El mini héroe que venció al cáncer
El testimonio de una madre que logró sobreponerse al dolor y luchó con su hijo hasta vencer la enfermedad
La familia Cingolani vive en el conurbano bonaerense, en un hogar construido con mucho esfuerzo y amor. Eugenia es ama de casa; Claudio, su marido, trabaja en una fábrica de juguetes y tienen tres hijos. Lautaro de 17 años, Thiago de 10 y Mateo de 8 que además tiene la misma contextura física que Eugenia: los dos son menudos, no muy altos y observan todo con un dejo de curiosidad. Cuando Mateo tenía tan solo 3 años le diagnosticaron diabetes mellitus tipo I, una enfermedad crónica que no tiene cura; un año después, empezó la verdadera pesadilla. “Una tarde, levantó una fiebre muy fuerte, estaba decaído y no tenía hambre. De repente le vi tres puntitos rojos en el cuello. Cuando lo llevamos a la clínica, el médico vio las mismas manchas en las manos. Y después vino la noticia: ‘lo que tiene Mateo es un tumor en la cabeza o leucemia’. Lo primero que pensé fue: este tipo está loco”, relata Eugenia, mientras se sumerge en los recuerdos. Decidió trasladarlo a Casa Cuna en su auto, para evitar el shock de la ambulancia. No le dijo nada a Claudio, quería esperar un diagnóstico certero. El secreto se volvió un nudo en la garganta, que se convirtió en una mochila muy pesada cuando el hemograma confirmó la leucemia. Con el diagnóstico llegaron las preguntas, los miedos, la angustia. Pero trajo también una certeza: ella iba a sacar adelante a su hijo. “Para mí el cáncer era una enfermedad de viejos. No podía pensarlo en un chico como Mateo. En Casa Cuna nos recibió el oncólogo, para mí lo primero fue pura negación. Me golpeaba la cabeza contra una columna del hospital, literal. No lo podía entender”, relata Eugenia a Revista Susana.
Mateo es uno de los casi 1300 niños con cáncer pediátrico que se diagnostican cada año en la Argentina, según datos del Instituto Nacional del Cáncer. De este número, un 35 por ciento son pacientes con leucemia y el segundo tipo más frecuente es del sistema nervioso y linfomas, con un 19 por ciento de incidencia. En chicos, los tumores se originan en células inmaduras con un gran potencial de crecimiento, es por eso que son más agresivos. Pero, contrariamente a lo que se cree, esto es una ventaja en el tratamiento porque las células son más vulnerables cuando se están multiplicando y son más permeables al efecto del tratamiento y la quimioterapia.
Pese a que no son muy claros, los síntomas de leucemia infantil son el cansancio, la debilidad, los dolores de cabeza y la fiebre muy alta. Algunos especialistas hablan de una predisposición genética, no hay evidencias reales que puedan ayudar a prevenir el diagnóstico de cáncer infantil y tampoco está muy claro su origen. Tanto en los niños como en los adultos, los pilares del tratamiento son la quimioterapia, la radioterapia y la cirugía, según el tipo de cáncer que se esté tratando. La quimioterapia es gratuita, un derecho que forma parte del Plan Médico Obligatorio por ley en la Argentina, y el Hospital Garrahan ha desarrollado altísimos estándares de calidad en el soporte transfusional.
“Nuestro miedo más grande era cómo iba a responder Mateo, porque la quimioterapia es poco compatible con la diabetes. Pero fue superfuerte y respondió de diez. Hizo un año de quimioterapia internado, después ambulatoria, y después un año de mantenimiento con pastillas. Salió como un campeón”, cuenta Eugenia con gran orgullo.
El apoyo psicológico es clave a la hora de atravesar un proceso de quimioterapia, tanto para el paciente como para su familia. “Cada caso es único, pero una familia que contiene es siempre el mejor aliado. El niño reacciona favorablemente si tiene un buen entorno afectivo y suele responder como un espejo a la actitud de los padres”, explica Pedro Zubizarreta, Jefe de Servicio de Hematología y Oncología del Hospital Garrahan.
La enfermedad de Mateo llegó cuando la familia estaba haciendo grandes esfuerzos económicos, con una casa en obra, con tres hijos creciendo y un trabajo al que Claudio no podía faltar. Nada les fue fácil. Eugenia pasó más de 45 días seguidos internada con Mateo. Claudio se dividía entre el hospital, el trabajo y el cuidado de Thiago y Lautaro. “Cuando Mateo empezó la quimio, me armé un grupo de madres con las que hicimos todo juntas. Mateo fue el único chico que perdió algo de pelo el último mes de quimio: todos los demás lo perdieron al principio. Cuando se le empezó a caer, yo lo quise pelar, pero a él no le gustó nada la idea. Se pelaron los primos, los hermanos y el papá, para convencerlo. Y no hubo caso. Pasaron varios meses, hasta que un día, mientras lo bañaba, se me quedaron varios mechones de su pelo rubio en la mano. Y ahí me miró, y me dijo: pelame, mami”, recuerda a Revista Susana.
Lo más difícil para la familia fue explicarle a Mateo qué era lo que tenía. Los especialistas les enseñaron que siempre, desde el principio hasta el final, todo lo médico tenía que ser contado de un modo que un niño pudiera comprender. Por eso, Eugenia le contó a Mateo que tenía un bichito en la sangre. Un bichito que recorría todo su cuerpo, que habitaba en la sangre, pero que de a poco iba a desaparecer. Para los Cingolani la quimioterapia más larga era la chancha, y la más corta era la chanchita. Así las reconocía Mateo durante la internación. “Cuando empezó a ver chicos que se morían, él solo me decía: mami, yo al cielo no voy a ir. Un día vino el cura que iba al hospital todos los días, y Mateo le dijo: ‘acá no vengas más a molestar, porque yo no me voy a morir’, y no quiso que entrara más a la habitación. Es un chico con un carácter y un sentido del humor impresionantes”, agrega Eugenia.
El alta definitiva del cáncer infantil es tras 5 años del primer alta médico; los especialistas consideran esta cantidad de años un tiempo prudente para que no haya una reincidencia, aunque esto también depende de cada tipo de cáncer. Las estadísticas más optimistas aseguran que cerca del 80 por ciento de los niños que pasan este período se curan completamente. Mateo Cingolani hoy tiene 8 años y fue dado de alta hace un año de leucemia LLA tipo B, conocida como leucemia aguda infantil. “Durante el tratamiento, me despertaba cada mañana recordando el mismo sueño: era Mateo en un ataúd. Amanecía destrozada, pero me prometía que me iba a llevar a mi hijo del hospital vivo. Lo sabía y lo sentía en lo más profundo de mí. Los psicólogos me decían que mi sueño era ‘normal’, porque el proceso que atravesábamos era muy duro. Y acá estamos. Con Mateo dado de alta, disfrutando de la familia y del amor que nos tenemos”, concluye Eugenia entre lágrimas y emoción. Su hijo es un minihéroe camino a la recuperación total.
DÓNDE ACUDIR
* Hospital Garrahan: Servicio de Hematología y Oncología, Dr. Pedro Zubizarreta | Ubicación: PB; color violeta | Teléfono: (011) 4122-6233
* Hospital Italiano, centro Agustín Rocca: Servicio de Hemato-oncología pediátrica, Dra. Mónica Makiya | Dirección: Av. Pte. Perón 2231, San Justo, Buenos Aires |Teléfono: (011) 4959-0200
*Instituto Nacional del Cáncer | Dirección: Av. Pres. Julio A. Roca 781, CABA | Teléfono: 0800-333-3586
Asesoraron: Dr. Pedro Zubizarreta, Jefe de Servicio de Hematología y Oncología, Hospital de Pediatría Garrahan. Dra. Mónica Makiya, Jefe de Hemato-oncología Pediátrica y Trasplante de Médula Ósea, Hospital Italiano de Buenos Aires..
Nota publicada en Revista Susana en febrero de 2016.
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