Son especies en peligro de extinción; sobrevivieron a cientos de cambios en el ecosistema pero quedan pocos ejemplares en el mundo
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Descienden de antepasados que vivieron hace más de 50 millones de años y han enfrentado todo tipo de desafíos. Pero hoy en día siguen en pie, solamente en un lugar del planeta.
En la Sierra La Laguna, en el estado de Baja California Sur, en el noroeste de México, vive la única población de una especie de roble conocida como encino arroyero.
“Son sobrevivientes, esos árboles son héroes”, le señaló a BBC Mundo Silvia Álvarez Clare, ecóloga costarricense y directora del Programa Global de Árboles del Arboreto Morton, un jardín botánico y centro de conservación en Illinois, Estados Unidos.
México es el país con mayor riqueza de especies de roble en el mundo y muchas de ellas se encuentran amenazadas. En el caso del encino arroyero, cuyo nombre científico es Quercus brandegeei, el mayor problema es que la especie no se está regenerando.
Es posible hallar árboles centenarios, pero no se ven plántulas o “encinos bebé” nacidos de bellotas, como se denomina a las semillas de los robles.
Son como “una comunidad de pensionados de encino arroyero, porque no hemos podido encontrar juveniles”, describe Álvarez Clare. “Y en una población sana de árboles hay un montón de individuos jóvenes”.
Un proyecto impulsado por el Arboreto Morton, junto a científicos mexicanos y comunidades locales, busca no solo resolver el misterio de los encinos centenarios sino salvar de la extinción a esta especie icónica y preciada.
Globales pero vulnerables
“En el mundo se estima que hay entre 400 y 600 especies de robles o encinos”, le contó a BBC Mundo Maricela Rodríguez, botánica mexicana especialista en encinos y coordinadora para México y América Central del Consorcio Global para la Conservación de Robles (GCCO, por sus siglas en inglés).
Algunos científicos manejan de manera conservadora “una cifra de 435 especies, de las cuales 168 se encuentran en México. Es decir, más del 37% se reúnen en esta parte del mundo”, afirmó Rodríguez.
“Otros sitios con alta riqueza de especies de encinos son el sureste de Asia, que alberga 140 especies, mientras que Estados Unidos reporta 91 especies”.
La Lista Roja de Robles, un estudio publicado en 2020 por el Arboreto Morton y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala que al menos un tercio de las especies de robles se encuentran en peligro. Y sobre otras 105 especies ni siquiera hay suficiente información.
“Me parece increíble. Son especies tan raras, nuevas o desconocidas que ni siquiera sabemos si están amenazadas o no”, señaló Álvarez Clare. En el caso de México, la Lista Roja estima que 32 de las especies de robles del país se encuentran en peligro de extinción. Y una de las más amenazadas es el encino arroyero.
Un refugio en México
¿Cómo llegó esta especie de encino a subsistir solo en el extremo de la península de Baja California?
“Desde su aparición hace cerca de 55 millones de años, en el Paleoceno tardío, el género Quercus, que reúne a todas las especies de encinos, ha sobrevivido a muchos cambios biológicos y físicos”, explicó Rodríguez.
“Desde entonces, los cambios climáticos han provocado movimientos de las poblaciones, expansiones y disminuciones de su distribución, tanto latitudinalmente como altitudinalmente”. El pariente más cercano del encino arroyero es una especie de roble denominada Quercus fusiformis, que se encuentra en Texas, Oklahoma y el noreste de México.
“Probablemente el encino arroyero tuvo una distribución más amplia y se refugió como otras especies en la sierra La Laguna; todo indica que se trata de una especie relicta”, le señaló a BBC Mundo la ecóloga mexicana Aurora Breceda, científica del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), que integra el proyecto.
Las “especies relictas” subsisten en sus últimos reductos y son verdaderas reliquias del pasado.
Álvarez Clare afirmó que actualmente “sólo queda esa reliquia de la distribución histórica de encino arroyero que calculamos debe tener un total de menos de 5.000 individuos, muy restringidos a sólo las orillas de los arroyos”.
Los científicos creen que la especie no logró adaptarse a cambios que a lo largo de millones de años crearon un clima casi desértico en esta región.
El hábitat es tan seco que muchos arroyos sólo se llenan de agua con lluvias invernales o huracanes intensos que crean corrientes tan potentes como efímeras. Es en la humedad de los bancos de suelo arenoso, a orillas de los arroyos de la Sierra La Laguna, que el encino arroyero encontró su refugio.
Un remanso y un recurso
Quercus brandegeei es considerada una especie clave para el ecosistema y es muy valorada por la población local.
Los encinos arroyeros “son hermosos”, señaló Aurora Breceda. “Aquí en Baja California Sur, una zona de cobertura vegetal escasa como son los matorrales áridos, tienes estos árboles enormes”.
“Un encino arroyero puede medir 20 metros de altura y tener copas de 30 metros cuadrados. Son como un remanso”.
La mayoría de estas poblaciones dispersas de robles se encuentran dentro del perímetro de la Reserva de la Biosfera de la sierra La Laguna. Las reservas de la biosfera son espacios naturales distinguidos por Unesco donde la conservación biológica convive con el desarrollo cultural y económico de las poblaciones locales.
El encino arroyero coexiste en su hogar con los seres humanos y su ganado, al que se permite andar por la zona libremente. Muchos habitantes del lugar relatan haber convivido con esta especie durante generaciones.
“Yo recuerdo a mi abuela que con las bellotas se ponía a hacer aceite, tortillas”, señaló Rogelio Rosas López, propietario del Rancho Ecológico El Refugio. Su abuela, rememoró, que con las semillas también elaboraba atole, una bebida prehispánica consumida en Mesoamérica.
“Y nos llevaba y nos daba pellizcones porque teníamos que juntar costales de bellotas para dárselas a los puercos”.
Las bellotas del encino arroyero son alimento para puercos y cabras, además de animales silvestres. Ocasionalmente, si hay un árbol caído, se aprovecha la madera.
“Se perdería mucho para el ecosistema si no estuvieran los encinos, principalmente la sombra. No disfrutaríamos de un paisaje tan hermoso”, aseguró Juan Refugio Manríquez Rosas, otro miembro de la comunidad.
“La gente perdería las mejores almendras o bellotas, y se verían afectadas también desde aves a mapaches y ardillas”. Manríquez Rosas relata además que la miel de flores de este roble, “una miel virgen de flores naturales”, es muy valorada y se ha convertido para él en una fuente de ingreso.
El mayor enigma
Nadie sabe exactamente qué edad tienen los encinos arroyeros de la Sierra La Laguna. “Realmente es un gran misterio. Nosotros pensamos que tienen de fijo más de cien años. Pero puede ser que tengan cientos”, señaló Álvarez Clare.
Está previsto que este año un equipo de científicos expertos en dendrocronología, la ciencia de datación de árboles, devele esta incógnita.
Pero el mayor enigma es la ausencia de juveniles, algo que desde hace mucho tiempo llamaba la atención de los habitantes locales.
“Mi abuelo platicaba que había bastantes más árboles”, contó José Abelino Cota, propietario de un terreno en la sierra La Laguna. “Es muy raro ver un árbol nuevo. No sé a qué se deba”.
Explicar esta falta de regeneración es vital.
Si bien los robles pueden en ocasiones reproducirse en forma asexual, produciendo tallos subterráneos con brotes que dan lugar a nuevos individuos, esta forma de reproducción no protege el futuro de la especie.
Solo crea clones de un mismo árbol, sin la variabilidad genética necesaria para responder a cambios ambientales drásticos o nuevas enfermedades. Solamente la reproducción sexual, con arbolitos nacidos de bellotas, puede salvar al encino arroyero.
En busca de respuestas
Los científicos exploraron varias hipótesis para explicar la falta de regeneración. La primera era el impacto del cambio climático, que según Álvarez Clare ha causado que “la estación seca sea más seca y más caliente, y que las lluvias sean más impredecibles en esta zona de Baja California Sur”.
La segunda hipótesis era la falta de viabilidad de las bellotas. Pero un estudio en el Cibnor demostró lo contrario. “Colectamos semillas de varias localidades. En el Cibnor las medimos, hicimos su estudio morfológico y las pusimos a germinar. Y tienen una altísima tasa de germinación, más del 90% germina”, afirmó Breceda.
La tercera hipótesis, según Álvarez Clare, era el conflicto con el ganado de los rancheros. “Pensamos que las vacas definitivamente son un problema para el encino porque les encanta estar en la sombra y aplastan las plántulas”, afirmó. “Y además los cerdos se comen las bellotas”.
Para la ecóloga del Arboreto Morton, el misterio de la falta de regeneración del encino arroyero continúa y “solo ha sido resuelto parcialmente”.
Los científicos coinciden en el impacto del ganado, pero las consecuencias del cambio climático plantean numerosos interrogantes.
“El cambio climático sí es un problema, pero qué tanto y hasta qué magnitud es algo de lo que todavía no estamos seguros”, aclaró.
Para Breceda, el gran problema pueden ser los cambios en los patrones temporales tanto de lluvias como de temperaturas.
“Realmente no sabemos si los efectos del cambio climático pudieran estar causando variaciones en estos patrones estacionales, que pudieran estar afectando a la especie. No lo sabemos, se requiere un estudio especial”.
“Salvemos al encino arroyero”
Aunque se desconoce el impacto preciso del cambio climático en la germinación de las bellotas, hay algo sobre lo que los expertos del proyecto tienen certeza: la vía de salvación de estos robles está en manos de los propios miembros de la comunidad.
“Los rancheros tienen una función doble, son parte del problema, pero son nuestra única solución si queremos salvar al encino arroyero”, afirmó Álvarez Clare.
La respuesta de los científicos ha sido establecer con rancheros y otros pobladores un programa de cuidado y adopción de árboles llamado “Salvemos al encino arroyero”.
El proyecto es parte del Global Trees Campaign (Campaña Global de Árboles), una iniciativa para salvar los árboles amenazados del mundo coordinada por la Asociación Internacional de Jardines Botánicos para la Conservación (BGCI, por sus siglas en inglés).
La idea es que los habitantes locales planten, cuiden y “adopten” plántulas, convirtiéndose en guardianes de la especie, según le explicó a BBC Mundo el biólogo e investigador mexicano Daniel Wblesther Pérez Morales, quien lidera el trabajo con las comunidades.
Los pobladores se beneficiarán a su vez de las bellotas y los otros múltiples servicios que proveen estos árboles. “Establecimos un vivero comunitario y propagamos plántulas para sembrar nuevos árboles de encino arroyero en la región”, señaló Pérez Morales.
Las bellotas recolectadas no pueden ser almacenadas en bancos de semillas. Al igual que en el caso de otras especies, las semillas del encino arroyero no toleran ser deshidratadas y la mejor forma de preservarlas es que germinen y sean plantadas.
Hasta ahora se han sembrado cerca de 500 nuevos árboles con ayuda de los habitantes de las comunidades.
“Planeamos sembrar cerca de 1.200 nuevos encinos en la región. Haremos siembras dentro de los cercos de los ranchos para asegurar que cada encino este creciendo protegido y bien cuidado”, agregó Pérez Morales.
“También haremos siembras fuera de los ranchos en áreas donde hay menos presión por parte de los depredadores. Y con ayuda de las autoridades municipales, sembraremos en espacios públicos, donde cada árbol sembrado tenga protección, cuidados y se pueda monitorear su crecimiento”.
“Un intercambio de saberes”
Un taller sobre la iniciativa “Salvemos al encino arroyero” reunió a fines de 2021 en la localidad de San Dionisio a científicos, autoridades locales, rancheros y otros miembros de la comunidad. “Fue un taller donde coconstruimos conocimiento”, señaló Breceda.
“Porque no es que los científicos ‘sabios’ van a decir a la gente local qué hacer con algo que es de ellos desde hace centenares de años, que crecieron con estos árboles”.
El taller fue, según Pérez Morales, “un intercambio de saberes”. Los habitantes locales conocen mejor que nadie los mejores sitios para plantar. Y saben que sin su ayuda, en un clima cada vez más seco e imprevisible, será muy difícil que el encino sobreviva.
“Es importante que los rancheros nos demos la tarea de cuidar estos espacios, de regar los árboles hasta que tengan una edad de por lo menos dos años”, señaló Rogelio Rosas López.
Está previsto que en 2022 se realicen más talleres y se celebre en San Dionisio el primer Festival del Encino Arroyero.
La idea es también potenciar otras actividades que son fuente de ingreso, incluyendo el ecoturismo y los productos artesanales como jalea de mango o bebida de damiana, otra planta local.
Aferrados a la vida
El proyecto del encino arroyero deja en evidencia cuán compleja, y adaptada a cada caso, es la tarea de salvar especies en peligro.
“El trabajo no ha sido fácil ya que los resultados de estos esfuerzos no son inmediatos y debe entenderse que se irán viendo a través de períodos más amplios. Sin embargo, vamos por buen camino”, concluyó Pérez Morales.
Noelia Álvarez de Román, directora de conservación para América Latina y el Caribe de la BGCI, le señaló a BBC Mundo que “el proyecto de conservación de Quercus brandegeei ha resultado en importantes avances de conocimiento de la especie y sus amenazas, de divulgación de la importancia de su conservación y del incremento de capacidades de colaboradores locales”.
Aurora Breceda resume qué está en juego de la siguiente manera: “Si desaparece esta especie desaparece de la faz del universo conocido”.
“Y por otro lado perdemos la posibilidad de recursos sustentables para las poblaciones rurales del sur, por las cuales tengo enorme respeto y admiración”.
A Silvia Álvarez Clare no deja de maravillarle que “a estos encinos le pasan corrientes, tormentas, huracanes, sequías y ellos siguen ahí aferrados, produciendo sus bellotas, dando sombra, limpiando el aire, dando vida”.
“Realmente cuando estoy a la par de uno de esos árboles, toco el tronco y digo, ¡gracias!”.
“Los encinos arroyeros han estado ahí mucho más que nosotros”, señaló la ecóloga del Arboreto Morton.
“Y queremos garantizar que estén ahí para nuestros hijos y nuestros nietos, que ellos puedan tener la sombra de ese árbol maravilloso que nuestros abuelos tuvieron”.
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