igual que su tocaya platense, Malvina Soledad Pereira siempre tuvo conciencia de lo especial de su nombre. “A mi siempre me gustó llamarme así. Y más tener los dos nombres. Mi mamá me explicaba que estaban las dos islas, Gran Malvina y Soledad, y yo me hinchaba de orgullo. Me gustaba y ahora también me gusta la elección que tuvieron”, dice la mujer, a quien sus alumnos llaman “la señorita Malvi”.
El hecho de llamarse de este modo hizo que esta mujer -que se auto describió como introvertida, pero que sin embargo se mostró simpática y abierta al diálogo- se interesara un poco más por lo que sucedió en el Atlántico Sur a partir de aquel 2 de Abril de 1982. “En esas fechas me daba curiosidad y preguntaba en mi casa y en la escuela sobre el tema, o leía todo lo que encontraba y me emocionaba al escuchar “La marcha de las Malvinas” o “La hermanita perdida”. Mis sentimientos por las Malvinas fueron siempre de orgullo y pertenencia”, cuenta.
“Lo que más me llamaba y me llama la atención es la parte de los verdaderos héroes de la guerra, que fueron los chicos -continúa-. Siempre leía esas anécdotas de ellos, algunas tristes, pero muy valerosas, como los aviones que sobrevolaban el mar, y todos sus sacrificios”.
También, Malvina Soledad dice que su nombre es “dentro de todo conocido”, y que tuvo una compañera de primaria que se llamaba igual, y había nacido el mismo día que ella, pero que luego le perdió el rastro. Además, cuenta que es frecuente que alguna gente la llame “Malvinas”, que explica como “un error común por ‘las Malvinas’” y dice que siempre bromea con su hermana de que en su grupo familiar, o entre amigos, “es imposible ocultar la edad”, ya que todo el mundo sabe que nació cerca del 2 de Abril de 1982. “A los 20 años de la guerra, a los 30 y ahora a los 40, todos saben los años que cumplo”, dice.
“Que la hermanita perdida al fin vuelva a casa”
Con respecto a la manera en que se vive en la familia Pereira cada 2 de Abril, Malvina Soledad relata: “Mis padres siempre cuelgan la bandera argentina en el balcón, y en casa también. Este año va a ser especial y se le está dando mucha importancia a nivel escolar, se preparan bastantes cosas para la fecha”.
Consultada sobre la posibilidad que tiene la Argentina de recuperar la soberanía sobre aquel territorio del sur del Atlántico, la profesora de artes visuales responde: “Lo veo difícil. Demasiado, porque la misma gente que vive ahí se siente inglesa, no pertenecen, no se sienten parte de nosotros. Partiendo de eso, lo veo difícil”.
Sobre los ingleses, Malvina Soledad afirma que “no se puede juzgar a un pueblo entero por decisiones y acciones de sus dirigentes”. Y a continuación, agrega: “Con respecto a quienes planificaron la guerra, siempre los vi como piratas oportunistas”.
Más adelante, la docente entrerriana cuenta una anécdota de su vida de estudiante en relación a su nombre. “Estudié el profesorado en Rosario del Tala, una linda ciudad con pinta de pueblo en Entre Ríos. Tenía un grupo de amigos, a los que les gustaba mucho la música, sobre todo el folklore. A veces, cuando nos juntábamos, me cantaban la “Zamba de las Malvinas”. Es una canción muy hermosa y emotiva. Son recuerdos que siempre voy a guardar con cariño”, dice en referencia al tema en cuya letra habla precisamente del nombre de las islas: “Una es la Gran Malvina, otra es la Soledad, quien quiera cambiar sus nombres está faltándole a la verdad”.
Sobre el final, Malvina Soledad Pereira se toma su tiempo para replantearse una de sus respuestas, y sentencia: “Dije que la recuperación de Malvinas es un hecho que veo más que difícil. Sin embargo, como dice el dicho: ‘La esperanza es lo último que se pierde´. Tal vez en un futuro venturoso la bandera argentina vuelva a flamear en cielos malvinenses y, parafraseando a la canción de Atahualpa Yupanqui, la hermanita perdida al fin vuelva a casa”.
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