El misterioso edificio “H” de Villa Martelli: ¿búnker atómico o laboratorio de seguridad biológica?
Las leyendas le asignaron todo tipo de usos secretos, desde ensayos radiactivos hasta una guarida antibombas; pero solo una es verdadera y por primera vez sale a la luz
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El edificio tiene forma de H, dos plantas y gruesas paredes de hormigón que suman alrededor de 3000 mil metros cuadrados con un diseño inspirado en la arquitectura brutalista.
Fue construido a principios de los años 80 para albergar una serie de laboratorios dentro del predio del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA, hoy CITEDEF), pero jamás se utilizó, hasta ahora, para esos fines.
De hecho, desde afuera, detrás un viejo alambrado de los años setenta, la edificación siempre pareció abandonada, por más que bajo tierra hubiera algún tipo de actividad hasta ahora desconocida.
Durante casi cuarenta años los vecinos de Villa Martelli tejieron todo tipo de historias sobre la misteriosa construcción que semeja un búnker antinuclear, sólido, indestructible, situado en la orilla bonaerense de la colectora de la Avenida General Paz, a solo 175 metros del ingreso a Tecnópolis y frente al Parque Sarmiento.
Tapado por un pequeño bosquecito de eucaliptos, este edificio despertó leyendas de lo más variadas: que, en efecto, se trataba de un búnker antinuclear construido al final de la dictadura, justo después de la guerra de Malvinas; que allí, de manera secreta, se realizaban ensayos atómicos; que, por esto, quedó en la ruina y nadie podía ingresar porque había habido un accidente radiactivo; que tenía diez subsuelos, y que, por las noches se escuchaban desde su interior gritos desgarradores.
Todos estos relatos transmitidos entre vecinos fueron de alguna manera alimentados por el secretismo con en el que se manejaba una institución del Estado que históricamente desarrolló tecnología militar para la defensa nacional.
El búnker de CITEFA, los ensayos bacteriológicos y la guerra química
El búnker de CITEFA siempre pareció estar ahí, como un escenario posapocalíptico que decoraba las tardes de fútbol de potrero al costado de la General Paz.
Puertas adentro, sus empleados lo conocían como el “Warnecito”, porque les recordaba al albergue Warnes que, como el edificio H, nunca había sido inaugurado.
Con los vértices redondeados y el brillante gris del concreto alisado que recuerda a las fortificaciones bélicas, el edificio H no fue, en realidad, nada parecido a lo que las leyendas del barrio le endilgaron, de acuerdo con el testimonio que le aportaron a LA NACIÓN dos empleados históricos y un funcionario de primera línea.
Lo cual no quiere decir que el misterioso edificio H no haya tenido una finalidad científico-militar bien definida; más bien, al contrario, fue creado como sede de un complejo de laboratorios multidisciplinarios, incluidos los de seguridad biológica, con un bioterio como edificio contiguo, capaz de reproducir los vectores de algunas de las enfermedades epidémicas que los científicos de CITEFA combatían (y que aún combaten en CITEDEF): piojos, mosquitos y vinchucas.
“Nunca fue un búnker”, cuenta una persona que trabajó 40 años en el área de presidencia del organismo. La segunda fuente agrega mayor precisión: “Iba a ser un centro de seguridad biológica para el CONICET, lo hicieron en los primeros años de Raúl Alfonsín, pero jamás se inauguró”, dice Ricardo Lanzani, que ingresó al instituto en los primeros años de la década del setenta, fue testigo de la construcción del edificio H y se jubiló en 2018 dentro del departamento audiovisual del actual CITEDEF.
El edificio tampoco tiene diez pisos subterráneos como se decía, “solamente dos”. Si bien nunca se inauguró, en uno de los subsuelos todavía funciona un polígono de ensayos balísticos, donde se prueban tanto municiones perforantes como blindajes de distintas aleaciones, comenta Lanzani, conocedor de muchos proyectos importantes. “El edificio nunca se usó para lo que fue creado”, confirma.
Lanzani ingresó como técnico electricista para operar los generadores que brindan energía en los ensayos militares, dentro de un organismo que produce prototipos y transfiere tecnología a otras áreas del Estado. Se ríe cuando escucha algunas leyendas barriales, sobre que allí había un polvorín capaz de volar todo Villa Martelli, como en Río Tercero, o que en el edificio H se hicieron ensayos nucleares. De hecho, él es vecino del barrio. “Nunca se trabajó en nada que resultara peligroso para la población. El material para, por ejemplo, el desarrollo de cohetes y misiles, es muy limitado para ensayos y pruebas”, agrega.
Eso no quiere decir que no hayan habido accidentes internos dentro de los edificios del instituto, otra de las leyendas que circulaban por Villa Martelli, en este caso más que ciertas.
Desarrollar prototipos y producir preseries en cantidad limitada para traspasar esa tecnología militar a Fabricaciones Militares, por ejemplo, tuvo sus héroes y mártires. Como aquel incendio de un misil antitanque Mathogo a mediados de los setenta, que dejó un herido grave, que finalmente logró reponerse, o la explosión de la espoleta de un cohete, que le costó la vida a un ingeniero. Hubo otros heridos, mutilados incluso “por la defensa nacional”, como suelen reconocer los viejos cuadros de CITEFA.
La verdad sobre el misterioso edificio H de CITEFA
“El proyecto original comprendía cuatro edificios pero se construyeron solo dos; el H que tiene dos plantas, y el bioterio, que es el edificio más pequeño que está al lado”, cuenta el científico Pablo Bolcatto, doctor en física y actual presidente de CITEDEF (Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa, ex CITEFA) dependiente del ministerio a cargo de Agustín Rossi.
“Dentro iban a funcionar el Departamento Láser, el de Toxicología y el de Plagas e Insectos. En el bioterio se iban a guardar y a criar insectos y ratones como los que se usan en los experimentos de laboratorio”, agrega. “Por alguna razón el dinero para terminar la obra civil nunca llegó, esto fue a mediados de los años ochenta. No se pudo inaugurar el edificio H, pero no está abandonado, solo en pausa, y queremos recuperarlo”, dice el físico santafecino que preside un organismo científico de referencia en todo el mundo.
Como institución creada para desarrollar y transferir tecnología militar para la defensa nacional, CITEDEF fue pionero en el avance de la tecnología láser, y en diseñar armamento para la guerra, como el primer cohete antibuque radiocomandado de Latinoamérica (MP1000, Martín Pescador); el misil antitanque Mathogo; y el AS-25K, heredero del Martín Pescador, un misil antibuque/antitanque.
En términos de sistemas defensivos, el instituto creó, además, una pieza de artillería de campaña como el cañón obús CITER 155 mm empleado con éxito en las guerras de Malvinas y Croacia, entre otros adelantos ingeniados por investigadores civiles y militares de más de 40 disciplinas científicas distintas que trabajan para la defensa nacional en todos los órdenes científico-técnicos posibles.
Por citar dos ejemplos actuales, investigadores del organismo desarrollaron en 2020 el VENT-CITEDEF, un ventilador de emergencia para Covid-19 que permite dar asistencia ventilatoria, mediante un sistema mecatrónico controlado, a pacientes adultos que presenten dificultades respiratorias, y que también resulta útil para situaciones como accidentes traumáticos. “El país está bajo una agresión, en este caso por un virus, y desde CITEDEF tenemos la misión histórica de trabajar para la defensa nacional”, dice Bolcatto.
Otro caso actual: el instituto acaba de ganar un concurso convocado por los ministerios de Salud y de Ciencia para luchar contra el hambre: “Es un ejemplo de cómo una línea de investigación orientada a la Defensa, como fue el desarrollo de raciones nutritivas para el soldado de infantería, impacta positivamente en las necesidades de toda la población”.
En relación al misterioso edificio H “el objetivo científico se cumplió”, dice Bolcatto. “Los departamentos que se habían planificado actualmente funcionan en otras instalaciones de CITEDEF y son todos centros de referencia mundial”, cuenta.
El laboratorio balístico subterráneo sigue en funciones e incluso en 2019 estuvo a punto de ser cedido al ministerio de Seguridad de la Nación, pero el traspaso no se concretó.
“La estructura está esencialmente bien, no hay nada en estado crítico”, dice el presidente y autor de Micromundos, un libro de relatos breves y divulgación científica.
Ahora, es la gestión de Bolcatto la que trabaja por recuperar el edificio H y quitarle su manto de misterio, tras un letargo de casi cuarenta años. No está pensado para retornar a la función original, sin embargo, ya que sería “muy difícil” trasladar todos los laboratorios.
Se piensa en una “refuncionalización” como sede de la UNIDEF (Unidad de Investigación y Desarrollo Estratégico para la Defensa que integran el CONICET y el Ministerio de Defensa) y de los organismos del Polo Científico y Tecnológico, para que confluyan en un centro de formación continua, con oficinas administrativas, aulas, auditorios y bibliotecas. “En el proyecto está pensado cambiar el ingreso al edificio, que da hacia dentro del predio, y llevarlo hacia la General Paz, para que deje de estar escondido”, subraya.
Mientras tanto, detrás del viejo alambrado de los años setenta, tapado por un tupido bosquecito de eucaliptos, el viejo “búnker” de CITEFA sigue ahí, igual que hace casi cuarenta años, como un escenario posapocalíptico que decora el paseo de los vecinos al costado de la General Paz.
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