El Tren Patagónico inauguró esta semana una excursión dentro de Río Negro que une Bariloche con la renovada estación Perito Moreno
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.— La ansiedad se transforma en alegría cuando a las 18.15 el tren hace sonar su bocina y se pone finalmente en marcha. Los turistas a bordo intercambian miradas cómplices mientras la formación se despide de la estación de Bariloche e inicia su recorrido hacia la de Perito Moreno.
El Tren Patagónico inauguró esta semana la excursión ferroviaria que permite a los turistas tener una experiencia bien distinta a las actividades que suele ofrecer este destino. El trayecto se realiza los miércoles y jueves, al final del día: además de poder disfrutar de varias panorámicas de la ciudad, las montañas y el lago a la salida de Bariloche, los visitantes pueden ser testigos de magníficos cielos estrellados en la estepa rionegrina.
“Es un nuevo servicio que se viene pensando desde hace varios meses. Y las vacaciones de invierno son una excelente oportunidad para ponerlo en marcha. Se trata de dos vagones autopropulsados, es decir, que no tienen locomotora, con capacidad para 106 personas”, cuenta Darío Dukart, gerente comercial de Tren Patagónico.
La experiencia nocturna surgió como una alternativa para los turistas invernales que suelen ir al cerro Catedral durante el día y volver a media tarde a Bariloche. Las dos primeras salidas, la de ayer y anteayer, se hicieron con todos los asientos ocupados. El viaje de 34 kilómetros, que demanda 51 minutos, se realiza en el coche más nuevo que tiene la empresa: fue construido hace dos años en Córdoba, en la planta de Materfer.
Los dos vagones verdes bordean el lago Nahuel Huapi hacia el este mientras dejan atrás la emblemática estación a la que el tren llegó por primera vez en mayo de 1934 desde Buenos Aires. Unos minutos después de partir, cruzan la ruta 40, encaran hacia el puente sobre el río Ñirihuau y pasan sin detenerse por la estación Ñirihuau. Con las últimas luces del día, la postal de Bariloche desde allí se vuelve inolvidable. Luego, el tren se adentra en el típico paisaje seco de la meseta, que por estos días tiene algunos manchones de nieve.
Sin grandes trepadas, el periplo tiene curvas suaves. Sobre el final, en medio de la oscuridad de la noche, se divisan las luces de la estación Perito Moreno, junto a la reserva natural Laguna Los Juncos. El tren vuelve a hacer sonar su bocina y las miradas cómplices se renuevan entre los pasajeros.
Vino caliente y canapés
Al bajar, la casa de té Aires de Campo —que hoy funciona en la antigua estación— alberga la recepción de los recién llegados. La encargada, Nancy, habla de las recetas alemanas de sus antepasados y destaca los pisos originales de pinotea del salón mientras los chicos que trabajan con ella reparten vino caliente y canapés a los visitantes. Un rato después de la bienvenida, todos rumbean hacia la parrilla Los Juncos, a pocos metros de la estación.
El anfitrión Juan Carlos espera junto a su equipo con 50 kilos de carne y achuras en la parrilla y el asador. Los turistas —mayormente argentinos, pero también chilenos y brasileños— se desabrigan y se van acomodando en alguna de las mesas largas dispuestas. Lo que hoy es un quincho en plena meseta solía ser un galpón de la estancia San Ramón en el que se guardaba lana de las esquilas.
Nacido y criado en Bariloche, Juan Carlos recuerda cuando se hizo cargo hace siete años del espacio, tras 15 años de abandono: primero funcionó como lugar de eventos (tiene capacidad para 180 personas) y, después de la pandemia, empezaron a trabajar como parrilla, los fines de semana al mediodía. Hasta ahora, eran mayormente locales los que llegaban hasta Perito Moreno en sus propios vehículos, pero la llegada del tren y esta nueva propuesta turística entusiasma a Juan Carlos y su familia.
La cena viene acompañada de canciones folklóricas, bailes y algún solo de acordeón. Alrededor de las 22, los pasajeros desandan el camino hasta la casa de té: siempre hay lugar para un strudel y un té de rosa mosqueta.
Minutos antes de las 22.30, ningún pasajero quiere perder el tren, así que van acomodándose en sus asientos. La bocina vuelve a escucharse bien fuerte en medio de la oscuridad y la formación emprende su regreso a Bariloche.
En la cabina, a la que LA NACION accedió, se advierte mejor que afuera ha comenzado a neviscar. El maquinista acciona el limpiaparabrisas y hace sonar la bocina cada vez que alguna liebre se larga a correr por las vías. Algún ciervo también puede aparecer en el paisaje nocturno. Cuando la altura del terreno lo permite, se distinguen a lo lejos las luces de la ciudad. La experiencia ferroviaria, cargada de mística, va llegando a su fin.
La Trochita
Mañana a las 12, La Trochita vuelve a rodar entre la estación Ingeniero Jacobacci y la estación Empalme 648. Se trata de un recorrido de 15 kilómetros que demanda 30 minutos. Los interesados en sumarse a la aventura del Viejo Expreso Patagónico deben acercarse a la cabecera del ramal, en la localidad de Jacobacci, sobre la ruta 23, unos 210 km al este de Bariloche.
En la estación Empalme, los pasajeros son recibidos en la estación, que fue recientemente reacondicionada. Los visitantes pueden llevar su vianda u optar por el servicio gastronómico que ofrece una cooperativa turística local. Las tortas fritas resultan allí un clásico.
Luego del viaje inaugural de mañana, la máquina a vapor de La Trochita tiene previsto ponerse también en marcha el 30 de julio, el 3 de agosto y el 10 de septiembre. Los pasajes para esta excursión, como los del recorrido entre Bariloche y Perito Moreno, pueden comprarse online en la página del Tren Patagónico.
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