El momento más difícil de Carlos Páez Vilaró: la búsqueda de su hijo tras la tragedia de los Andes
El artista uruguayo se instaló por tres meses en Chile convencido de que su hijo había sobrevivido al accidente aéreo; se reencontraron antes de la Navidad de 1972
Carlitos Páez, que lleva el mismo nombre que su padre, tenía 18 años cuando se subió a un avión junto a sus compañeros de rugby del Colegio Old Christians de Montevideo y terminó luchando por su vida, tras un trágico accidente, en la cordillera de los Andes.
Apenas se enteró de la noticia, el distinguido artista uruguayo Carlos Páez Vilaró viajó a Chile, con pocas poco equipaje, sin saber que tardaría tres meses en encontrar a su hijo, cuando él parecía ser el único en mantener la esperanza.
Apenas ocho días después del accidente aéreo, las autoridades dieron por muertos a todos los pasajeros y tripulantes. Páez Vilaró, convencido de que su hijo había sobrevivido, reclutó voluntarios, y hasta consultó videntes, para internarse en las montañas en una búsqueda desesperada que dio sus frutos. Poco antes de la Navidad de 1972, Carlos Miguel Páez Rodriguez apareció como uno de los 16 sobrevivientes, en una odisea que luego sería retratada en el film Viven.
Páez Vilaró, sin embargo, escribió su propia versión de la historia, menos cinematográfica pero profundamente sentida y emocionante. El resultado fue el libro Entre mi hijo y yo, la Luna. La odisea de un padre en la tragedia de los Andes, del que se imprimieron cuatro ediciones.
"Me instalé en Chile los tres meses y veía a Carlitos vivo en todos lados. Le gritaba, corría a abrazarlo y no era él. Pero esa certeza y la cadena de solidaridad espiritual hicieron que lo encontrara. Los chilenos me dieron todo sin pedirme nada", recordó ese duro momento en una entrevista el año pasado.
Un fragmento del libro
...Entonces se produce lo inevitable: alguien trae la noticia de que no hay información del hallazgo del avión. Las ilusiones se derrumban en todos y los sollozos cubren los comentarios. Debo preparar mi viaje de inmediato y como sólo llevo lo puesto, Mercedes abre el ropero de Carlos Miguel y me dice:
-Papá, si Carlitos te saca a ti la ropa para viajar, ¿por qué no haces tú lo mismo y te pones la suya?
Ella tiene razón y me pruebo lo que me queda mejor. Voy hasta el cuarto, abrazo a Madelón, a Buba, a las chicas, que en la misma cama están llorando confundidas en una sola forma, y les prometo que volveré con Carlitos a toda costa.
- Estamos seguras papá –me dice Agó – siempre que nos prometiste algo lo cumpliste.
Con cuidado paso por encima de los amigos de mi hijo que, vencidos por el sueño en la larga espera, duermen amontonados sobre la alfombra o en el pasillo.
Aún me faltan algunas horas para partir pero la ansiedad me empuja a irme al aeropuerto. Para ganar tiempo, para hacerme a la idea de que ya estoy en marcha, para no demorarme en el encuentro con mi hijo…."
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