Son todas iguales, como fabricadas en serie por un mismo constructor. Sobre una pequeña base cúbica emerge una columna octogonal de ladrillo a la vista rematada con un coronamiento de material con detalles de estilo y un pararrayos.
Están diseminadas por toda la ciudad y los vecinos las descubren en medio de las manzanas o dentro de algún predio y no saben bien qué son. Algunos creen que se trata de restos de alguna fábrica demolida. Pero son chimeneas que servían para ventilar el primer sistema cloacal de Buenos Aires.
Según datos de Aysa, hay 80 chimeneas o ventiletas desparramadas por la ciudad y el sur del conurbano bonaerense. Están a una distancia entre sí de 3 a 4 kilómetros. Según datos de la empresa, hay tres modelos de chimeneas: tipo A de 35 metros de altura, tipo B de 30 metros y tipo C de 25 metros.
Las chimeneas están construidas con ladrillos hechos en la fábrica que Obras Sanitarias de la Nación tenía en San Isidro. Permitían tanto el venteo de los gases que emanaban los residuos cloacales y su oxigenación, como su escurrimiento, evitando el vacío por succión.
Jorge Tartarini, director del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria de AYSA, que depende del Ministerio del Interior, Obreas Públicas y Vivienda, cuenta que "los que hacían las chimeneas no proyectaban un simple tubo, creaban algo parecido a la columna de un templo, con una base, un desarrollo y el capitel".
Tartarini explica que hacia 1872 "se proyectó para Buenos Aires los sistemas de agua potable, cloacas y desagües pluviales, pero luego la construcción se demoró unos años más". Las chimeneas permiten ver cuál era el primer radio de la ciudad y su primera proyección de extensión hacia el oeste y el norte.
Algunas de las chimeneas más visibles se encuentran en Alvarez Thomas entre Forest y 14 de Julio, en Colegiales y en Coghlan, en Washington y Congreso. Otra aparece en los fondos de una casa en Humboldt y Murillo. Hay varias también por la zona de Parque Centenario. Cerca del Carrefour de San Lorenzo se divisa la característica figura en la calle Inclán, a metros de avenida La Plata. También hay ventiletas en el oeste: en Gaona y San Nicolás en Floresta y en Murguiondo y Coronel E. Garzón en Mataderos. Y las hay también en Recoleta: en Pacheco de Melo y Austria y en Anchorena y Juncal.
El titular del Museo del Agua explica que sin estas chimeneas "Hubiera sido muy fuerte el olor y el material orgánico hubiera generado contaminación a través del gas metano".
Convivir con la chimenea
Una de las chimeneas está ubicada en el fondo de una casa en la calle Humboldt, en Villa Crespo, a pocos metros del la cancha de Atlanta. Allì viven dos familias que tienen estrecha ligazón con Aysa. Allì, recibió a LA NACIÓN Iliana Repetto, cuarta generación de empleados de la empresa. Su bisabuelo, su abuelo y su padre fueron empleados de la vieja Obras Sanitarias primero y de Aguas Argentinas después.
Desde chica, Iliana convivió con la enorme construcción que está ubicada en el patio de su casa. "Mi mamá siempre recuerda el día que salió campeón Atlanta y un hincha se subió a la chimenea con una bandera para festejar", relata Repetto.
Otras de las chimeneas está en la sede de la Fundación de la Justicia Social en la calle Eduardo Acevedo, a metros del Parque Centenario. Norma Corcione, titular de la entidad, explica que en la época en que los franceses estaban a cargo de la empresa, restauraron la ventileta que está ubicada en el patio de la casa en la que funciona la institución. "Son los ladrillos originales: tienen un tratamiento para evitar el desgaste del agua y del tiempo", explica.
Tartarini aclara que Aysa es responsable del mantenimiento de todas las ventiletas: "Se hacen acuerdos con municipios si es necesario y en el caso de que hayan quedado en la casa de algún vecino se interviene con la autorización de los propietarios".
Como toda construcción porteña de más de 50 años, las chimeneas no pueden ser demolidas ni transformadas sin pasar por la Comisión de Monumentos. "Igual yo lucho a capa y espada para mantener las chimeneas. Creo que es patrimonio que la ciudad debe preservar. Es parte de nuestra historia", señala Tartarini.
Cloacas para Buenos Aires
Hacia 1890, Buenos Aires ya contaba con servicio de agua potable y cloacas para los vecinos. Aún así, Tartarini cuenta que fue difícil convencer a los porteños de que dejaran de usar el sistema de pozos ciegos. "Recién con un decreto de fines de siglo, se empezaron a sumar a la red de cloacas", relata el especialista.
En aquella época no había camiones atmosféricos que vaciaran los pozos. Entonces, el vecino cuando se le llenaba uno hacía otro al lado. Tartarini cuenta que se "han encontrado terrenos con hasta doce pozos ciegos. El agua de los aljibes se contaminaba con las filtraciones y llegaban las enfermedades".
"A los porteños de fines de siglo XIX les molestaba que la Ciudad estuviera en obra en forma casi constante -relató Tartarini-. Cuentan los historiadores que se comparaba a Buenos Aires con una zona de guerra, como si hubiese sido bombardeada".
En tanto, el especialista del Museo del Agua explica que ya en ese momento existía un sistema de rejas para evitar que la basura de las cloacas llegara al río. "No existía el tratamiento de las aguas como se lo conoce hoy, pero para la época era muy moderno", explicó Tartarini.
Para el momento de su construcción, a fines del siglo XIX eran las obras de mayor altura de la Ciudad. "Al igual que las chimeneas de las fábricas durante la revolución industrial, las ventiletas eran sinónimo de modernidad para Buenos Aires", cuenta Tartarini. Y allí se mantienen, intactas entre edificios que ahora las superan en altura, como testimonio del paso de Buenos Aires a la modernidad y el progreso.
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